Avanzar o retroceder (“no hay ruta de escape…”)

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Modesto Emilio Guerrero

Si la derecha venezolana y EEUU hubieran cumplir el propósito de ametrallar desde el aire la decena de edificios públicos que tenían como “objetivos tácticos”, se habría convertido en el cuarto escenario de un crimen masivo similar en nuestra América.

Lo hicieron las FAN anti peronistas en 1955 en Buenos Aires, lo hizo Somosa en barrios de Managua y Trujillo en la capital Dominicana (los otros ametrallamientos o bombardeos conocidos fueron rurales, como en Colombia, El Salvador, la Cuba de Batista, la Paraguay de Stroessner, etc).

La derecha venezolana ha decidido aumentar su apuesta, acudiendo a otros medios de ataque. Es una “guerra permanente” (diría Gramsci) donde no caben las medias tintas: o es la derrota aplastante de ellos, en todos los terrenos (militares, económicos y como clase social dominante), o será la nuestra. El plazo y el modo son subordinados.

El gobierno de Nicolás Maduro actuó correctamente y a tiempo en términos técnicos en las áreas de inteligencia y prevención militar, incluso en el baboso terreno de la propaganda: Logró desmontar la Operación Jericó antes de ponerse en marcha. Y pudo demostrar con suficiente documentación visual, sonora, testimonial y electrónica, la participación local e internacional y una parte de los nombres involucrados. Hay otros que lograron escabullirse, como el de Alberto Franceshi y su pequeño grupejo de confabulados en la zona rica de Carabobo, y algunos funcionarios de las Alcaldías de Chacao, San Cristóbal, San Diego (Valencia) y El Limón (Maracay).

Sin embargo, lo nuevo, la noticia, no es que hayan intentado una acción militar de escala. Ya es casi una rutina en el país, desde 2002, con escenas de violencia guerrerista como la del 2014, o asesinatos de oficiales de alto rango, policías y guardias bolivarianos, además de dirigentes campesinos, comunales y obreros y diputados nacionales.

Entre abril de 2013 (tras el llamado de Capriles Radonski y 2014, por el de Leopoldo López) se cuentan 61 asesinatos civiles, mas de 600 heridos, además de otros crímenes políticos como el de Sabino y unos 550 militantes campesinos desde 2001).

No. Lo nuevo, es la aparición en escena de un grupo importante de oficiales de alto y medio rango: 3 generales, 3 coroneles, 9 tenientes y subtenientes y un capitán. Habría que ser iluso para no saber que deben ser muchos más. Esta manifestación desde el interior de las FANB era desconocida desde abril 2002 a marzo 2013. Sabemos que siempre quedaron los “guardados”, pero desde entonces no se atrevieron a asomar sus cabezas. La pregunta es qué los activó ahora y los seguirá activando hasta la situación se defina hacia un lado u otro.

No hay misterio en esta preocupante aparición del grupo militar. Las FANB está cruzada por las mismas tensiones económicas y sociales que padece la sociedad (sometida a un plan de descalabro comercial y desquiciamiento psico-político), y atravesada por la misma crisis de indentidad que vive el chavismo en términos de programa, objetivos, ética, desde hace más de 5 años, acelerada desde el 5 de marzo de 2013.

El gobierno de Maduro cometería un error de imponderables resultados sociales, si reduce la situación actual a lo técnico-militar, o a sus pormenores policiales, y conformarse con demostrar el intento golpista y la injerencia del gobierno de EEUU y algunos Estados de la OTAN.

La dialéctica del proceso en curso es más compleja y cruzada por contradicciones. Estas no son resolubles desde visiones unilaterales o maniqueas de “buenos y malos”, golpistas y anti golpistas.

En el enfrentamiento a las intentonas golpistas, por supuesto que todos debemos ser anti golpistas disciplinados. Pero cuando se trata de identificar las causas que conducen a este golpismo crónico, permanente (insoportable para cualquier sociedad), no sirve de mucho dividir la realidad en una mecánica de “malos” y “buenos”.

No hay duda que los imperialistas y la burguesía serán “malos” hasta que se mueran, pero esa verdad deja de ser absoluta cuando miramos al interior de nuestro propio campo.

La lucha política en general y la de clases en particular, no se define sólo por lo que el enemigo hace o intenta hacer. En Venezuela, esto se está combinando explosivamente con lo que el chavismo NO HACE o HACE MAL, o a medias. Esto compromete lo militar, pero también lo económico, la política social, el discurso, la relación con la masa chavista y sus vanguardias y la ética pública de sus gobernantes.

En términos militares, la defensa no estará blindada hasta que las FANB no se des-corporativicen completamente, como lo hizo Cuba hasta Playa Girón. Todo lo que se avanzó desde 2002 es bastante con la politización impulsada por Hugo Chávez al interior de las FANB. Pero la defensa no puede reducirse a su aparato interno y menos concentrado en su cuerpo selecto de oficiales. Una prueba contundente de esto, es que la Operación Jericó fue descubierta por simples soldados, como otras han sido develadas por militantes en barrios.

