De la microhistoria a la macrohistoria: nueva agenda económica de la Revolución Bolivariana
Mario Sanoja Obediente-Iraida Vargas-Arenas|
Uno
En una reciente obra de uno de nosotros (Sanoja: 2011) decíamos que en sociedades precapitalistas o postcapitalistas como la venezolana actual, las relaciones de producción están inmersas dentro de una diversidad de instituciones económicas y no económicas que median su manifestación sensible. La reciprocidad, socialmente relevante, se basa en formas asimétricas de organización social, particularmente cuando como hoy, el sector de la sociedad estructurado en comunas y consejos comunales se organiza como una forma de integración que combina -en una misma acción- la producción, la distribución y el intercambio como métodos subordinados, donde los individuos que conforman el factor económico se expresan como sujetos colectivos de la Revolución.
Esta afirmación es particularmente pertinente para aclarar la coyuntura de crisis en momentos cuando el objetivo de la virulenta ofensiva mediática y económica que proyecta la barbarie imperial contra la experiencia revolucionaria venezolana trata de mostrar el supuesto colapso de la economía. Este supuesto colapso alude en verdad a la fase final del antiguo modelo rentista que la burguesía venezolana comenzó a construir en el siglo XVIII, que alcanzó su mayor perversión en la primera mitad del siglo XX con el auge de la explotación petrolera. La tesis del colapso deja de lado un factor histórico muy importante: el surgimiento de un nuevo modelo socioeconómico y cultural, alternativo al anterior, que podríamos llamar post-capitalista o socialista inicial el cual surge con el triunfo electoral de la Revolución Bolivariana en 1999. Este nuevo modelo, que se caracterizará por el fin de la explotación de los hombres y la mujeres por otros hombres y mujeres, la eliminación de la pobreza y todas sus manifestaciones sociales, el desarrollo de la producción la socialización de las cadenas de distribución cambio y consumo, y, finalmente, la socialización de la renta nacional, es lo que se entiende por el post-capitalismo o la transición hacia el socialismo.
Dos
A raíz de 1830, como secuela de la hecatombe social que significó nuestra cruenta guerra de emancipación, Venezuela fue durante décadas un país aplastado por la violencia, la devastación de la mayor parte de la infraestructura socioeconómica, la destrucción de la población y de la organización familiar. La burguesía republicana que surge entonces dedicó todos sus esfuerzos a apoderarse de lo que quedaba en pie de la estructura socioproductiva agropecuaria colonial: las haciendas de ganado, las plantaciones de café cacao y caña de azúcar, el peonaje que continuó viviendo en condiciones cuasi-esclavas, y así apoderarse del Estado nacional en ciernes como garantía para la continuidad de su proceso de acumulación originaria de capitales.
A partir de entonces, tanto el Estado Liberal Burgués como la burguesía nacional venezolana con el aliada con la alta jerarquía de la Iglesia Católica que se constituyeron luego de la ruptura de la Gran Colombia como el bloque político dominante, rechazaron la posibilidad de ocuparse en mejorar las condiciones de vida, materiales y espirituales, del 80% de los venezolanos, quienes siguieron viviendo en una situación de extrema pobreza, con un aumento sin precedentes de la miseria, en una especie de limbo educativo, cultural y económico hasta el 27 de Febrero de 1989 <8vsrgss-Arenas y Sanoja 2015: 129-141). En ese momento histórico, el escondido discurso de resistencia cultural del pueblo oprimido estalló como el grito abierto de la rebelión popular contra el ajuste neoliberal que convirtió en mercancía, especialmente, la vivienda, la salud y la educación, tal como ha ocurrido y ocurre actualmente en la Colombia de los oligarcas, en la Argentina de Macri, en el Brasil de Temer, en el México de Peña Nieto y en el Chile todavía pinochetista. Aquella rebelión popular, conocida como El Caracazo, precipitó la rebelión militar progresista del 4 de Febrero de 1992 dirigida por el Comandante Hugo Chávez Frías la cual dio inicio a la Revolución Bolivariana (Vargas-Arenas y Sanoja Obediente 2013).
Durante casi dos siglos (1830-1999), la burguesía venezolana (la colonial y luego la neocolonial), se dedicó -para su beneficio como clase social- a explotar el trabajo de los venezolanos y las venezolanas a quienes consideraba y todavía considera como sus siervos o sus esclavos. Por aquellas razones históricas la agenda de la Revolución Bolivariana en sus primeros diecisiete años de gestión política, ha estado focalizada en saldar esa enorme deuda social con base a la cual la IV República hipotecó el futuro de la sociedad venezolana.
