Botero: “la paz en Colombia sería una gran victoria para la izquierda”

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NOS DIGITAL | Jorge Enrique Botero dio la primicia del inicio de las primeras negociaciones en diez años entre las FARC y el gobierno colombiano, que comenzarán en Oslo, Noruega, el 5 de octubre. Es el periodista mejor informado sobre el conflicto armado en Colombia, y escribió cuatro libros sobre el tema que fueron récord en ventas. Botero compartió una tarde cálida en Caracas con NosDigital, días antes de partir a Colombia, su patria natal, para seguir desde la primera fila el proceso de negociación que, espera, culmine en un pacto de paz que termine con el conflicto que hace cinco décadas existe en el país centroamericano.
Mientras tomaba su gaseosa de naranja y sacudía su camiseta de Independiente de Santa Fe para espantar el calor, Botero afirmó que hace ya un año que se vienen dando los acercamiento entre las FARC y el gobierno: “eran secretos, bajo el sigilo absoluto, no hay detalles todavía de cómo fueron exactamente, pero estuvieron blindados de influencias negativas que pudieran tener en el caso de que hubieran sido públicos, me parece que fueron construidos con mucha sabiduría”. Aclaró que se dieron en medio de los más cruentos combates, que llevaron a la muerte del máximo jefe de las FARC, Alfonso Cano y del comandante militar el Mono Jojoy. “Detrás de esos acercamientos, estuvo el acompañamiento de personas como Fidel y Raúl Castro, Hugo Chávez y un actor muy especializado en el tema de las negociaciones de conflictos armados: Noruega, país que en este momento sirve de mediador”.

-¿Esta negociación llega por que hay un “empate” entre las FARC y el gobierno colombiano?

-El Estado colombiano ha reconocido que es imposible la eliminación del adversario y a su vez la insurgencia ha aceptado que el plan que construyó con tanto ahínco durante casi cinco décadas para llegar al poder por la vía militar tampoco es posible hoy en día. La balanza no está tan equilibrada como hace quince años, está inclinada a favor de las fuerzas regulares, pero las fuerzas armadas revolucionarias fueron capaces de contener la enorme ofensiva que se vino contra ellos, que tenía 500 mil miembros de la fuerza pública, más de 10 mil millones de dólares de apoyo norteamericano, más de mil asesores militares gringos en Colombia, contratistas norteamericanos veteranos de guerras antiguas, y una asignación presupuestal por parte del Estado de más de seis puntos del PBI colombiano. Una nueva generación de comandantes guerrilleros y una gestión que logró salirse de la corriente ultra derechista que predominó en los últimos gobiernos de Colombia, han conseguido firmar el pacto y dar inicio a negociaciones formales que se iniciarán en Oslo y terminarán en La Habana, con el firme propósito de las partes de no levantarse de la mesa hasta no obtener o suscribir un pacto de paz que le ponga fin a casi seis décadas de conflicto.

-¿Cómo esta negociación puede generar confianza después de la masacre de la Unión Patriótica? (donde hace 30 años la Alianza Política entera, militantes y dirigentes, fueron aniquilados por el paramilitarismo)

-Yo creo que sería impresentable ante el mundo que el gobierno fuera incapaz de garantizar que una fuerza política surgida de un acuerdo de paz no pueda ejercer con todos sus derechos en el ámbito de la política. Si ello llegase a suceder, Colombia tendría que ser considerada un Estado fallido por la comunidad internacional. Quedaría en el más absoluto aislamiento y correría con terribles consecuencias en sus relaciones internacionales. Sería la propia comunidad internacional la que obligaría, incluso legitimaría el derecho a la insurgencia armada y a la revolución. Si tu me preguntas a mí, periodista que hace veintitantos años que cubre solo el tema de la guerra, la paz y la política, te diría que eso no va a volver a suceder, no puede volver a suceder.

-¿No volvería a suceder porque el gobierno colombiano no lo haría o por la fuerza de la comunidad internacional?

-No volvería a suceder porque fue un experimento puesto en marcha por fuerzas absolutamente retrógradas, oscuras, que a mi modo de ver hoy en día tienen poco peso político dentro de la realidad nacional. No quiero menospreciar el poder de la derecha, sé que van a intentar por todos los medios obstaculizar un proceso de paz, y más que eso van a tratar de obstaculizar la existencia de una paz duradera si es que se llega a firmar. Pero pienso que así como el Estado fue cómplice durante muchos años de las fuerzas armadas de la derecha, de los grupos paramilitares, de los escuadrones de la muerte, tiene también hoy en día no sólo la suficiente información de inteligencia si no también la capacidad de ponerle punto final a esa máquina de muerte que azotó más que nada a los campos de Colombia. Es también el Estado el que ahora cuenta con la voluntad política de un sector muy grande de lo que podríamos llamar el establecimiento tradicional de Colombia, que en una actitud que yo incluso calificaría de pragmática, ha entendido que el país no puede seguir desgastándose en la prolongación de este conflicto hasta quién sabe cuándo.

Botero hizo una pausa para que el ruido que sale del estéreo de un auto desaparezca y no moleste en la grabación. Mientras seguía con los ojos el recorrido del bólido sonoro contó lo que parece ser una buena noticia: en el documento escrito que las partes firmaron y que ya está circulando, un párrafo establece el compromiso del gobierno colombiano sobre el desmontaje de lo que queda del paramilitarismo, eso supone que serán las misma fuerzas militares las que se encarguen de golpear al paramilitarismo que siga aún presente.

