Argentina 2015: el kirchnerismo empieza a compartir poder
Juan Guahán-Question Latinoamérica
El año 2015, más allá de la voluntad de sus protagonistas, será un año que abrirá paso a una transición. La seguidilla electoral ocupará un lugar central en el análisis político. Lo económico se puede mirar desde dos lugares: En la cuestión macro: dólar, deuda, inflación y recesión, serán las cuestiones centrales; en los temas micro: costo de vida, ingreso salarial y el tema del empleo, seguirán siendo las preocupaciones cotidianas.
La Cámpora, agrupación -fundamentalmente juvenil- que es el núcleo duro o columna vertebral del oficialismo, cerró el año con un irónico afiche. Acompañando al icono sonriente y a un “Feliz 2015” aparece la frase “Por un nuevo y feliz fin de ciclo”. De ese modo pretenden reírse de quienes anuncian a este año como el fin de ciclo del kirchnerismo.
Más allá de esta ironía, con la que contestan a aquellos que ven -en este año- el fin del kirchnerismo, trasuntan su voluntarismo en el sentido que las cosas no van a cambiar. En las reflexiones que siguen veremos que el futuro no parece ser ni lo uno, ni lo otro o un poco de cada cosa.
A menos que la situación tome rumbos impredecibles e inesperados y se desbarranque, no es imaginable que asistamos a una súbita licuación del kirchnerismo. Después de 12 años de ejercicio del poder que emana de la administración, de un modo total y absoluto, del Estado está claro que el kirchnerismo no tiene quién lo herede. También es cierto que ha construido una red y preparado una continuidad en sectores de la justicia, el parlamento, segundas líneas del aparato administrativo del Estado y acumulado un respetable poder económico que lograrán sobrevivir a su retirada del gobierno. Lo dicho vale cualquiera sea el sucesor: Llámese Daniel Scioli, Mauricio Macri o Sergio Massa. El tema de una cierta continuidad no solo está en estas cuestiones de ocupación de espacios sino en algo más sustancial aún: la profundidad de ciertos aspectos del “modelo” que se han arraigado culturalmente y que ninguno de los candidatos señalados podrá modificar drásticamente.
La salida de la crisis del 2001/2002 se apoyó en un par de cuestiones que se fueron profundizando con el paso del tiempo. Se trata del asistencialismo estatal y el consumo como sustento del crecimiento producido. El impacto de lo ocurrido en aquella rebelión popular, con aquél ¡Que se vayan todos!, hizo que ambas cuestiones sean -hasta la actualidad- los datos centrales de nuestra vida política y económica.
El asistencialismo tuvo su origen cuando agonizaba el gobierno de Fernando de la Rúa. Luego lo adoptó el gobierno de Eduardo Duhalde y lo consolidó el kirchnerismo, transformándolo de una medida transitoria -para paliar la crisis- en algo permanente. Es cierto que esta medida tiene sus vínculos con una situación mundial que no se puede obviar que es la pérdida de empleos por el avance de la tecnología y la consecuente crisis del trabajo que obligan a medidas asistencialistas. Pero tampoco se puede negar la tentación que supone, para cualquier gobernante, poder condicionar la vida ciudadana de millones de personas con una contribución estatal que –bajo las formas actuales- crea las condiciones para una mecánica cercana al clientelismo.
Entre las variables económicas para producir y sostener la expansión de la economía el gobierno privilegió al consumo. Esta medida, de tinte keynesiano, se combinaba con la ya señalada tendencia al asistencialismo y ponía al consumo por delante del ahorro y las inversiones productivas.
Estas medidas, que no fueron acompañadas por decisiones de fondo que rompieran la concentración y extranjerización económica que siguió rigiendo, van a seguir condicionando la política de los próximos tiempos, más allá de la incidencia del kirchnerismo.
Todo lo expresado, agregado a la voluntad cristinista de gobernar hasta el último día, permite prever que no habrá significativos cambios de rumbo en el curso de este año. Pero los tiempos políticos aseguran que el kirchnerismo –más allá de su voluntad- se verá progresivamente menguado en sus capacidades decisorias. Este es el sentido que tiene la idea que será un año que -a medida que avance- irá tomando las formas de una transición donde el gobierno tendrá un poder retaceado que irán ocupando quienes vayan apareciendo como sus sucesores institucionales.