Tres
Para comprender los cambios impulsados en Venezuela por la Revolución Bolivariana luego de 1999 momento a partir del cual se inicia la Revolución, es necesario visualizar que se trata de una sociedad donde aún coexisten y entran en contradicción el antiguo modelo rentista capitalista característico del Estado Liberal Burgués, del “ancien regime” de la IV República, y el proceso de cambio social, la Revolución Bolivariana y su expresión ideológica-cultural, el chavismo. A través, del proceso bolivariano, el Estado ha socializado en buena parte la educación, la salud, la vivienda, la producción industrial, la producción agropecuaria y acuícola, la producción de la energía, parte de la banca, el transporte, etc., y que ahora comienza a socializar los sistemas de distribución, cambio y consumo de bienes de primera necesidad monopolizados por la burguesía comercial.
Una característica estructural del modelo rentista burgués de la IV República es el carácter monopólico y oligopólico, no solamente de la producción, sino fundamentalmente de la distribución de bienes de consumo. A partir de 1920, el boom petrolero originó el éxodo de la población campesina hacia las zonas urbanas y las áreas de explotación petrolera en busca de mejores condiciones de vida, de manera que para 1941 Venezuela ya no podía considerarse un país agrícola. La industria petrolera y sus derivados representaban para entonces el 93% de la producción y la exportación, mientras que la producción agropecuaria representaba el 6% de la producción verdaderamente nacional.
En tal coyuntura, las mayores fuentes de ingreso del fisco nacional derivaban, tal como ha sido hasta hoy, de la renta petrolera. Este hecho contribuyó a fortalecer a la burguesía comercial -sin conciencia nacional- que se agrupó en 1944 en el sindicato patronal conocido como Fedecamaras. (Federación de Cámaras de Comercio). Su estrategia fundamental era y sigue siendo apoderarse de la renta petrolera para aumentar su proceso de acumulación de capitales sin tener que invertirlos en la economía productiva, fortalecer los grandes monopolios y oligopolios que en la actualidad comprenden una industria ensambladora de alimentos, de maquinaria y productos industriales en general, basada en la importación de los insumos preferentemente desde Estados Unidos. Hoy día Fedecámaras y su aliada Consecomercio (Consejo Nacional de Comercio), controlan las cadenas privadas de distribución y comercialización tanto de los bienes ensamblados industrialmente como de los insumos de origen vegetal o animal producidos localmente (Vargas Arenas y Sanoja 2015 138), lo que les permite tener un absoluto control económico sobre la vida cotidiana de los venezolanos y venezolanas.
En esas condiciones, la burguesía comercial siempre estuvo y sigue estando en capacidad de castigar cualquier amenaza de subvertir su hegemonía económica y política para favorecer el bienestar de la mayoría de la población venezolana. Ello se evidencia en su capacidad para imponernos la actual guerra económica: escasez de alimentos y medicinas más la inflación inducida, con base al acaparamiento de la producción y el contrabando de extracción de bienes de consumo cotidiano hacia Colombia y las Antillas Holandesas, entre otros destinos.
Cuatro
La agenda económica que desarrolla el gobierno bolivariano del Presidente Nicolás Maduro, basada en el Plan de la Patria que nos legó el comandante Hugo Chávez, ha puesto el acento en la producción nacional, particularmente en el aumento de la producción agropecuaria para lograr la plena soberanía alimentaria (Motor Agroalimentario). Uno de los motores fundamentales de dicha agenda es la promoción de las Comunas y Consejos Comunales, rurales, periurbanos y urbanos, células básicas del socialismo bolivariano (Motor de economía comunal y Social). Ambos constituyen espacios socio-productivos de carácter rural o urbano de poder, de autogobierno y de organización económica donde la comunidad, organizada de esta manera, ejerce la democracia directa y la participación protagónica como su práctica política para la construcción del Poder Popular y del socialismo comunal.
