Crecen movilización del pueblo y temor del poder en Argentina

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Juan Guahán | 

Todos, absolutamente todos, somos testigosen la Argentina  de los diferentes modos que repercuten los reclamos, movilizaciones, paros, protestas, de distintos sectores del pueblo afectados por las políticas públicas del Estado. Estas respuestas de los sectores populares generan broncas y miedos en quienes ven, en esas justificadas reacciones, restricciones a sus libertades.

En esas circunstancias piden la intervención del Estado, que niegan muchas otras veces. No son pocas las oportunidades en las cuales reclaman mayor represión sobre quienes salen a quejarse por los efectos cotidianos de las decisiones estatales. El objetivo de tal actividad, de organizaciones del pueblo, es señalar la insatisfacción frente a una medida o situación demandando su reparación o cambio para que los reclamantes encuentren una satisfacción a su pedido o necesidad.

Es obvio que tal reclamo puede tomar diversas formas y tener objetivos distintos, según los protagonistas, el momento y lugar de su ejercicio.

De todos modos se puede advertir que, según las épocas, tales expresiones tienen ejes centrales que van evolucionando. Para citar solo un par de ejemplos, en la década de los 80’ la mayor parte de esos reclamos tenían que ver con el fin de la dictadura, el genocidio producido y para terminar con la apertura económica y su efecto: la consecuente desindustrialización, pero desde hace algunos años, tales demandas son –en términos generales- protestas, por la situación económica y social que atraviesa el país y que tienen en amplísimos sectores populares sus principales afectados.

Es lógico que tales reclamos impacten sobre la sociedad y el poder en la medida que expresen una demanda suficientemente amplia, capaz de congregar multitudes y obstaculizar el funcionamiento del gobierno o instituciones a las que se dirige.

El poder del actual Estado demanda gobernabilidad. El reclamo de los insatisfechos produce –de maneras que su apreciación sobre la correlación de fuerzas se lo indique- la ingobernabilidad del sistema que los perjudica, buscando una respuesta a su demanda y/o creando condiciones para una nueva forma de participación.

Cuando estos reclamos se incrementan y renuevan su fuerza, frecuencia y presencia en diferentes espacios públicos, sin encontrar respuestas -por parte del gobierno encargado de dárselas- estamos frente a una situación muy particular: Las instituciones estatales se manifiestan  incapaces de cumplir con sus obligaciones de bregar por el bien común o el interés de las grandes mayorías.

A partir de esa situación crecen las perspectivas de estallidos sociales, esos que conmueven profundamente a nuestras sociedades. Octubre del 45’, liberando a Perón y dando nacimiento al peronismo, fue uno de esos momentos; el Cordobazo del 69’, con sus perspectivas de cambios profundos, fue otra circunstancia del mismo carácter.

Aquél “¡Que se vayan todos!”, del 19 y 20 de diciembre 2001, marcó un punto de inflexión en la sociedad que abrió las esperanzas y las puertas a las mejores decisiones de Néstor Kirchner desde la presidncia. Hoy, ante la dolorosa situación presente, avanzan las perspectivas de nuevas y dispersas rebeldías tras las cuales se puedan encauzar las energías contenidas de nuestro pueblo.

Da la impresión que el conocido principio de avanzar desde la periferia al centro vuelve a recuperar el sentido estratégico que le permita al campo popular seguir acumulando fuerzas, en su capacidad de organización, movilización y las alianzas sociales y políticas necesarias para producir las transformaciones que la realidad demanda.

Crece la preocupación del poder

Desde hace un tiempo, se está incrementando la movilización popular. Desde distintos lugares advierten sobre la posibilidad de un estallido social. Es unánime el convencimiento que la presencia de un importante grupo de organizaciones sociales, muchas de ellas simpatizantes del oficialismo gobernante, es un instrumento para evitar que se produzca una situación de este tipo, aunque ello les significó haber cedido gran parte del control callejero que tenían.

Cuando esas movilizaciones alcanzaron su techo y parecían estancarse en repetitivos “marchódromos”, la Unidad Piquetera, que –mayoritariamente- agrupa a las organizaciones sociales de oposición, convocó a una Marcha Federal que partió desde los extremos del Noroeste, Noreste, Cuyo y la Patagonia. Unas cien mil personas, con delegaciones de todas las provincias, recorrieron miles de kilómetros hasta llegar al símbolo del poder, la Plaza de Mayo.

Traían a cuestas todas sus historias, sus tradiciones y necesidades. Ese encuentro de necesitados, su interacción física y comunidad de voluntades, les permitió avizorar la fuerza que tenían y entrever la posibilidad de cambiar la realidad. Parecían encarnar el ensayo general de una patriada liberadora que comienza a vislumbrar que nada es eterno y que la situación se puede transformar.

Desde distintas capillas ideológicas avisan que esta situación está alcanzando límites insostenibles. En días recientes, Jaime Durán Barba, el ecuatoriano que fuera el gurú de Mauricio Macri, dio su visión crítica y asustada por estas perspectivas. “Va a darse una rebelión interna de los piqueteros y planeros, puede ser un lío  espantoso”, sostuvo. Lo hizo en un reportaje por la CNN advirtiendo que a los que reciben subsidios la plata no les alcanza y demandan aumentos que al gobierno le resulta difícil de afrontar.

La hegemonía del poder económico concentrado hace que los mayores subsidios los reciban, bajo las formas más diversas, las grandes empresas; le siguen los otorgados a sectores medios –puntualmente- a través de los subsidios a las tarifas de los servicios públicos y quedan por último los subsidios a los más pobres.

Son éstos justamente quienes sobreviven –en gran medida- merced a esas ayudas. Su situación puede transformarse en el detonante de generalizadas rebeldías. Es que el 22% de los hogares recibe algún apoyo de este tipo, pero allí solo se destina entre 1,2 y 1,5% del PBI.

 *Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)