Cien
Luis Britto García|
Pasa una centuria como un soplo cuando sus años nacen con vocación de eternidad. Apenas el siglo cumple 17 cuando pasa de la minoría de edad de la utopía a la adultez de la Revolución.
La Revolución y el talento tendrán siempre enemigos porque lo que resplandece ciega a quien no brilla.
El mismo día en que el pueblo toma el poder, 14 potencias imperiales le declaran la guerra a muerte, pero la Revolución que apenas resurge de las cenizas de una guerra mundial las va derrotando.
Ese gobierno de campesinos y obreros, que lucha por sobrevivir desde su primer instante, concede por primera vez en el mundo el derecho al voto a las mujeres y el derecho a la atención médica gratuita para todos los enfermos, a la educación, al trabajo, a la esperanza.
Todavía la revolución es niña cuando su dirigente, antes de ser abaleado en el cuello, reconoce a cada uno de los pueblos que la integran el derecho a su propia cultura, a su lenguaje propio, a su propia nacionalidad.
La contrarrevolución de terratenientes y oligarcas devasta el país hasta que el pueblo vuelto Ejército Rojo impone su derecho a la existencia.
Apenas arranca el siglo y ya los soviéticos constructivistas inventan el arte abstracto, la arquitectura moderna, el lenguaje de la propaganda.
Todavía el cine es un parpadeo cuando ya los cineastas soviéticos inauguran el lenguaje cinematográfico y hacen a las masas protagonistas de sus propios sueños.
Allá, el soviético poeta grita versos despojados de rimas y de sentimentalismos hasta golpear el plexo solar de la vida.
Cómo esos músicos en medio de teatros derruidos y pianos desventrados componen el himno de la era que nace.
Cómo es que campesinos toscos y obreros empecinados en solo 27 años convierten a un país que roturaba con arado de palo en una potencia capaz de derrotar al imperio fascista más poderoso del mundo.
Por qué esos pueblos que por la humanidad han sacrificado más de veinte millones de vidas en lugar de agradecimiento reciben la conspiración de todos los poderes capitalistas y el cerco de una Guerra Fría como el corazón de un avaro.
Entra la Revolución en la madurez en un mundo en el cual la mitad de los seres son ya socialistas.
Allá asombran los soviéticos al planeta catapultando al infinito el primer satélite, el primer cosmonauta, el primer descenso suave en la luna.
Solo por causa de la Revolución los propietarios sobornan a los proletarios con migajas de Estado de Bienestar para que no se vuelvan comunistas.
Invicta ante los ataques frontales del mundo, la Unión solo cae ante la emboscada interna del burócrata que aspira a propietario.
Los usureros demuelen el Parlamento a cañonazos para subastar por baratijas el más extenso de los países del mundo.
Las revoluciones solo son destruidas para renacer más perfectas en la esperanza y en el futuro: inagotables.