El apropiador de Guido y la sombra de Amalia Fortabat en la Olavarría sangrienta
DIARIO FULL | El hombre que apropió a Guido Montoya-Carlotto era un influyente miembro de la Sociedad Rural. El crimen del abogado platense Carlos Moreno y los cabos sueltos que la Justicia debe atar sobre empresarios y militares en la ciudad de Fortabat.
Detrás de la alegría por la recuperación del nieto secuestrado de Estela Carlotto hay una historia terrible, medular, que la Justicia ahora deberá desentrañar. El objetivo no pasa solamente por conocer lo que pasó con Guido sino lo que pudo haber pasado con otros Guidos apropiados en las mismas condiciones y por personas con las mismas influencias políticas, económicas y sociales que el “influyente” que lo llevó desde el Hospital Miitar de Buenos Aires a Olavarría. Conocer el camino que le hicieron seguir a ese bebé puede, por ejemplo, permitir echar luz sobre las sombras que hace 37 años rodean a la apropiaciòn de Clara Anahi, la nieta de Chicha Mariani.
De ahi y no de otro lado, la importancia de la tarea judicial emprendida por la jueza María Romilda Servini de Cubría y el valor de los datos que pueda aportar Guido Montoya Carlotto sobre su infancia, su adolescencia y las razones por las que un día, después de 35 años, decidió hacerse un ADN.
OLAVARRIA, TIERRA DE PLOMO Y CEMENTO
En ese escenario, el distrito bonaerense de Olavarría constituye una de las claves del caso. Además de ser cuna del Servicio Penitenciario Bonaerense ha sido, durante la dictadura militar, emblema de un sector de la burgesía empresaria nacional a partir de un nombre emblemático: Amalia Lacroze de Fortabat y la empresa cementera Loma Negra, que heredó de su difundo marido, Luciano y que administró durante décadas junto a su mano derecha: el rígido Coronel Prémoli.
– “Cabos, hay que atar cabos”, dijo una fuente a Diario Full mientras en la noche posterior a la apariciòn de Guido, tiraba sobre la mesa de un café ubicado en 7 y 43, en La Plata, una copia del expediente y la sentencia por el aesinato del abogado platense Carlos Alberto Moreno.secuestrado en Olavarría el 29 de abril de 1977, torturado en un centro clandestino de detención de Tandil y asesinado al intentar huir de sus captores.
Por ese homicidio el Tribunal Oral en lo Criminal de Mar del Plata condenó a tres militares y dos civiles. Esos dos civiles, “hombres de campo”, fueron acusados de prestar una estancia que poseían para armar el “chupadero” donde detuvieron y ejecutaron a Moreno.
AMALIA FORTABAT, IMPUTADA
El día después de conocida la sentencia, el periodista Pablo Roesler escribió en el diario digital Diagonales: “Amalia Lacroze de Fortabat murió en el justo momento en que su nombre comenzaba a repetirse en el juicio por el secuestro y asesinato en dictadura de Carlos Alberto Moreno, un abogado laboralista representante de trabajadores de la cementera Loma Negra, empresa con la que la mujer amasó su fortuna. Dejó de existir también en el justo momento en que el máximo asesino del país, Jorge Rafael Videla, recordó el acompañamiento de los empresarios nacionales al proyecto político económico de los genocidas. Por eso con su muerte se instala la urgencia de avanzar en el análisis de las posibles complicidades civiles de la dictadura. Pero aunque quizá la muerte la haya dispensado de la instancia de la justicia, su rol durante los años de plomo será, de una u otra forma, develado por el proceso de Memoria, Verdad y Justicia”. Unos meses antes, cuando el juicio no había terminado, la viuda de Moreno había pedido públicamente avanzar sobre Amalia Fortabat y citarla a declarar como imputada en el crímen de su marido, cuyo nombre lleva ahora una calle de Tandil en homenaje a su lucha y compromiso social.
LA ENFERMEDAD DEL CEMENTO
¿Y por qué mataron a Moreno?. Por aquellos años Moreno era abogado de un grupo de trabajadores cementeros nucleados en la Asociación de Obreros Mineros Argentinos (AOMA) y la mayoría de sus clientes los contaba entre los obreros de la cementera Loma Negra, que Lacroze de Fortabat vendió en 2005 a un grupo brasilero. Los hombres habían contraído una terrible enfermedad, mortal, la silicosis una intoxicación pulmonar con sílice. Morían antes de poder jubilarse por el contacto con el cemento.
