Argentina: Crisis profunda, respuestas cosméticas
Juan Guahán
Más allá de algunos números económicos que reivindica el gobierno, los recientes acontecimientos actúan como detonante de una crisis profunda. Sus respuestas son a cuentagotas. Los temas en juego son la desconfianza política; la situación económico-social y el horizonte (eleccionario) del 2023.
En un país con 17 millones de pobres y una emergencia que se agrava a diario bajo los golpes de la inflación, el gobierno dio la espalda a esta situación y anunció un nuevo paquete ortodoxo de ajuste fiscal, que tuvieron el respaldo del presidente Alberto Fernández y el silencio ruidoso en el entorno de la vicepresidenta Cristina Kirchner.
“Es importante que todos los mercados entiendan que la Argentina está dispuesta a hacer lo que dijo la ministra”, dijo el mandatario, mientras el presidente del Banco Central aseguró que “Argentina tiene una expectativa de crecimiento”, pero para ello tiene que pasar “una coyuntura difícil” marcada por la suba en las importaciones de energía.
Sectores sindicales y de los movimientos sociales sí realizaron fuertes críticas: “Si la cuestión pasa por resolver un tema del déficit sin tocar a los que más tienen, estamos en problemas”, dijo Hugo Yasky, secretario general de la Confederación de Trabajadores de la Argentina CTA).
¿Qué pasa?
Esta Argentina contiene a varias argentinas, bastante diferentes y a veces contradictorias. Cada interés específico – bajo la forma del agrupamiento político con el que se identifica, sector social al que pertenece, entidad territorial donde despliega su vida o nivel institucional que representa -tiene su propia foto de esta realidad. Cada uno prefiere aferrarse a esa imagen y desde allí se trazan estrategias que suelen chocar entre sí. Esa situación es lógica y natural, pero sería bueno e importante que ello sea reconocido por cada una de estas partes.
Para ir sincerando la situación es buenos señalar dos cuestiones. La primera, es que importa más la “película” que la “foto”. La “película” permite una sucesión de “fotos”, allí están el pasado, presente y futuro, estamos cada uno de nosotros, pero también están los demás, los “otros”. Por eso – siempre – sin la “película”, sin esa visión más amplia, la “foto” nos puede conducir a graves errores.
Lo segundo, es poner en claro que ellas siempre tienen como referencia a las grandes mayorías y su falta de medios para atender sus básicas necesidades. Ésas mayorías, construyen la riqueza colectiva, votan – reiteradamente ilusionadas – a sus simpatías, y padecen los recurrentes errores de esos liderazgos nacionales.
Esa “película” nos recuerda que – a 40 años de la recuperación de las instituciones constitucionales – estamos, en lo económico-social, sin mejoras respecto a la situación existente al final de la genocida dictadura que tuvimos entre 1976 y 1983. Es absolutamente cierto que aquel gigantesco sacrificio de lxs trabajadorxs y otros sectores populares permitió, con su resistencia, terminar con aquellos crímenes y falta de libertades.
El gobierno pretende tranquilizar – de la boca para afuera – a la sociedad, con algunos números, que son la “foto” que exhiben: La caída del PBI del 9,9%, en el inicio del Covid en el 2020, fue seguida por un crecimiento del 10,3% al año siguiente. La pandemia permitió reducir el déficit fiscal, por la baja de actividades. Al mismo tiempo se incrementaron los ingresos, por los impuestos a las grandes fortunas. También la “Caja” del Estado fue beneficiada por el aumento de los recursos tributarios originados en el mayor precio mundial de nuestros principales productos de exportación.
Según esas mismas opiniones y si la situación no se desbarranca, plantean que es posible que la economía crezca este año alrededor de un 3,9% y otro 2% el año próximo. Completan esa foto con otra, según la cual el Acuerdo con el FMI disminuirá la incertidumbre y permitirá en 4 años pagar las deudas y tener una inflación “normal”.
Satisfechos con esa “foto” prefieren no mirar la “película” completa, temen lo que la historia les cuenta y el futuro insinúa. Les conviene la realidad sesgada del relato oficial. Es por eso que sus respuestas son superficiales, no van al fondo de los problemas, por ahora quedan en lo cosmético.
Temor a la rebeldía social, la desconfianza política
Si la realidad completa no aparece en el discurso oficial vayamos hacia ella, busquémosla para entender lo que le pasa a nuestra sociedad, particularmente a sus sectores más empobrecidos y abandonados. En ese camino nos encontraremos con la profundidad de la actual desconfianza social, los temores de la dirigencia al estado de bronca que puede desencadenar una rebeldía social y los dudosos horizontes para el 2023, que tanto interesan a la dirigencia que suele verse en las pantallas de la TV.
