Chile, la Revuelta Constituyente
Paul Wader
La ceremonia de inauguración de la Convención Constitucional vuelve a reforzar el proceso iniciado hace 20 meses con la revuelta de octubre del 2019. Un momento que es una nueva aceleración del movimiento popular, que lo expande y lo canaliza. La ceremonia constituyente adquirió este domingo 4 de julio su identidad, que apunta hacia la soberanía popular, a su independencia de los poderes constituidos, a su fusión con las corrientes populares, con las demandas levantadas desde el 18 de octubre.
Pero sin duda la mayor identidad es la fuerza que le ha imprimido la cultura y también demandas de los pueblos originarios. El discurso maravilloso de Elisa Loncón, la mapuche doctora en lingüística recién elegida presidenta de la CC, ha dejado con cierta claridad cuál es el horizonte y los alcances deseados de esta convención.
La CC tiene su núcleo en el reconocimiento del pueblo mapuche como identidad propia que forma parte del estado chileno. ¿Nación? ¿Autonomía? No importa todavía. Sí su presencia clara y sólida en el discurso y el lenguaje, que lo dice sin inhibiciones. Posiblemente nunca jamás en toda la historia de la república de Chile esta etnia no sólo haya levantado con claridad su voluntad y sus demandas sino tampoco haya tenido una representación y respaldo en una instancia de re-fundación de un estado.
Una inauguración sin protocolos externos. Sólo los mínimos, básicos, pero también otros innecesarios y bastos. Como lo fue la interpretación, o el intento de interpretar, del Himno Nacional de Chile, pifiado desde sus inicios por los representantes de los pueblos originarios y de la Lista del Pueblo.
Una señal de que hemos llegado al final de un camino para emprender algo muy diferente. Aquello conocido como Chile, el estado nación creado a inicios del siglo XIX, es, precisamente lo que está en discusión. No solo se acaba aquí la constitución de Pinochet parchada por Ricardo Lagos, sino el estado chileno tal como lo conocemos.
En las horas previas a la inauguración ocurrió un incidente que fusionó el interior de la Convención con las calles. Una expresión inmediata y también una llamada hacia el futuro. La represión de las Fuerzas Especiales de Carabineros a los manifestantes que apoyaban desde fuera a los constituyentes de la Lista del Pueblo y de los pueblos originarios levantó no solo la primera señal de independencia de la Convención sino también la fuerte cohesión entre representantes y representados. Los de aquí dentro somos también los de fuera.
La dirección de las imágenes transmitidas por streaming tuvo grandes aciertos. En partes clave del discurso de Elisa Loncón o en otros episodios, como el acuerdo para exigir una amnistía para los presos de la revuelta este lunes, aparecían escenas y expresiones en la disminuida y minoritaria bancada de la derecha que observa como la construcción oligárquica se proyecta derrumbar.
Aquella construcción, artificial como la que más, levantada durante más de dos siglos para blanquear al país, para integrarlo a Occidente, para convertirlo en modelo del capitalismo neoliberal, se viene abajo.
Está rodando. Y ante ellos, ante la mirada de una Marcela Cubillos, un Jorge Arancibia o un Hernán Larraín Matte, surge otra entidad, multicultural, indígena, mestiza, ruidosa, pobre y, en especial, valiente. Dos culturas, o dos naciones, estrelladas. Una edificación falsa e incompleta, que se cree europea, occidental, y el verdadero país. Chile es también sudamericano.
Esto es un torrente que cae sobre el Estado chileno, sobre sus estructuras, poderes e instituciones. Parece un vendaval que no tendrá freno porque se extenderá hacia regiones, los barrios, pueblos. Tal como en las elecciones de los constituyentes del 15 y 16 de mayo votó el espíritu de la revuelta popular, ayer también estuvo presente en la inauguración de la Convención y también estará presente durante los próximos largos meses.
Si le agregamos las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre, y el posible triunfo del candidato comunista Daniel Jadue, la escena será la tormenta perfecta para la derecha y la oligarquía.
El huracán sopla y crece. Y se llevará por los aires, de partida, a todo el modelo neoliberal y a sus bases inscritas en la constitución de Pinochet-Lagos. Anuncia que nada está escrito sobre piedra, ni el himno de Chile, su bandera, ni su estructura productiva o política. Todo está por cambiar, también aquella prensa que hizo durante décadas política de circo, de un vodevil binominal coreado por analistas neoliberales.
Este 4 de julio se instaló en Chile una verdadera política.
*Periodista y escritor chileno, licenciado en la Universidad Autónoma de Barcelona, director de Mural.cl, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)