Gran mercado de corruptos

Beltrán Haddad|

Sin lugar a dudas, América Latina se ha convertido en el gran mercado de la corrupción de los políticos, desde México hasta la Patagonia. La última perla de ese mundo de sobornos: “coimas”, “comisiones” o “matracas”, nos llega del Perú a raíz de la investigación penal a un ex presidente al que se le imputa un soborno por 20 millones de dólares. Hace algún tiempo dije que la corrupción de los políticos no es un fenómeno nuevo, que por desgracia va a la sombra de la política; pero en la actualidad es preocupante por la forma y niveles de poder que penetra en la región, donde las prácticas corruptas de políticos y empresarios son envolventes y se conjugan con la economía privada en el mayor desparpajo que usted pueda imaginar. Por supuesto, ese tipo de corrupción es el que hace que los honestos y ese hombre de la calle que tiene su ética del trabajo pierdan la confianza en los gobernantes y en las instituciones.

Ahora quiero detenerme un poco en lo que respecta a nuestro país. No estamos exentos de la corrupción, es de larga data y ha estado marcada por la presencia de muchos dirigentes que se han enriquecido a la sombra de la política. Cualquiera que como yo -decía Winfried Hassemer- considere que el tema de la criminalidad en lo esencial no está cerrado, sino al contrario sigue planteando problemas, se tomará muy en serio el peligro del fenómeno de la corrupción. Eso es válido porque ella es muy difícil de contener, pero quiero repetirles algo a los dirigentes socialistas de la revolución bolivariana: Simón Bolívar, desde el Palacio de Lima, allá en el Perú de 1824, decretó la pena de muerte para cualquier funcionario malversador o ladrón de 10 pesos arriba de los fondos públicos.

Soy enemigo de la pena de muerte, pero ¡carajo!, aquí no podemos permitir dirigentes socialistas corruptos y mucho menos en estos momentos de una Venezuela en crisis y asediada por poderosos intereses financieros e imperialistas. La corrupción de un dirigente socialista es traición a la revolución y un crimen contra la sociedad venezolana. Corrupto no es chavista. Quien esté en el Gobierno y robe, o como dirigente político negocie contratos o reciba comisiones por contrataciones públicas, debe ser denunciado, sea quien sea, y enjuiciado. No podemos aceptar en revolución líderes corruptos. Combatir la corrupción es también una forma de hacer la revolución.