Batacazo de la izquierda y alerta de la extrema derecha en las elecciones portuguesas
Daniel Toledo-El Salto|
Victoria clara de Marcelo Rebelo de Sousa en unos comicios con poca participación. Chega! (Basta!), el partido de extrema derecha, consigue ser tercera fuerza.
Dos grandes ideas se sacan en claro de las elecciones de este domingo, 25 de enero, a la Presidencia de la República en Portugal. La primera: el país ha decidido quedarse otros 5 años con Marcelo Rebelo de Sousa, permitiéndole repetir mandato con un sonoro espaldarazo del 60,74% de los votos (por lo que no hará falta ir a una segunda vuelta, al haber superado el 50% más 1del total). La segunda y, quizá, aún más contundente: la enorme derrota de los partidos de izquierda.
En relación con la victoria aplastante de Rebelo, no ha sido ninguna sorpresa para nadie, toda vez que el candidato socialdemócrata llegaba a la carrera por la Presidencia con índices de aprobación pocas veces vistos en la historia de la democracia portuguesa. Sin duda los portugueses este año de 2021, que comienza con el país arrasado y en colapso total por la pandemia, y que se enfrenta al futuro con la amenaza de una crisis de proporciones imprevisibles, han escogido la estabilidad de un jefe de Estado cuya serenidad y buena sintonía con el Gobierno socialista son por todos conocidas.
Es la dolorosa derrota de los partidos de izquierda, desastre abanderado por el casi empate técnico entre la candidata socialista, Ana Gomes, y el candidato ultraderechista, André Ventura, la que pocos han podido, o querido, prever ni en los peores escenarios.
En total, los candidatos de izquierda suman apenas el 21,24% de los votos, con la candidata socialista a la cabeza, con el 12,97% de los votos, el candidato comunista João Ferreia, también apoyado por los verdes, con el 4,32%, y la gran perdedora de la jornada, la candidata por el Bloco de Esquerda Marisa Matías, que en las últimas elecciones a la Presidencia llegó al 10%, con 469.582 votos, y este año tan sólo ha conseguido 164.731 votos, quedándose en el 3,95% del total.
Muchos elementos, no sólo del Partido Socialista, sino del resto del espectro de izquierda, culpan en parte al Primer Ministro, António Costa, de la debacle por haber mostrado desunión en su partido al no haber dado su apoyo expreso a la candidata Ana Gomes.
Quizá por desmarcarse de una candidata que claramente no iba a ganar a Rebelo de Sousa, ni siquiera en una hipotética segunda vuelta, o precisamente por evitar esta segunda vuelta, que hubiera pospuesto los resultados al próximo 14 de febrero y aumentado así la inestabilidad en el país, es muy probable que el apoyo tácito de Costa a Rebelo de Sousa haya provocado que parte del electorado que hubiera votado socialista haya decidido dar su voto al candidato socialdemócrata.
Así que las dos aspiraciones de la socialista Ana Gomes han quedado pulverizadas. No consiguió llevar a Rebelo a una segunda vuelta, lo que hubiera podido aunar a los votantes de izquierdas que en la primera vuelta se hubieran decantado por las candidaturas del Partido Comunista o el Bloco de Esquerda, y conseguir un mejor resultado final. Y tampoco recibió los votos suficientes para desmarcarse del ultraderechista André Ventura y su partido de extrema derecha y abiertamente xenófobo Chega!, al que le sacó tan sólo 1,7 puntos de ventaja.
El candidato ultraderechista, que sacó el 11,90% de los votos, apenas 44.000 votos menos que la candidata socialista, a pesar de quedar tercero en porcentaje de votos ha sabido sacar el conejo de la victoria del sombrero de la derrota. En su discurso tras las elecciones ante seguidores y medios de comunicación, se mostró eufórico, casi mesiánico, y aseguró que esta victoria es tan sólo el principio de un nuevo régimen, de una futura “cuarta República en Portugal” en la que su partido será parte inevitable del Gobierno.
Ya se habla de una restructuración de la derecha en Portugal, en la cual parte de los anteriores votantes de derecha moderada se ha pasado a una derecha claramente anti-inmigración y con un discurso de odio “a las minorías que han explotado Portugal y a aquellos que han destruido el país”. Esto quiere decir que, aunque pueda parecer que la izquierda ha sido la gran perdedora de esta noche, es en realidad en la derecha donde está la responsabilidad última de recoger ese voto fugado a posiciones filo-fascistas.