Destaca en este proceso la obtención en el presente año de extraordinarias cosechas de maiz, arroz, semillas y otros insumos, el éxito revolucionario obtenido tanto por la alta producción de la agricultura urbana como por el Plan de Siembra Comunal donde participan 78.000 productores que han puesto en cultivo 187.000 hectáreas de tierra agrícola, todo lo cual garantiza la soberanía alimentaria.de la Patria. Destaca, así mismo, la aceptación de que la agricultura urbana ha tenido en los sectores populares; ello constituye, a nuestro juicio, parte del proceso emancipador basado en la creación de nuevas cadenas comunales de producción y distribución comunal que consolidan la soberanía alimentaria en el marco de la propiedad social y contrarrestan la guerra económica. Se resuelve así la antigua contradicción dialéctica entre campo y ciudad ya que los agricultores no necesitan abandonar sus espacios de residencia urbana para llevar adelante el proceso de trabajo agrícola (Sanoja y Vargas-Arenas, 2016).
Cinco
La lucha contra la guerra económica se libra también a través de la Gran Misión de Abastecimiento Soberano, cuya planificación y conducción ha sido encomendada a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en el contexto de la acción cívico militar popular. Su aspecto estratégico reside en la creación de los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción) cuya finalidad principal es derrotar el monopolio capitalista que se apropió, desde hace siglos, de las cadenas de distribución y consumo de alimentos y otros bienes de consumo cotidiano para crear una nueva cadena revolucionaria de distribución cambio y consumo de bienes de la canasta de primera necesidad que funciona a través del Poder Popular, las Comunas y los Consejos Comunales.
Seis
Las Comunas y los Consejos Comunales rurales, periurbanos y urbanos constituyen, pues, parte de la microhistoria, espacios no-capitalistas bajo la autoridad del Poder Popular organizados tanto para la producción agropecuaria como para la producción de alimentos, ropa, calzado, productos de limpieza, productos para el aseo personal y otros, en el marco de la propiedad social (Sanoja y Vargas-Arenas 2016). Forman así redes donde se incorporan los pequeños productores y comerciantes comunales, coordinadas con las UBCH (Unidades de Batalla Bolívar-Chávez del Partido Socialista Unido) y diversos movimientos sociales tales como la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora, el Frente Miranda, el Movimiento de Pobladores que acompañan al Sistema Comunal, sustentadas igualmente en el Ministerio de Comunas y en las diversas misiones sociales que han transformado profundamente la realidad venezolana. Sobre esta red de organizaciones sociales se despliegan los CLAP, los cuales organizan, concentran y distribuyen semanalmente, casa por casa bolsas familiares contentivas de productos alimenticios, incluyendo los de manufactura industrial, que son vendidos a precios solidarios a los integrantes de las comunas y consejos comunales, garantizando de esta manera su distribución equitativa a todas las familias populares. Se crean así mismo redes de mercados comunales donde tiene cabida igualmente el trueque de bienes diversos con valor de uso entre los comuneros de la misma o de diferentes comunas.
Siete
La crisis del antiguo modelo rentista capitalista de la IV República está gestando, como vemos, un nuevo modelo económico productivo, la Agenda Económica Bolivariana propuesta por el presidente Nicolás Maduro, donde se combina la promoción y el estímulo a la producción de bienes y servicios, la ampliación de las superficies cultivadas y la obtención de cosechas record de maíz, arroz, café, granos, etc., la ampliación de la producción cárnica de bovinos, peces, aves, huevos, etc. mediante el financiamiento a los medianos y pequeños productores, el Plan de Siembra Comunal, a la agricultura urbana para la producción de hortalizas y vegetales.
La reestructuración de las cadenas productivas y distributivas incide sobre la estabilidad de la vida cotidiana, la microhistoria, en asociación con el diseño y ejecución de los grandes programas industriales de carácter estatal para la explotación y la comercialización del petróleo, el gas y los minerales metálicos estratégicos como el oro, el hierro, el manganeso, etc., y no metálicos como como el carbón las dolomitas, el fosfato, los diamantes, el kaolín, etc. la macrohistoria, que nos vincula con el mercado mundial de materias primas.
La faja petrolífera del Orinoco Hugo Chávez Frías, que contiene las mayores reservas de petróleo del mundo, el Proyecto Gasífero Mariscal Sucre, la 3ra o 4ta reserva de gas más grande del mundo y las reservas metálicas y no metálicas del Arco Minero, igualmente una de las más grandes del mundo cuyo valor estimado es de 2 trillones de dólares, representan la contraparte del nuevo modelo modelo postcapitalista bolivariano.