Si se mira la realidad desde una óptica más completa, la “desconfianza política” forma parte de la misma. Ella viene de la mano con los egos personales y tiene su origen más inmediato en el modelo cultural que sostiene a esta sociedad. Éste está fundado en la competencia más que en la colaboración; más en lo propio e individual, que lo común y compartido.
La insensatez de privilegiar esos egos – en la cúpula de la administración del Estado – entre quienes tienen la obligación de compartir responsabilidades y por encima de los problemas cotidianos del pueblo, es una muestra de necedad que no requiere otras explicaciones. Esta actitud no hace más que profundizar la brecha que separa al pueblo de su dirigencia; habla de los intereses de esa dirigencia respecto a las necesidades de la sociedad que deben gobernar.
El tema de la “desconfianza política” forma parte de una situación que no se puede ignorar. Tampoco se puede negar que la dirigencia política (conservadora, y también buena parte de la progresista) le teme a la rebeldía social. Ella forma parte de nuestra historia y de sus principales acontecimientos de masas.
Eso fue el 17 de octubre de 1945, que dio origen al primer peronismo, que dignificara a los trabajadores; igual sentido y trascendencia tuvo “el Cordobazo” en mayo de 1969, que contribuyera al fin de una dictadura; tampoco se puede pasar por alto el peso del 19 y 20 de diciembre de 2001, cuando millones salieron a la calle, para terminar con un gobierno que “tampoco gobernaba” y que después de su fuga en helicóptero, permitió que se abrieran las puertas para la llegada y las mejores medidas de Néstor Kirchner.
Esa rebeldía social tiene que ver con la escasa o nula presencia del pueblo organizado en los mecanismos de toma de decisiones. Ese vacío es generalmente ocupado por los mencionados egos personales y diversas manifestaciones del poder.
Todo lo dicho se manifiesta – lamentablemente – en los recientes sucesos. A las pocas horas de haber asumido la nueva Ministra de Economía se producen dos hechos significativos. La novel funcionaria avisa que va a “respetar los acuerdos con el FMI” y simultáneamente Kristalina Georgieva, la mandamás del FMI, advierte que “Necesitamos tener claro que las acciones dolorosas (¿dolorosas, para quién?) a veces son necesarias para cosechar los beneficios de estas acciones”.
Por otro lado, después del discurso de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchnera – señalando como “problema” a las organizaciones sociales – se ha desatado una llamativa represión: 16 allanamientos a comedores y merenderos populares y otros sitios de organización y sobrevivencia popular en Jujuy y otro en Laferrere, en el cordón bonaerense.
En ese cuadro está pintado el futuro. Para el poder, la conclusión es clara: Los afectados por las políticas estatales, son responsables de sus males. Pero cuidado, que con la paciencia del pueblo no se juega.
El dudoso horizonte del 2023
Ya está dicho cuál es el panorama que tiene por delante el pueblo llano. Resta completarlo reflexionando acerca de qué pasa por la cabeza de quienes están ocupando las estructuras de poder. Allí la fecha clave es el 2023. En la oposición derechista, están convencidos que están a las puertas del gobierno. A pesar de sus ilimitadas confianzas hay varios nubarrones a los que no ha llegado el sol que despeje su futuro.
Aún más compleja es la situación en el actual oficialismo. Saben que, bajo estas condiciones socioeconómicas, es muy difícil – aunque no imposible – ganar las elecciones. Descartado a Alberto Fernández, el actual presidente, queda la figura de la vicepresidenta. Ese lugar lo podrá ocupar ella o quien ella elija. Los números dicen que la victoria, o la conservación de un poder importante, solo será posible en alianza con los gobernadores, los “dueños” del voto del llamado “interior” del país.
Una de las razones por la cuales Silvina Batakis llegó a ser ministra de Hacienda tiene que ver con eso y su última función: era la encargada de la distribución de las transferencias diarias a las provincias. De todos modos los gobernadores no están dispuestos a hipotecar su futuro, apostando todo a ese acuerdo. De allí que la mayoría de las provincias insista en anticipar sus elecciones para no ser arrastrados por la eventual debacle electoral del actual oficialismo.
Este conjunto de situaciones dan lugar a una mirada más completa y ella tiene como horizonte lo que pueda pasar con el Acuerdo firmado con el FMI. En ese sentido recordemos que ni uno de los 22 acuerdos firmados por la Argentina con el FMI, terminó bien. Es difícil saber cuál sería la razón para que éste sea distinto.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)