Ciencia y conciencia
Discurso de aceptación del Doctorado Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar.
Apropiabilidad. Todo conocimiento viene de otro y genera a su vez uno nuevo. Así como la plusvalía es expropiada al trabajador, la Ciencia es expropiada a los investigadores, quienes en la mayoría de los casos no pueden decidir sobre su aplicación. El saber surge de ininterrumpidos procesos de acumulación social, pero es confiscado para uso exclusivo de monopolios o Estados. El poder sobre el conocimiento es poder sobre lo económico y social, que engendra y perpetúa clases, castas, élites, oligarquías, marginalidades, tiranías.
Autoagotamiento. La aplicación incontrolada de la técnica consume los mismos recursos que la posibilitan. Fuentes autorizadas como la Agencia Internacional de la Energía y British Petroleum predicen el agotamiento en cuatro o cinco décadas de la energía fósil que provee el 80% del consumo energético mundial. Igualmente limitadas son las reservas de otros recursos estratégicos. De no ser aplicado un nuevo paradigma civilizatorio, las potencias que ejercen la hegemonía planetaria gracias a su consumo librarán devastadoras guerras por sus remanentes, para enfrentar luego el colapso civilizatorio.
Mímesis. La Ciencia, fruto del conocimiento, aborda la tarea de generarlo: vale decir, la progresiva suplantación del trabajo intelectual humano por el de máquinas inteligentes. The Future of Jobs Report 2023 del World Economic Forum señala que 34% de los trabajos están ya automatizados, que se espera que para 2027 lo estén el 47%, y que el 75% de las compañías encuestadas planea adoptar la Inteligencia Artificial (https://www.weforum.org/press/2023/04/future-of-jobs-report-2023-up-to-a-quarter-of-jobs-expected-to-change-in-next-five-years).
Bajo un esquema de juegos suma cero ello implica en pocas décadas la automatización de la casi totalidad de los empleos. Pues los artificios informáticos no sólo desempeñan con menor costo y mayor precisión tareas sencillas: actualmente aventajan al ser humano en ejecución de diagnósticos médicos, análisis de documentos jurídicos, composición de piezas musicales, redacción de textos difícilmente distinguibles de los redactados por humanos.
El desarrollo de las Ciencias Exactas crea e intensifica exponencialmente estas contradicciones, sin que exista un paralelo desarrollo de las Ciencias Sociales capaz de controlarlas ni conciliarlas. Vivimos en las superestructuras creadas en el siglo XIX por la máquina de vapor: liberalismo económico y socialismo científico. De un cuanto no podemos extraer otra ética que la Indeterminación. Ya que resultamos de procesos ciegos de la Naturaleza, nos corresponde desarrollar una visión de nuestro sitio en ella. En otras palabras, humanizar la Ciencia y hacer Científicas las Humanidades.
La ciencia es el código genético de un modo de producción. Lo que amenaza hoy a la humanidad no es el avance científico y tecnológico, sino los fines competitivos y devoradores que les asigna el capitalismo. Sistemáticamente sacrifican naturaleza y seres humanos al dividendo, porque éste es el Alfa y el Omega de un estilo civilizatorio.
Si la Ciencia nos ha cercado con un laberinto, en la Ciencia debemos buscar las alas para sobrevolarlo. John von Neumann, uno de los creadores de la Teoría de los Juegos, formuló el modelo de los llamados juegos suma cero, donde la ganancia de una parte equivale a la pérdida de la otra y el final de la partida es la destrucción del contendor menos fuerte. (Heims: 1986, 15). Fanático de la proliferación de artefactos nucleares, de los que opinaba “no creo que ninguna arma pueda ser demasiado grande”; Neumann en 1950 manifestó “si ustedes dicen que por qué no bombardear mañana, yo digo que por qué no hoy.
Si ustedes dicen que por qué no a las cinco, yo digo que por qué no a la una”(Heims: 1986, 211). Afortunadamente, del pensamiento científico que se complace en estos juegos macabros podemos extraer asimismo estrategias salvadoras.
Estamos en los umbrales de un nuevo modo de producción. La Ciencia ofrece la posibilidad técnica de hacer avanzar ilimitadamente el conocimiento y satisfacer las necesidades fundamentales del género humano sin destruir la naturaleza; para ello sólo debemos transformar un modo de producción fundado en la tasa de ganancia y la competencia destructiva en otro dedicado al beneficio mutuo de la humanidad y de su entorno. Como lo demostró Edward O. Wilson en su medular trabajo Sociobiology, the new synthesis, en la selección natural tan decisiva como la lucha es la cooperación dentro de las especies y entre ellas (Wilson, 1976).
La vida no es sólo despiadada guerra de todos contra todos: por el contrario, células, individuos, especies e incluso reinos de la naturaleza no sólo no se agreden innecesariamente, sino que además colaboran entre sí en complejas tramas sin las cuales no sería posible la existencia. En el ámbito humano, matemáticos como John Forbes Nash demostraron que son posibles juegos de estrategia cooperativos de mutuo beneficio. La salvación de la humanidad y de la naturaleza depende del abandono del paradigma de la competencia suma cero y la adopción de juegos de equilibrio y de mutuo beneficio.
Sólo estas estrategias de equilibrio y de mutuo beneficio podrá regir la difícil transición hacia un mundo movido por energías alternativas, que hoy en día suministran apenas alrededor del 10% del consumo energético mundial. Bajo el paradigma del juego suma cero, en un mundo en el cual según los informes de Oxfam el 1% de la población posee más de la mitad de la propiedad del planeta, y el 10% es propietaria del 80% de los bienes, ello significaría la obsolescencia y quizá la aniquilación de la inmensa mayoría del 90% de no propietarios. Bajo el paradigma de los juegos de cooperación, en cambio, ello libraría a la humanidad del trabajo alienado y haría posible que dedicara todo su tiempo al conocimiento, al arte, o simplemente al disfrute de la vida.
Ante nosotros se abren las puertas de Utopía y las del Infierno. Nos corresponde elegir. La Ciencia es un instrumento, y no un tirano.