De hecho, y como ya ocurrió en las Azoress, donde el PSD regional decidió, en contra de la opinión de muchos barones del partido a nivel nacional, formar gobierno con el partido de André Ventura, los partidos de derecha van a recibir una gran presión, en un futuro a corto plazo, a la hora de aceptar o no pactos de gobierno con el partido de extrema derecha.
Una mala señal en este sentido fueron las declaraciones de Rui Rio, secretario general del Partido Social Demócrata, principal partido de la oposición conservadora, en la rueda de prensa post-electoral, donde analizó los resultados como una victoria de la derecha sobre la izquierda, incluyendo así al partido de André Ventura en lo que él entiende como arco de la derecha. Esto no puede entenderse de otra forma que la de una intención clara de allanar el camino para futuros pactos con Chega!, no sólo regionales o locales, como ya ocurrió en Azores, sino puede que incluso a nivel nacional.
Otro gran, y temido, protagonista de la noche ha sido la abstención. Se esperaban números catastróficos para la legitimación, en términos de participación, de unas elecciones completamente asfixiadas por las medidas anti-Covid. Al miedo a la falta de planificación suficientes para evitar largas filas a las puertas de los colegios electorales, se han ido sumando los últimos días las peores cifras de contagios desde el principio de la pandemia, que han colocado al país entre los peores del mundo en índices de contagios.
Por si fuera poco, este año el número de registrados en el censo electoral subió de forma estratosférica debido a una ley aprobada en 2018. Esta ley exigía la actualización automática en la base censal de los portugueses en el extranjero. Así que, si antes de 2018 estaban censados cerca de 300mil votantes emigrados, después de la actualización subió a 1,3 millones, esto es, un millón más de votantes en el extranjero que hasta ese reajuste automático en el censo ni siquiera estaban registrados, y que probablemente no sean votantes habituales.
Finalmente, también gracias a que el pasado domingo se abrieron las urnas para quien quisiera votar de forma anticipada, la participación fue del 39,49%, tan sólo 9 puntos menos que en las presidenciales de 2016. En términos absolutos, y teniendo en cuenta la súbita subida de un millón de votantes, la caída no ha resultado tan devastadora.
Es la décima vez que, desde 1976, los portugueses escogen a su presidente. Han sido las elecciones más polarizadas que se recuerdan. Nadie puede negar que el efecto Ventura ha caldeado el discurso político y los medios de comunicación a niveles pocas veces visto, y aunque los portugueses contaban con numerosos ejemplos en el exterior, donde la extrema derecha ha embarrado la arena política y salpicado a partidos de uno y otro lado, este auge de la extrema derecha no ha dejado de sorprender en un país acostumbrado a la cortesía en las formas y en el fondo entre candidatos.
Queda por ver si, como dice Ventura, su partido ha llegado para quedarse, si la oposición conservadora va a continuar dando oxígeno al partido ultraderechista, y si, a pesar del doloroso fracaso de Marisa Matías, el Bloco de Esquerda no pierde el impulso que había ido cogiendo en las últimas elecciones, tanto regionales como legislativas. Lo que es seguro es que Portugal va a necesitar mantener la calma y responsabilidad institucional, si no quiere que los tiempos convulsos que vive el país continúen alimentando ideologías de odio y de enfrentamiento nacional.
Nota del editor de Other News:
Durante casi medio siglo, los intentos de fundar un partido de extrema derecha en Portugal, no lograron su objetivo, a diferencia Alemania, Austria, Holanda, Hungría, Polonia, Francia, España, Grecia y otros países de Europa.
Desde el golpe militar izquierdista de abril de 1974, conocida como “la Revolución de los claveles rojos”y la consecuente implantación de la democracia tras 48 años de dictadura fascista-corporativista, y el desmantelamiento del vetusto imperio colonial luso, ordenada por los capitanes de las FFAA, todo esfuerzo en ese sentido cayó en el vació.
Desde las primeras elecciones, en 1976, la derecha se agrupó en dos partidos, que profesaron una ideología moderada, llamada de “derecha civilizada”. Sin embargo, estas elecciones presidenciales del domingo marcan un vuelco y la “isla Portugal”, libre de extremismo radical de ultra derecha, se ha hundido y hoy aparece el partido Chega! (Basta!) cuyo líder, al xenófobo y racista André Ventura, recomienda un confinamiento étnico de los gitanos, la castración química contra delincuentes pedófilos y la expulsión del país de una diputada portuguesa de origen africano, con lo que no solo ha pasado la frontera del racismo, expresamente prohibido en la Constitución de la República, sino que ha pisado la línea divisoria de