Britto García: Enero/ Curcio: Ayuda humanitaria

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Enero

Luis Britto García|
Extraño mes es enero. Con él comienza el año, pero en él nada empieza. Ningún proyecto arranca, ninguna duda se aclara, ninguna urgencia se satisface. Vivirlo es encontrarse perdido en alguna misteriosa inopia, en una dimensión donde nada se resuelve. Enero son los minutos de sueño antes de la segunda llamada del despertador; el conteo en la lona; la media hora de retraso con que se inicia todo acto privado u oficial.

Hasta los propios Reyes Magos, figuras emblemáticas del período, son ejemplo de eso que los gringos llaman bad timing: arriban muy tarde para el Nacimiento, después de la Matanza de los Inocentes y demasiado temprano para la Pasión. Uno se los imagina engalletados con aquellos bártulos de oro, incienso y mirra, buscando dónde estacionar camellos, preguntando por una señora que vivía en un pesebre y con expresión de ¿ahora qué hacemos?Resultado de imagen para enero

Y no es para menos. Enero es mes de tránsito, mes vacilón, mes sala de espera, mes postdata, mes limbo, mes vuelva el mes próximo. Suerte de paréntesis, debería ser declarado inexistente. El presupuesto apenas empieza a ejecutarse con el Carnaval de febrero.

Las cotizaciones para los contratos se parapetean a mediados de marzo y hasta la misma Semana Santa a veces sólo se presenta hacia abril, como avergonzada de que se le pegaron las cobijas. Únicamente con las lluvias y los derrumbes de mayo siente la ciudadanía que ha comenzado el año propiamente dicho y que puede dedicarse a las tareas planeadas para él, es decir: postergarlo todo hasta el venidero con la excusa de que ya viene diciembre.

Los aztecas denominaban al lapso entre un año y otro con un nombre tan hermoso como terrible: los días enmascarados. Mes incógnito, no tiene enero todavía los rasgos de la añoranza de lo que fue ni las facciones de la esperanza de lo que será. Jano, dios de las fronteras, los límites, las puertas y las transiciones, lo aflige con sus dos caras. La una se vuelve al pasado y la otra al futuro como símbolo de la trascendencia del hito que los liga: el sentido de la Historia. Algo aquí nos concierne.

Avanzaré mi hipótesis sobre la nueva identidad del venezolano: vivimos un enero perpetuo, con el vago recuerdo de una fiesta que acabó antes de empezar -vacas gordas, Venezuela Saudita o Gran Venezuela- y de la cual sólo quedan un montón de platos sucios con hojas de hallacas, vasitos de plástico con hielo derretido y una lista de buenos propósitos perfumada con caña mala. Es demasiado tarde para enmendar la plana; demasiado temprano para revisar lo que está pendiente (es decir, todo). Nuevo Jano, el habitante de enero también presenta dos cabezas, una atormentada por la migraña de lo que no hizo y otra por la jaqueca de lo que no hará. Enero es la ilusión de que el balance no existe mientras no pensemos en él; el engaño de que el déficit desaparecerá en cuanto lo olvidemos. El ciudadano enero elige o soporta al gobierno enero, que no echa para alante ni para atrás, que no acaba de comenzar ni de terminar.

En esta forma paradójica el mes de las transiciones, de los cambios y del devenir se torna mes de la parálisis. Como la posmodernidad, está situado en medio de la nada y sin proyecto. El perpetuo enero es la resistencia a cambiar nada mientras nos cambiamos en nada.

Semejante calma chicha no es felicidad, sino todo lo contrario.

La modorra de enero es el estupor con el cual comprendemos la vacuidad de toda indecisión, la inopia de toda chicha con limonada. Sólo cuando decidamos entre pasividad y acción, entre Según Vaya Viniendo Iremos Viendo y Proyecto, entre defensiva y contraofensiva, entre reformismo y Revolución, saldremos del perpetuo Enero hacia el porvenir.


Ayuda humanitaria

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Pasqualina Curcio| Desde Washington insisten en convencer al mundo de que Venezuela está inmersa en una crisis humanitaria y que se requiere la apertura urgente de un canal para “ayudarla”. La Cámara Baja del Congreso de EEUU aprobó recientemente una Ley de Asistencia Humanitaria para Venezuela. Buscan justificar, ante la ONU, una intervención extranjera.

Sin desconocer la penuria de los medicamentos que padece el pueblo venezolano, es necesario precisar que ni la situación es de crisis humanitaria, ni es necesario abrir un canal de asistencia para solucionar la escasez.

Las ayudas humanitarias se justifican cuando, dada una catástrofe natural o una guerra armada, las empresas responsables de producir, importar y distribuir medicamentos quedan destruidas, sus trabajadores se cuentan entre las víctimas y las vías de comunicación están obstaculizadas, lo que dificulta el traslado de personas y bienes. El mundo sabe que esto no ha ocurrido en Venezuela.

Las empresas que durante décadas han abastecido a las farmacias y al sistema de salud siguen operativas en Venezuela, ninguna ha cerrado sus puertas. Nos referimos a las filiales de grandes transnacionales de la industria farmacéutica, en su mayoría de capitales norteamericanos y europeos. Todas ellas están en la lista Forbes Global 2000 por ser empresas con las mayores utilidades y ventas a nivel mundial. Son las mismas que han recibido de parte del Estado venezolano alrededor de 25 mil millones de dólares al tipo de cambio preferencial desde 2003.

Basta con leer los recientes informes anuales de estas empresas (todos disponibles en sus portales web) para observar que ninguna reporta pérdidas operativas en Venezuela, mucho menos el cierre de sus filiales en el país. Esto coincide con el hecho de que buena parte de los medicamentos que escasean en los mercados formales pueden ser adquiridos, con sobreprecio, en los ilegales.

Resultado de imagen para ayuda humanitaria venezuela¿Por qué abrir un canal humanitario para que, al final, sean estas mismas empresas las que por esa vía “abastezcan”, si pueden hacerlo directamente desde Venezuela? Si de “ayuda” se trata, en todo caso, que ésta sea ofrecida a las propias empresas.

De gran ayuda sería también que el Gobierno de EEUU levante el embargo comercial encubierto contra el pueblo de Venezuela y derogue la orden ejecutiva que bloquea financieramente al Estado impidiéndole importar y pagar los medicamentos.

Un dato final. Venezuela muestra un índice de desarrollo humano alto, ocupa el puesto 71 de 188 países y registra la menor desigualdad de ingresos entre los países de América Latina. Esto también lo sabe el mundo. La ONU se ha encargado de publicarlo en sus últimos informes.