EEUU: Democracia ahogada
DAVID BROOKS| Las convenciones nacionales del duopolio político nacional en este país se presentan como festejos del pueblo, fiestas patrióticas vestidas de rojo, blanco y azul que proyectan la imagen de una democracia vital que celebra los mitos nacionales; pero detrás de los escenarios están, como si fueran maestros de marionetas, quienes manipulan los hilos de estos espectáculos.La Jornada
“Estas semanas ocupadas podríamos desear que el rugir de las salas de convenciones de ambos partidos fuera un sano clamor de delegados deliberando sobre visiones serias de cómo deberíamos ser gobernados durante los próximos cuatro años. Pero en lugar de eso, el sonido (de las convenciones) surge de un guión de espectáculos de televisión –adultos haciendo maromas simuladas– que una vez más distraerán la atención del público del estertor de la muerte de la democracia estadunidense provocada por una sobredosis de dinero para las campañas”, escribe Bill Moyers, el legendario periodista de televisión pública.
Agrega que, dado que no habrá ninguna propuesta para sacar el dinero de la política en la convención de los republicanos en Tampa ni la que sigue de los demócratas en Charlotte, “la bulla de celebración y felicidad es sólo un preludio de un cortejo fúnebre para Estados Unidos como experiencia compartida. Una pequeña minoría de súper ricos ha ganado ascendendiente sobre la política, comprando las políticas, leyes, reducciones de impuestos, subsidios y reglas que consolidan un estado permanente de vasta desigualdad, con la cual pueden apropiarse aún más de la riqueza y recursos de Estados Unidos. Su apetito por más es insaciable”. Considera que todo esto se puede describir con una sola palabra: “el nombre de lo que ocurre en nuestro sistema político es corrupción; una corrupción profunda y sistemática”.
No es que el dinero y su corrupción de las elecciones no existiera antes. Pero Moyers y otros señalan que esto ha llegado a un nivel tan extremo, que amenaza todo lo construido por fuerzas sociales y políticos comprometidos durante las décadas transcurridas desde la gran depresión.
Aquí los intentos del 1 por ciento por controlar este juego político y usarlo para sus intereses se expresa cada vez más explícitamente, aunque también se intenta mantener la gran ilusión de que toda la faena electoral tiene que ver con el demos.
Hay algunos cálculos que demuestran todo esto. Por ejemplo, Lawrence Lessing, profesor de Harvard que ha estado observando los flujos de dinero a las elecciones de 2012, ha calculado que 47 individuos ricos han donado 42 por ciento de los fondos a las campañas presidenciales. “Nunca hemos tenido una elección, en los últimos 100 años, que haya llegado a esa cantidad de dinero”, comentó a ABC News. Charles Lewis, otro experto sobre el dinero en elecciones, indicó: “tenemos multimillonarios que dan sumas sin precedente y tenemos niveles de secreto jamás vistos en la historia contemporánea”.
Ahí estaban en la Convención Nacional Republicana, viendo al festejo popular desde suites de lujo muy arriba de la arena, donde no cesaban las comidas gourmet y todas las comodidades a las que están acostumbrados los dueños del show. Durante gran parte de las actividades, el pópulo abajo no los podía ver; estaban ocultos detrás de cortinas de terciopelo, aunque a veces se atrevían a bajar a dar un vuelta entre la plebe. David Koch, magnate del sector energético y químico; Sheldon Adelson, magnate de casinos en Las Vegas, entre otros del sector financiero y de bienes raíces, son algunos de los reyes de esta corte. Llegaban a fiestas privadas en yates y en hoteles exclusivos de Tampa. Y en caravanas de autos de superlujo, con choferes y guardaespaldas, iban a visitar, en privado por supuesto, a su candidato Mitt Romney, otro súper rico, y nadie sabe qué se dijo; tal vez no se tenía que decir nada, todos se entienden entre sí a la perfección.
Se supone que esto será un poco más discreto en la Convención Nacional Demócrata en Charlotte, que arranca esta semana, pero el torrente de billetes es más o menos el mismo, y la gran mayoría proviene de muy pocos. En su primera elección, Barack Obama recibió más aportaciones de Wall Street a su campaña que su contrincante republicano, y aunque quizás esta vez no se repetirá, otros llenan el tesoro para su campaña.
Y mas allá de las campañas en sí, en esta elección hay un nuevo actor: los llamados “súper PAC”, organizaciones que, con base en un fallo histórico de la Suprema Corte de Justicia en 2010, permiten que empresarios, ricos y demás donen fondos ilimitados a estas entidades para influir en la elección, con la condición bastante ambigua de que no pueden “coordinarse” de manera directa con las campañas. Estos súper Pac gastan decenas de millones de dólares en publicidad y otras actividades para atacar a candidatos o para impulsar algunos intereses. En Tampa era difícil distinguir cualquier separación entre los dirigentes del Partido Republicano y los súper PAC, ya que todos participabnan en foros y otros actos auspiciados por estas organizaciones y, por supuesto, todos son cuates.
De hecho, el Center for Responsive Politics registra que el monto de gastos de fondos en la elección por agrupaciones fuera de las campañas, o sea, gastos por grupos externos, incluidos estos súper PAC, casi se han triplicado en esta contienda, en comparación con años electorales anteriores.
El Center for Responsive Politics calcula que el total de los gastos en esta elección (incluida la legislativa) superará los 5 mil 800 millones de dólares, y la contienda por la Casa Blanca costará unos 2 mil 500 millones, o sea, casi la mitad del total para todas las elecciones. Con esto serán las más caras de la historia.
Moyers y el historiador Bernard Weisberger aconsejan que, ante el espectáculo y los autoelogios a Estados Unidos que se escuchan en estas convenciones, “aprendan algo del vacío que ven y escuchan, y si no los pone infernalmente furiosos y listos para combatir contra el Poder del Dinero, entonces estamos en verdaderos apuros”.