El desarrollo y la explotación de esta riqueza conlleva riesgos importantes para el ambiente y para las poblaciones humanas que habitan en las regiones que van a ser impactadas, una zona cuya ecología ya ha sido seriamente deteriorada desde hace décadas por una minería clandestina, cuyos principales depredadores no son precisamente venezolanos. Tratar de impedir que la nación lleve a cabo estos proyectos es una misión imposible: si no lo hacemos los venezolanos lo harán las transnacionales del imperio con todo el daño que ello implica para nuestra soberanía y para la vida de nuestro pueblo. La condición socialista de nuestra revolución exige la decisión de crear un instituto científico transdisciplinario ad hoc que investigue permanentemente el impacto ambiental y el cultural, las condiciones ambientales, económicas y sociales en las cuales se dan aquellos proyectos para prevenir y resolver las situaciones negativas que puedan producirse sea por error humano o por causas naturales. Un proyecto similar de impacto cultural nos tocó en suerte diseñar y dirigir en ocasión del proyecto de presas hidroeléctricas del Bajo Caroní, llevado a cabo por Electricidad del Caroní y la Corporación Venezolana de Guayana, el cual ha mostrado la posibilidad de controlar la afectación ecológica y cultural en proyectos públicos de esa envergadura si se le investiga científicamente.
La intervención de la barbarie imperial estadounidense y de las transnacionales en Venezuela que se concretan en la ofensiva mediática que apuesta al desprestigio de los logros de la Revolución Bolivariana, tienen como objetivo apoderarse tales fabulosas riquezas minerales, petrolíferas y gasíferas que constituirían una solución a la grave crisis financiera que aqueja a la banca mundial por la acumulación extrema de capitales que no encuentran posibilidades de transformarse en valores. Es decir, apoderarse de recursos como los que tiene Venezuela tal como ya han hecho las transnacionales principalmente en países como México, Argentina, Brasil, Colombia, Peru, Chile y Paraguay.
Ocho
Como podemos apreciar, nuestra percepción de la coyuntura que vive actualmente la sociedad venezolana difiere totalmente de la visión pesimista y catastrófica que las fuerzas de la derecha -tanto la imperial como su franquicia local (la MUD y sus aliados)- tratan por todos los medios de inducir en la mente de los venezolanos y las venezolanas.
El desarrollo nacional pleno de nuestras reservas energéticas y mineras, con el concurso de capitales y conocimientos empresas asociadas al crecimiento de nuestro proceso productivo, tendrá un extraordinario impacto positivo en la ampliación de los programas sociales que servirán para ir abriendo el paso a la futura sociedad comunal socialista… siempre y cuando tengamos una institución científica capaz de monitorear esos procesos.
La Revolución Bolivariana organiza y consolida de esta manera nuevas relaciones de producción, distribución, cambio y consumo en un contexto cívico-militar, que prefiguran parte de lo que podría ser el fundamento de una naciente sociedad comunal socialista y chavista asentada primariamente en el logro de su soberanía plena en todos los órdenes de la vida del pueblo venezolano. Estas características hacen muy difícil un proceso de regresión histórica hacia una sociedad capitalista neoliberal tal como sucede en otros países de América Latina, por la construcción de un mundo nuevo que sigue siendo posible y necesario.
Referencias citadas:
Sanoja, Mario. 2011. Historia Sociocultural de la Economía Venezolana. Banco Central de Venezuela. Caracas.
Sanoja, Mario e Iraida Vargas. 2016. Historia de la Propiedad Social en Venezuela. En Proceso de publicación. Banco Central de Venezuela.
Vargas-Arenas, Iraida y Mario Sanoja. 2015. La Larga Marcha Hacia la Sociedad Comunal. Tesis sobre el Socialismo Bolivariano. Fondo Editorial El Perro y la Rana. Col. Alfredo Maneiro. Serie en La Historia. Caracas.
Vargas-Arenas, Iraida y Mario Sanoja Obediente. 2013. Venezuela: Revolution, History and Cultural Identity. En: Counterpoint: Essays in Archeology and Heritage Studies in Honour of Professor Kristian Kristiansen. BAR International Series. Information Press, Oxford. UK.
*Profesores Titulares Jubilados. Universidad Central de Venezuela. Profesores Invitados de la Escuela Venezolana de Planificación Social.