Ecuador: Exabrupto y bruto
Guido Proaño Andrade
En el femicidio de María Belén Bernal hay complicidad institucional de la Policía Nacional; el hecho se configura como un crimen de Estado.
Empecemos por precisar que no hay que confundir exabrupto con bruto. Lo primero se refiere a un ademán o expresión que se hace o se dice de manera inconveniente; bruto, en cambio, …bruto es Diego Ordóñez.
La brutalidad con la que actúa el Secretario Nacional de Seguridad Pública y del Estado expresa la esencia de su concepción ideológica y su pensamiento político, una de cuyas aristas es el odio a las mujeres. Por ese motivo, Ordóñez fue sancionado con 15 días de suspensión sin sueldo, en diciembre de 2021, cuando era asambleísta de Creo. La resolución del Consejo Administrativo de la Legislatura (CAL), dice que la suspensión se la adoptó por «agresión de palabra y evidente misoginia».
Ordóñez no tuvo la entereza de reconocer la agresión a la asambleísta Mónica Palacios, contra quien dirigió un tuit en el que decía «Pasar del tubo a la curul y surgen estas ‘argucias torpes’», como respuesta a las acusaciones que esa asambleísta formuló en contra del presidente Guillermo Lasso, en el caso conocido como Pandora Papers. El entonces asambleísta se limitó a ofrecer «disculpas a quien se haya sentido aludido o aludida».
Misoginia —por si la palabra no es muy familiar— significa odio, rechazo, aversión, desprecio hacia las mujeres y, en general, hacia todo lo relacionado con lo femenino. Firme en sus convicciones, ahora, Ordoñez atacó a las miles de mujeres que, entre dolor y rabia, demandan que se lleve hasta el fin las investigaciones del femicidio de María Belén Bernal y que el autor del crimen sea localizado, enjuiciado y encarcelado. Según él, buscan «desestabilizar la institucionalidad de seguridad en el país», y que, sobre todo, hay que defender el prestigio institucional (de la Policía), como prioridad estatal. La vida de María Belén no le importa.
Luego de conocer algunos detalles de cómo se produjo este femicidio, no se puede concluir —como señalan Ordóñez y el ministro del Interior, Patricio Carrillo,— que se trata «solo» de un mal servidor. Hay una lista de personas que tienen algo que ver con lo ocurrido el día del asesinato, porque vieron algo, escucharon algo, recibieron órdenes superiores para «no ver y callar», para encubrir y hay alguien, o algunos, que dieron esas órdenes. El espíritu de cuerpo funcionó, como ha ocurrido en muchas otras ocasiones. Hay complicidad institucional, el hecho se configura como un crimen de Estado.
No es verdad que estamos frente a un hecho aislado. No son pocos los policía en servicio activo involucrados en actos delincuenciales, corrupción, sicariato, chantajes, agresión sexual, violencia intrafamiliar. Hace un año se empezó a hablar de la existencia de «narcogenerales», lo que motivó que se revise el patrimonio de los generales de la Policía, y ocurrió lo que se preveía: algunos no están en correspondencia con los niveles de ingresos.
Hay en el pasado episodios de responsabilidad institucional de la Policía en crímenes y desapariciones, como en el caso de los hermanos Restrepo, en enero de 1988, la desaparición de Gustavo Garzón, en 1990, la desaparición de David Romo en 2013.
La Policía Nacional debe ser reorganizada, empezando por su cúpula. Carrillo y Ordóñez deben salir inmediatamente de sus cargos. Sobre el ministro del Interior hay una acusación de crímenes de lesa humanidad, por la brutal represión desatada contra el levantamiento indígena y popular de octubre de 2019, que cobró la vida de varias personas e hirió a decenas, acción que la repitió durante el reciente paro de junio.
Tanto o más odio, como el descargado en estos días por Ordóñez contra las mujeres que piden justicia por Belén Bernal, vertió también contra quienes tomaron las calles en junio. ¿Cómo puede ser posible que un misógino, un odiador de quienes reclaman sus derechos dirija la Secretaría Nacional de Seguridad Pública y del Estado? Es previsible hacia dónde y contra quien dirigirá el peso de todo ese aparato que, por cierto, no debería existir.
Un alcance. Cuando terminaba de escribir estas líneas, me enteré que durante los diez meses que Ordóñez permaneció como asambleísta no presentó ni un solo proyecto de ley. ¡Que bruto ese man!
*Ecuatoriano, analista de temas políticos. Escribe en periódico Opción. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)