Argentina: Un gobierno del Fondo Monetario, directamente
Eduardo Aliverti
Después del paréntesis impuesto por la muerte del Papa, esta semana se retomará el vértigo de la política con algunos episodios que, vistos desde el interés popular, no mueven el amperímetro. Todo sigue concentrado en los interrogantes del rumbo económico a corto plazo.
Ninguno de los factores altera el producto.
El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, visitará el Congreso para poner la cara, interpelado, por el escándalo de la cripto-estafa presidencial. Deberían ir también los ministros de Economía y Justicia, y el titular de la Comisión Nacional de Valores. Se prevé una jornada agotadora.
El mismo martes se tratará la suspensión de las Primarias bonaerenses, que sería aprobada para dar paso a la pelea de cómo se conformarán las listas del peronismo. En medio de ello, el clima permanece (muy) oscurecido porque, además de los sectores enfrentados, ni la Justicia ni la Junta Electoral se ponen de acuerdo en cómo resolver el tema de los plazos para presentación de nóminas.
Y habrá el debate de quiénes encabezan las boletas de la elección porteña: 17 candidatos. Como en toda circunstancia de este tipo, deberán priorizar sus aptitudes respecto de lo que, en primerísimo lugar, es un espectáculo. Irá por el Canal de la Ciudad, de manera que sólo contarán los recortes posteriores en las redes. Hace ya bastante rato que la cultura clip domina todo el escenario. El raiting de las transmisiones en vivo es pavorosamente bajo.
Como bien sintetizó el colega Claudio Jacquelin, en La Nación , una de las claves es que se empezará a definir si la hiperfragmentación opositora se consolida y proyecta en el tiempo, como aspira –y trabaja- el Gobierno. O si empezará un reagrupamiento, con nuevas formas y colores de buena parte de los adversarios que, con notable tenacidad, viene construyendo la tropa de Javier Milei.
¿En territorio bonaerense se partirá definitivamente el kirchnerismo, o el peronismo a secas, con la implicancia que eso tendría sobre el resto del mapa nacional? ¿Los ex cambiemitas y los libertaristas ya no tienen retorno en su puja de negocios y egos, en ese estricto orden, y también marcharán divididos en la provincia de Buenos Aires?
Ajeno a esta coyuntura del mundillo politizado, el transcurrir de la economía ofrece variantes contradictorias. Ya se sabe que no ocurrió ningún terremoto momentáneo alguno tras el levantamiento parcial del cepo, en la dichosa “macro”. Pero la frazada corta del Gobierno queda expuesta con ¿enorme? magnitud.
Si la cotización del dólar está orientada hacia abajo, hay, quizás, un serio problema con la vocación liquidadora de los exportadores y su ruta de acumular reservas. Si se enfoca hacia arriba, disminuirá el descenso inflacionario con su -es probable, no seguro- consecuente impacto electoral.
Sólo en forma de intuición, en su carácter de datos acumulados, se diría que el respaldo fenomenal del FMI ha dicho lo suyo. Esto es: que el oficialismo dispondría de aire, en los aspectos financieros y externos, para aguantar sólido o estable hasta octubre.
En un hecho por completo inédito, al menos en lo relativo a la brutalidad con que fue expuesta, el Fondo Monetario se puso directamente al frente de la campaña “libertaria” (cuesta horrores no entrecomillar esa palabra, que remite a la lucha y el romanticismo de figuras emparentadas con una justicia social auténtica, con la honestidad individual y colectiva a toda prueba, con los sueños que alguna vez habrán de rescatarse. Dejemos las comillas, sin dudar ni un segundo).
Kristalina Georgieva dijo que “el país tendrá elecciones en octubre y es fundamental que no descarrile su voluntad de cambio”. Esas declaraciones y contexto están muy bien retratadas en la crónica de Sebastián Cazón, el viernes, en este diario.
La búlgara llegó al extremo de tomar como propio el repetido latiguillo de Caputo Toto, acerca de que “esta vez es diferente”. Nunca se vio algo así, sirve reiterar, porque podrá no ser una novedad el favoritismo partidario y conceptual del FMI. Pero sí lo es que se manifiesta con semejante grado de impudicia.
Mauricio Macri, según se recuerda sin demasiado esfuerzo, llegó a decir que los argentinos acabarían enamorándose de Christine Lagarde, ex directora del organismo y actual presidenta del Banco Central Europeo. El rubor en la cara de la francesa también puede memorizarse, con apenas un clic para acceder al archivo de la imagen.
