De la guerra económica capitalista a la estabilidad del nuevo modelo socialista y comunal

Luis Salas Rodríguez

En Venezuela, la economía comunal insurgió en su oportunidad como una alternativa a la crisis tanto de  modelo capitalista dependiente, rentista y periférico histórico, como a los desastres causados por la década pérdida de reformas neoliberales de finales del siglo XX.

Fue en el año 2004, que el presidente Hugo Chávez creó lo que entonces denominó Ministerio de Economía Popular, el cual ha evolucionado hasta ser en este 2015 el Ministerio del Poder Popular para las Comunas y Movimientos Sociales, dentro del cual hace vida el vice ministerio de Economía Comunal.

Sin embargo, en este 2015, la economía comunal ya no se presenta simple y llanamente como una propuesta de alternativa al capitalismo, sino con una doble nueva condición: la de ser una realidad y ya no una idea, al tiempo de pasar de ser una alternativa a convertirse en una urgencia, en una necesidad histórica.

En momentos en los cuales nuestro país enfrenta el acoso del capitalismo mundial expresado en  un bloqueo financiero y comercial no decretado, de ataque a nuestra moneda, de guerra de precios del petróleo, así como el sabotaje mezclado con incapacidad del aparato “productivo” comercial, de las mafias políticas y económicas que hacen vida en torno suyo, la economía comunal, como base del modelo productivo socialista, emerge como respuesta y garantía de superar la coyuntura sin sacrificar lo alcanzado.

La primera pelea dada la economía comunal es la de crecer y ganarse un espacio. En este sentido, ha tenido que luchar contra los límites externos que se le imponen, tanto por parte de un aparato estatal heredado que está hecho para servir al gran capital especulativo parasitario, como por parte de ese propio capital especulativo parasitario y sus métodos delicuenciales de operar.

Luego, ha tenido que luchar para hacerse visible y comprensible, en el sentido de dejar de ser concebida como una economía marginal, asistencialista, op de lo pequeño (de lo comunal entendido como lo mero local geográfico) para darse a entender como la base de un nuevo modelo en construcción.

Son peleas que se siguen peleando ciertamente y que se seguirán dando por mucho tiempo, pero dentro de las cuales se ha avanzado tanto que hoy se da una nueva: la de dar respuesta a la crisis capitalista, y por esa vía, consolidarse precisamente como la base del nuevo modelo económico social.

Hoy, por ejemplo, alrededor del 60% de las viviendas de la Gran Misión Vivienda Venezuela, son construidas por formas organizadas en economía comunal.

Y es que tras el proceso político iniciado en 1999 con la llegada a la presidencia de Hugo Chávez, Venezuela arranca un proceso de cambios cuya expresión más acabada en materia económica ha sido la superación parcial de la restricción interna a través de la democratización del consumo y del empleo formal.

Sin embargo, esto plantea en la etapa actual una serie de retos a la sostenibilidad de lo avanzado, retos que por lo demás se presentan en un contexto internacional adverso de restricción externa (recesión económica global, caída del precio de las materias primas, bloqueo financiero comercial, etc.) y de tensiones internas provocada por la resistencia de poderes económicos tradicionales.

En tal virtud, como decíamos, la clave en esta nueva etapa consiste en encontrar las vías para superar la coyuntura sin devolvernos a los tiempos de la restricción interna provocada por la caída de la demanda y el poder adquisitivo de la clase trabajadora.

Así las cosas, la democratización del consumo para sostenerse y profundizarse, debe acompañarse por una democratización del hecho productivo y comercial. Y este es un hecho muy importante, pues ante la escasez o los cuellos de botella, la única respuesta no puede ser aumentar la productividad si el producir más no implica la entrada de nuevos actores que funcionen bajo otras lógicas que las mercantiles tradicionales, lo que es patológico en el caso de nuestras “burguesías” rentistas.

De más está decir que la concentración, el monopolio, la cartelización, etc., no solo son mecanismos muy efectivos para captar tasas extraordinarias de ganancia y picar adelante en la puja distributiva, sino también y tal vez sobre todo de presión y chantaje usados por los poderes económicos para hacer valer sus intereses por encima del resto de la sociedad e impedir o al menos retrasar los grandes cambios necesarios.