Se reclamaba judicialmente a la empresa que invirtiese en maquinaria y equipos modernos para embolsar el cemento y evitar el contacto físico con ese material. Cuentan que el Coronel Luis Prémoli puso en grito en el cielo. Los costos de producción se irían a las nubes
“Era mucho más barato mandar a secuestrar y matar al Negro Moreno que solucionar los problemas de salud de los trabajadores de Loma Negraa”, dijo al borde las lágrimas Susana Mabel Lofeudo de Moreno, viuda de Carlos Alberto Moreno en un artículo publicado en La Voz de Tandil. Durante el juicio declararon el hermano de la víctima, Héctor Alfredo, sus hijos Martín y Matías (uno de ellos es actual funcionario de la Municipalidad de La Plata) y el abogado Adolfo Rocha Campos, quién presentó junto a otros colegas de esa región bonaerense un hábeas corpus que no logró evitar el trágico final con que se encontró la vida del laboralista olavarriense.
Martín, el hijo más chico del abogado, que todavía estaba en la panza de su madre cuando mataron a Moreno, recordó lo que falta: “Ahora vamos por los empresarios de Loma Negra, que son los verdaderos responsables de la muerte de mi padre, porque eran los perjudicados de que se investigue y se exijan condiciones de trabajo dignas para sus empleados”.
LA SOCIEDAD RURAL DE OLAVARRIA
En un artículo escrito en Página 12, el periodista Por Diego Martínez pintó una inmejorable postal de la Olavarría de los tiempos de la dictadura, cuando mataron al abogado platense Carlos Moreno.
“La relación de la cementera Loma Negra con el terrorismo de Estado está en la mira de la Justicia. El fiscal Daniel Adler y el abogado César Sivo, representante de la familia de Carlos Moreno, abogado de los obreros de la empresa hasta su asesinato en 1977, le pidieron al Tribunal Oral Federal 1º de Mar del Plata que promueva una investigación criminal contra los directivos de la firma que desde 1976 dirigía Amalia Lacroze de Fortabat, que murió impune el mes pasado.
Los letrados, en sus alegatos, pidieron penas de prisión perpetua para los coroneles retirados Roque Pappalardo y Julio Tomassi, y para el suboficial José Luis Ojeda, como coautores de la privación ilegal de la libertad, las torturas y el asesinato de Moreno. Para los hermanos Emilio y Julio Méndez, dos civiles que facilitaron su chacra de Tandil como centro clandestino, Sivo pidió veinte años de prisión; Adler 16 y 14 años respectivamente”.
Y al contar detalles sobre la vida de los imputados, dijo: “Tommasi era jefe de área, un burócrata orgulloso de su eficaz subordinado Pappalardo. Pappalardo “hizo historia en Tandil: varios sobrevivientes lo reconocieron en la tortura. Yo no compartía el método, dijo el militar en el juicio, con crucifijo y rosario en mano. En el caso específico fue quien ordenó recapturar a Moreno. Se ocupaba de custodiar los intereses de las empresas que perdían juicios por demandas de sus empleados, dijo el fiscal. En el caso de la Cooperativa Cretal mencionó dos secuestros de “actores del juicio”. En el caso de Loma Negra fue más lejos: directamente secuestró al abogado de los trabajadores. El mismo grupo operativo, los mismos intereses: que las empresas no sufran el ejercicio de los derechos laborales de los trabajadores”.
“ALCAHUETES DE MILITARES”
El cabo primero Ojeda, según testigos, persiguió a Moreno a los tiros tras la evasión e informó a Pappalardo. Los Méndez aportaron su propiedad como centro clandestino. “Alcahuetes de los militares”, los definió Matías Moreno, hijo del abogado. Emilio Méndez, que reconoció su relación con los militares, era gerente del Banco Comercial de Tandil y vicepresidente de la Usina Popular.
“El trueque era evidente”, dijo el fiscal. “Cedieron su chacra a los militares, que tenían el poder político, económico y social, y mantuvieron su cuota de poder, todos manchados con sangre”, resumió.