Lo que se nos viene ya está anunciado desde la “revuelta de ricos” del año pasado, el asesinato del diputado y del custodio presidencial. La búsqueda del “atajo” continúa. La Operación Jericó fue su nueva versión. No comprenderlo, o hacerlo solo en términos técnico-militares, puede resultar fatal para la defensa de lo que queda vivo del maravilloso proceso bolivariano.

Para blindar las defensas en tèrminos estructurales, deben activarse las Milicias (pero armadas), al igual que las Reservas y las Guardias Rurales, y esto debe hacerse en estrecha relación –orgánico-militante– con los cuadros responsables de los principales movimientos bolivarianos, las comunas y los sindicatos clasistas.

Por supuesto que la meliflua prensa enemiga internacional gritará su espanto por lo que llamará “militrización” venezolana. ¿Acaso han guardado respeto haciendo lo contrario?

Si no se modifica radicalmente la economía polítíca oficial, basada en el rentismo dolarizado estatal, y comercialista, de poco servirán los mercados populares de calle y otras medidas parciales correctas en algunas áreas. Ni los banqueros y comerciantes dejarán de ser mafiosos, ni la capa de corruptos/parásitos que medra de ellos podrán ser controlados. El dólar se ha convertido en la principal mercancía de la economía venezolana. Eso fue, es y será trágico: Argentina y otros países ya sufrieron sus consecuencias. Dolarización no siempre significa paridad; tiene varias caras, Venezuela está viviendo la peor de ellas. No hay economía que soporte a una sociedad media enloquecida entre desabastecimiento (provocado, cierto), colas dislocantes y cientos de miles de pequeños, medianos y grandes rentistas (privados y funcionarios estatales) acopiando dólares, sacando dólares, traficando dólares.

El discurso oficial del gobierrno, el de sus dirigentes partidarios y periodistas de postín, va por un camino, mientras que una parte creciente del pueblo chavista marcha por otro. Se alejan, tienden a convertirse en extraños. El gobierno se está alienando del pueblo. Excepto en coyunturas como la actual, cuando el impacto provoca el espanto, la tendencia es al alejamiento. Esto es evidente en múltiples formas en cualquier ciudad importante del país.

El grupo poblacional identificado por las encuestadoras como “Tercer sector” (ni chavista, ni anti), nuevo y creciente desde hace poco tiempo, es el principal síntoma sociológico de la descomposición del chavismo como movimiento social progresivo en América latina.

Este sector amorfo, blando, “neutro”, identificado por el sentido primario del “no me importa”, es la base social de dos fenómenos mortales para todo proceso revolucionario, en cualquier parte del mundo: Primero: la pérdida del espíritu revolucionario en lo mejor de la vanguardia bolivariana: del chavismo se han marchado cientos de miles de votos y del PSUV decenas de miles de cuadros. Esta es otra evidencia no estadística, pero contabilizable.

Segundo: Desánimo de las masas pobres para sostener la gobernabilidad de Maduro. Ambos fenómenos se potencian mutuamente.

La expulsión de calificadas figuras nacionales e internacionales del chavismo, como Alí Rodríguez Araque, Vanessa Davies o Anaelisa Osorio, entre otras personalidades, no le importó a la base chavista. Tratan de sobrevivir en las colas. Y lo mejor de la vanguardia lo tomó como un hecho “inevitable”, derrotistamente inevitable.

Creer que ambas actitudes no tienen importancia social es mostrar una peligrosa ignorancia de las causas que condujeron a las derrotas durante el siglo XX.

Ambos estados de ánimo indican la creciente pérdida del espíritu revolucionario que animó al chavismo entre 1992 y 2009-(2013). Este ánimo de lucha, auto actividad y capacidad para la acción revolucionaria no se diferencia entre la masa y la vanguardia, excepto en el grado de comprensión de los objetivos. Cuando se desvanece, como ocurre hoy en la Venezuela bolivariana, afecta a ambos en proporciones directas, pero mucho más a la vanguardia, que es, el concentrado cualitativo de la masa.

Sin ambos grupos humanos ¿a qué se reducirá la revolución bolivariana?.

La respuesta salta sola y es terrorífica.

El presidente Maduro mantiene el mérito inaugurado por Chávez de convocar a la gente a las calles para defender al gobierno y las conquistas contra el golpismo de la Operación Jericó. Bien. Pero ese mérito político tendrá corto vuelo, si no es acompañado por un “golpe de timón” (al estilo de Chávez), para reorientar la estrategia política, la económica y la propagandística y reconquistar a las vanguardias y masas que se están perdiendo.

El buen amigo del líder bolivariano, Ítzvan Mészáros, expresó estos dilemas de los procesos históricos revolucionarios, con una frase brillante: “No hay rutas de escape que permitan evasiones conciliatorias”.