Ahora, Georgieva llegó a una instancia superior de la desvergüenza. Como señaló la diputada Julia Strada, entre otros, Kristalina dejó todos los dedos marcados porque no solamente pusieron una torta de 20 mil millones de dólares adicionales, sin que Milei les haya pagado uno solo del préstamo existente por otros 45 mil millones, sino que encima le hacen la campaña.
Alejandro Vanoli posteó un rescate formidable. Es una nota del colega Maximiliano Montenegro, del 2 de abril de 2002, publicada en Página/12.
El título remitía al plan para extranjerizar al gobierno argentino. Rudiger Dornbusch, asesor dilecto de los bancos de inversión, proponía eso directamente.
Un equipo extranjero debería intervenir y asumir el manejo nacional “en áreas críticas como el control y la supervisión del gasto público, la impresión de dinero y la administración tributaria”. Y recién después de “ceder temporalmente su soberanía” en esos terrenos, el FMI asistiría al país en materia financiera.
“Los desembolsos irían llegando a medida que un ‘comisionado general’, con residencia en Argentina, y de quien dependían de todos aquellos instrumentos del Estado, estaban autorizándolos”.
No es un chiste, como bien señalaba Montenegro hace 23 años. Dornbusch agregó que “alguien tiene que manejar la Argentina con mano firme, y una dictadura no sería creíble ni deseable”. Por eso, alertaba que “más dinero del FMI, sin una profunda intromisión extranjera para cambiar las reglas de juego, no evitará la autodestrucción del país”.
Con este plan, Rudi remataba tras convocar a “una privatización masiva de puertos y aduanas junto con remover otros obstáculos clave para la productividad”, Argentina ofrecería repentinamente un “nuevo look, fresco y talentoso”.
En diálogo con quien se suscribe, Vanoli apuntaba otro episodio del Día de la Marmota que se perdió en el arcoón de los recuerdos. Pero sigue ahí, para solaz y esparcimiento de los que gustan de observaciones y antecedentes tan obvios como profundos.
En su momento, que son (casi) todos los momentos y por impulso de Bush hijo, el FMI dibujó un ejercicio consistente en que un país debía quebrar. Defaultear y quebrar. Una hipótesis de simulación que denominaron “República del Mañana”, con bandera celeste y blanca y todo.
De nuevo, igualmente, aquello de que las cosas se cuentan solas queda ratificado de modo estremecedor. Es objetivo.
El problema radica en que la subjetividad masiva no lo registra. O no lo parece. O no con la intensidad que es menester, y que es donde entra a jugar la ausencia de alternativas capaces de ser explicadas con firmeza y liderazgo.
Las impúdicas declaraciones de Georgieva, por si no hubiera bastado con el nuevo préstamo del Fondo, despejaron cualquier incógnita que pudiese quedar sobre el apoyo irrestricto al gobierno de Milei. Argentina, por vocación propia y continuando con el aburrimiento de las reiteraciones, resulta atrapada por los intereses de Washington en su disputa con China.
A la espectacular visita del secretario del Tesoro se sumará, esta semana, la del jefe del Comando Sur, almirante Alvin Holsey. Su agenda de tres días incluye recorrer la base naval en Ushuaia, “para interiorizarse sobre sus misiones y el papel clave que desempeñan en la protección de las rutas marítimas vitales para el comercio global”. ¿No es enternecedor?
¿Alguna sorpresa? Ni por asomo. Tanto como la sinceridad apabullante de la titular del FMI, no puede decirse que el libertarista y sus mandantes no fueron ferozmente francos.
Si se aplica la mirada sobre dispares cuentos como la dolarización y la puesta de bombas en el Banco Central, que Jamoncito vociferó hasta su último día de campaña proporcionada de motosierra, va de suyo que es susceptible de contársele las costillas. Y no sólo en lo económico.
Al Papa lo caracterizó cual representante del maligno en la Tierra, textualmente, para concluir en el funeral designándolo como el hombre más importante de la historia argentina. Y ya que estamos, acompañados de una comitiva obscena que, además de llegar tarde, excluyó la representatividad multipartidaria e institucional.
En otros términos, lo que representó es odio y ninguneo a tono con su prédica constante. De allí provino que “no está siendo suficiente el repudio” a los periodistas opositores y que, producto de las casualidades permanentes, esa bestialidad haya coincidido a las pocas horas con la agresión física a Roberto Navarro.
Dicho eso, en ningún caso debería poder negarse que fue auténtico en su propuesta de proyecto neocolonial.
Cabe (volver a) preguntarse, entonces, si hay alguna mayoría a la que le importa semejante cipayada.
¿Quienes tienen la palabra? Las minorías intensas, suponemos.