“Moreno era una molestia para el poder económico”, destacó el fiscal. Recordó que junto a su socio Mario Gubitosi “se metieron de lleno con el tema de la silicosis”, enfermedad que sufrían los obreros, e intercedieron por despidos y aportes. Destacó el rol del juez Carlos Pagliere, que en plena dictadura “selló el destino de los imputados” al recoger pruebas, y se detuvo en los indicios de la relación de Loma Negra con los militares y “la posibilidad de que estemos frente a un crimen por encargo”.
El superintendente Ernesto Cladera le dijo al socio de Moreno “que no molestaran, que había ido el jefe del regimiento y que haga la lista de los que andaban jodiendo, que él era dueño de la vida y de los bienes”.
El hijo del vicepresidente de la cementera contó que ambos abogados eran “muy mal nombrados” en las reuniones de empresarios y militares”.
Reuniones de abogados y militares de Olavarría…
La viuda de Moreno, en tanto, reiteró en varios tramos de su declaración el protagonismo central del por entonces Teniente del Regimiento de Ejército en Olavarría Ignacio Aníbal Verdura, vecino de la víctima, quien si bien en principio argumentó desconocer las circunstancias en las que fue secuestrado el abogado terminó facilitando la restitución del cuerpo sin vida, pero en la morgue de la ciudad de La Plata.
LOMA NEGRA
Lo cierto es que la mujer además aseveró que luego debieron afrontar un violento desalojo de su domicilio como consecuencia de “un operativo ordenado por Verdura”, que terminó informando a la viuda cómo podría recuperar los restos de su marido. “El cuerpo lo vas a tener, pero para llevarlo a cualquier lugar menos a Olavarría”, fue una de las frases que usó el militar, antes de indicarle que finalmente sería en la morgue platense, tal como narró la viuda al tribunal.
Los imputados son dos militares de apellido Pappalardo y Tomassi y tres civiles, entre ellos los hermanos Méndez, conocidos en Olavarría por su rol de productores rurales.
En su sentencia, conocida el año pasado, los jueces dijeron que “las pruebas acumuladas hacen sospechar que integrantes del directorio de la cementera Loma Negra pudieron inducir los delitos, corresponde remitir las copias de los antecedentes para que los investigue la Justicia”.
“Hay que atar cabos”, insistió anoche el informante.
SECRETOS A LA TUMBA
El apropiador de quien fuera el bebé Guido Montoya Carlotto era un destacado vecino de Olavarría. Un hombre con fuertes relaciones con el poder político y empresario de esa ciudad. Periodistas de Radio Rivadavia primiciaron señalando que el apropiador pertenecía a la Sociedad Rural de Olavarría, una de las seccionales más fuertes y emblemáticas en el mosaico de esa entidad a nivel nacional.
– “Pueblo chico, infierno grande. La misma ideología, las mismas relaciones, los mismos intereses. Si van por ahi, algo pueden llegar a encontrar”, insistió el confidente mientras ojeaba delante de Diario Full la causa Moreno en la que se ven imágenes que, pese al tiempo y la borrosidad de las fotocopias, todavía estremecen.
Estela Carlotto se ha ocupado por estas horas de “proteger” a Clemente y Juana Hurban, los peones rurales que criaron a Guido. Vivían en un campo del pueblo de Loma Negra, el pueblo cuya fundación fue inspirada en Luciano Fortabat y en su cementera. Si hasta llegó a tener un equipo de fútbol que estuvo a punto de subir a primera división y en el que descollaron, entre otros, Charly Carrió. Así el poder de Amalita, así el poder de Loma Negra. Así el poder de Olavarría y sus vinculaciones con una de las dictaduras más sangrietas que conoció América Latina.
El apropiador que tomaba whisky caro en el salón de reuniones de la Sociedad Rural de Olavarría y que, uno se imagina, una noche golpeó la puerta de la humilde casita de sus peones Clemente y Juana y les entregó un bebé, murió hace dos años.
Después de la muerte de ese hombre, el destacado músico Ignacio “Pacho” Hurbán, decidió hacerse un ADN para conocer su verdadera identidad.
Una de las preguntas que la jueza Servini de Cubría le hará seguramente a Guido es si conoció, en su infancia o juventud, a ese hombre.
Un hombre de la Sociedad Rural que por lo visto sabía y podía conseguir bebés en aquellos años de plomo.
Y que quizá se ha llevado a la tumba secretos valiosos. Para Guido y acaso para los otros 400 nietos que faltan restituir.