Díaz Rangel: Vuelve el Tío Sam/ Stelling: Amores que matan y odios que atan

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Eleazar Díaz Rangel-UN|
Como una baladronada más del presidente Donald Trump cuando ha dicho y repetido que es el momento de mostrarle a todo el mundo que Estados Unidos ha vuelto, y así lo habrán tomado algunos gobernantes, sólo algunos, la mayoría como reales advertencias y serias amenazas.

¿O es que creen que sus manos no estuvieron detrás de las maniobras de los países árabes contra Catar? ¿Y no fueron por órdenes suyas los recientes ataques a fuerzas antiterroristas en Siria? Es más, ¿acaso sus fuerzas de inteligencia en convivencia con las de Israel no están dentro del sorpresivo ataque “terroristas” al Parlamento de Irán?

No está demás recordar el ataque a Irak con el pretexto de encontrar armas de destrucción masiva que ¡no existieron nunca! Pero que han costado miles de muertos; el retiro arbitrario e unilateral de los acuerdos de París, que buscan reglamentar el irregular clima mundial, y la reciente maniobra del Comando Sur y compañía cerca de las costas venezolanas. Y como olvidar igualmente que el afrodescendiente presidente Obama no sólo amenazó con torcerle el brazo a quien estuviera en desacuerdo con su política exterior, no sólo se le aplicó a Venezuela por ser una amenaza a su seguridad y a su política exterior, repudiada en Panamá por toda América Latina y el Caribe.

Pero ahora nos interesa el asedio a Venezuela de las últimas semanas. Comenzó cuando inútilmente trató antes del 31 de mayo en la vieja raposa OEA y, pese a sus presiones e intimidaciones y halagos, por supuesto, no lograron intenciones.

No obstante, no desmayaron y se fueron a Ginebra donde la ONU tiene una sede alterna para los Derechos Humanos. Venezuela estaba propuesta en la directiva y no tienen ideas ustedes de cómo se vieron los delegados estadounidenses buscando votos contrarios. Sin embargo, el resultado final de 95% de la asamblea estuvo a favor de Venezuela, después de contundentes exposiciones y la respuesta del embajador Jorge Valero. Cada vez es más difícil obtener victorias de este tipo en América Latina y el Caribe, es muy poderoso ese adversario.

La revista Siempre ha sido una de las más prestigiosas de México, ya en junio de 1965, hace 52 años, dedicaba su portada a esta realidad geopolítica que pretende seguir dominando al mundo. Como ven tiene plena vigencia.

Amores que matan y odios que atan

 

Maryclen Stelling| Últimamente, el odio político tiene alta presencia en discursos, narrativas mediáticas, en las relaciones sociales y en el habla coloquial, hasta naturalizarse.

Odio es un “sentimiento de aversión y rechazo, muy intenso e incontrolable, hacia algo o alguien”, que incita a evitar, limitar o destruir el objeto u objetivo. El odio político, en muchos casos inducido y organizado, tiene graves consecuencias tanto en la esfera pública como en la privada, sometidas a procesos de estereotipación y estigmatización del “otro”, diferente, contrario, enemigo. Suerte de odio genérico que conjuntamente ata, separa y cohesiona en un sólido vínculo entre odiado y odiador. Cuando se crea un enemigo, se define la identidad del “par opuesto” y, además, se produce consenso en torno al grupo de pertenencia.

Tal vínculo de odio genera un determinado tipo de relación hacia personas con ciertos rasgos y a quienes se representa, indefectiblemente, por esas características. Odiando se simplifican causalidades complejas de daños, miedos y descontentos a un objeto único, cuya eliminación supuestamente desaparecerá el motivo de la aversión. Al construir al enemigo, se legitima la eliminación de la víctima dando pie a crímenes de odio.

Los delitos de odio aluden a crímenes motivados por el rechazo de un grupo social identificable por sus características personales, funcionales, sociales o políticas. En los crímenes de odio, altamente emocionales, las víctimas -producto de una previa construcción social o política y convertidos en enemigos a destruir- son desvalorizadas a la categoría de “no-personas”, “no-ciudadanos”.

La desvalorización de la víctima supone una justificación moral de la conducta violenta y quienes cometen los crímenes se atribuyen la representación de la mayoría, con licencia para matar y restituir a cualquier precio la justicia y la democracia, actuando sobre “el enemigo”. Suerte de racionalización del crimen que legitima el delito de odio y refuerza, por contraste con la víctima, la identidad e identificación del ejecutor con su grupo.

Surgen en el país voces que claman por el fin de la violencia, llaman a la paz, la convivencia y promueven la despolarización. Sin embargo, la dinámica política confrontacional promueve la polarización y la violencia, las víctimas y delitos de odio y ello supone el peligro de que se normalicen este tipo de relaciones, fundamentadas en los odios que atan.