Por un momento los árboles de la verde Caracas se reflejan en los ojos del colombiano y recuerdan a la selva espesa que habita las FARC. Él, que mediante sus libros narró el amor, el nacimiento y el coraje en medio de la guerra, es el más indicado para hablar sobre la vida en los campamentos de las fuerzas revolucionarias: “Yo no dejo de maravillarme con la capacidad de movilidad que tienen las FARC, de ir construyendo en su eterno andar en la selva y en la montaña, pequeñas aldeas, sobre la base del esfuerzo conjunto. Es una de las actividades típicamente solidarias donde todo el mundo hace el papel de todo el mundo y las cosas confluyen mediante el esfuerzo colectivo. Son lugares donde encuentras en medio de la precariedad unas condiciones de vida muy soportables”. Sus ojos marrones y verdes por el reflejo, brillan más que nunca en toda la entrevista y la sonrisa se le asoma a medida que avanza con la descripción: “Todo lo que hacen es con lo que les da la naturaleza, es increíble. No puedo olvidar la frase de una persona que llego allá por primera vez, y saliendo me dijo: ‘ésta es la forma ideal de sociedad, en términos de armonía’. La rutina es dura, se levantan muy temprano, trabajan todo el día, evitando el peligro o detectando a su enemigo, planeando atacar. Eso quizás hace que ellos sean tan unidos. En la atmósfera se siente una calidez, una cosa colectiva. Por supuesto hay las mismas pobrezas y grandezas humanas que en cualquier grupo social. Celos, pasiones y pequeñas telenovelas circulando todo el tiempo en el ambiente. Los jóvenes que llegan sin saber leer ni escribir, aprenden; entre las armas y el rigor militar y la disciplina, van creciendo como seres humanos”.

-¿Quiénes son los que integran hoy las FARC?

-Son básicamente jóvenes colombianos de tempranas edades que viven en situaciones extremas en el campo, cuyo futuro es absolutamente borroso por no decir negro. Buena parte de las chicas lo hacen quizás observando el destino de sus hermanas, de sus propias madres, dedicadas a la prostitución. Los muchachos tienen el horizonte de expectativa de vida muy reducido, primero porque su acceso a la educación ha sido nulo y segundo porque las fuentes de trabajo son muy escasas. Eso diría que es un 65% de la gente que ingresa o compone las FARC. El resto provienen de las zonas urbanas, son muchachos que han tenido mucho más acceso a la educación, en su gran mayoría jóvenes que ejercieron la política legalmente y que han visto caer compañeros o han sido víctimas de amenazas y que tuvieron que huir y deciden no renunciar a sus convicciones y ante la imposibilidad de hacerlo públicamente toman el camino de las armas. Un porcentaje muy reducido, pero importante, por su valor simbólico, proviene de otros países. Tenemos la historia aún por contar de un joven argentino que llego hace ya diez años; la famosa holandesa; jóvenes de otros países europeos y latinoamericanos. Hay un fenómeno muy curioso: muchos ingresan detrás de sus padres, incluso de sus abuelos. Quizás por lo extendida que fue la guerrilla a través del tiempo. Es por ellos que las FARC se mantienen, y además, la principal razón, es porque tienen una base social importante. Colombia es un país de un millón doscientos mil kilómetros cuadrados, toda la densidad demográfica está concentrada en la zona andina y tirando hacia las costas. Pero una porción gigante del terreno nacional es muy poco densamente poblada y totalmente abandonada por el Estado. Son zonas emblemáticas de presencia revolucionaria, comunistas desde hace décadas. El Estado colombiano se dio cuenta de que allí hay gente y que esas relaciones con la guerrilla no son extinguibles porque están muy profundamente arraigadas.

-¿Qué significaría para la oligarquía por un lado y para la izquierda latinoamericana por el otro el cese del conflicto armado?

-Debe haber sectores de la derecha de este continente muy consternados. Hay muchos que le han apostado a una guerra eterna en la que se permite todo tipo de jugadas oscuras. La oligarquía venezolana debe estar muy preocupada, porque merced a la existencia del conflicto han podido movilizar tropas paramilitares desestabilizadoras en buena parte de los1500 kmde frontera y han prendido campañas de acusaciones muy fuertes contra Chávez sobre la supuesta presencia de las FARC en Venezuela. Seguramente también les resulte incómodo a todos aquellos, que no son pocos, que se estaban enriqueciendo con la venta de armas. Inclusive a aquellos que lucraban del hecho de que como el país está en conflicto y sus inversiones eran de alto riesgo, la recompensa que obtenían eran mucho más altas que en otro países. Para la izquierda es una formidable noticia, el escenario para el éxito de una propuesta de izquierda en Colombia se abre maravillosamente, se va a poder demostrar toda la fuerza acumulada a lo largo de estos años, y van a poder brotar y surgir toda una cantidad de experiencias organizativas y de fuerzas políticas que han tenido que resguardarse para evitar el aniquilamiento. Creo que si se pacta esa paz va a ser una victoria para las fuerzas de la izquierda.