El año electoral
Es sabido que este año habrá elecciones presidenciales, renovación de la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio de los Senadores. Además, salvo Santiago del Estero y Corrientes, que están desfasadas del cronograma nacional, habrá elección de gobernador y demás autoridades locales en todas las provincias y la Ciudad de Buenos Aires, que elegirá su Jefe de Gobierno. Habrá distritos en los que se deberá votar hasta 6 veces en el año. Este apretado cronograma electoral se iniciará en Mendoza el 22 de febrero con las PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) en los municipios de Capital y San Carlos para elegir las autoridades de esos lugares, la elección definitiva será el 17 de mayo.
Los efectos sociales de la evolución económica, los comicios previos en municipios y provincias y los acuerdos entre los dirigentes y partidos irán dando forma al acto principal: las elecciones presidenciales, cuyas PASO se realizarán el 9 de agosto y la definitivas el 25 de octubre, con una eventual segunda vuelta el 24 de noviembre.
Todo parece indicar que los candidatos que llegan con las mejores posibilidades a esta recta final son los ya mencionados Scioli, Macri y Massa. Por detrás alientan ciertas expectativas Florencio Randazzo y más lejos Julio Cobos y Hermes Binner. El 14 de marzo se reunirá la Convención de la Unión Cívica Radical (UCR). Es fuerte la tendencia que empuja ir junto con el PRO de Macri. De imponerse esa política, Macri estará en segunda vuelta, con grandes posibilidades de ser electo Presidente. La suerte de Scioli, además del riesgo que se agoten las reservas de pintura anaranjada, oscila entre el masivo apoyo de los gobernadores oficialistas y la decisión de Cristina que, difícilmente se incline por algún candidato. Massa mantiene su caudal pero no logra despegar quedando a merced de los acuerdos y políticas de los demás candidatos, siempre le queda la posibilidad –muy difícil- de asegurar el triunfo de Scioli acompañándolo desde la gobernación bonaerense o acordar con Macri.
El panorama electoral, ya definido, contempla algunos desdoblamientos entre las elecciones a gobernador y las nacionales.
En Chaco el 8 de marzo habrá primarias, siendo las generales el 20 de setiembre. El 12 de abril habrá PASO en Salta, las generales serán el 17 de mayo. En Santa Fe, las primarias serán el 19 de abril y el 14 de junio las generales. En la Capital Federal el 26 de abril será la primera vuelta, quedando para el 5 de julio la eventualidad del balotaje.
Sin tener aún fechas fijas, aunque habrá desdoblamientos, en Catamarca, Córdoba, Chubut, Neuquén y Tierra del Fuego, donde se votaría en abril.
Hay 8 provincias oficialistas donde, en las elecciones del 2007 y 2011, se votó en simultáneo con las nacionales y es probable que esta vez se repita. Se trata de: Buenos Aires, Formosa, Entre Ríos, Jujuy, La Pampa, Mendoza, San Juan y Santa Cruz. Hay otras 5 provincias cuya decisión está en duda: La Rioja, Misiones, Río Negro, San Luis y Tucumán.
Las perspectivas provinciales contemplan la posibilidad que 4 provincias, actualmente en manos del oficialismo, pasen a ser controladas por fuerzas –hoy- opositoras. En esa situación estarían: Jujuy, La Rioja, Mendoza y Tucumán.
Todo lo anterior presagia un mapa electoral de colores distintos, donde las provincias se repartirán entre el sciolismo/kirchnerismo, los renovadores que responden a Massa, el radicalismo, el macrismo, el FAP/UNEN y la posibilidad de algún “independiente”. A ello cabría agregar la posibilidad de un Parlamento totalmente fragmentado, dentro del cual el kirchnerismo -independiente del sciolismo- puede continuar siendo la primera minoría.
Perspectivas económicas y sociales
Si bien la relación con la justicia será la primera preocupación del gobierno y los medios de prensa, es indudable que la evolución de la situación económico-social será clave en el desarrollo del año en curso. Esta cuestión puede verse desde dos ópticas diferenciadas.
Desde la macroeconomía los principales problemas pasarán por el dólar (en cuanto a su valor, volumen de reservas y disponibilidades), la deuda (con idas y vueltas respecto al pago de los “buitres” con los que difícilmente el gobierno acuerde), la inflación (que procurarán que no se dispare) y la recesión (que posiblemente se mantenga aunque con índices menores a los del año pasado).
Desde el punto de vista de la vida cotidiana los principales problemas pasarán por el costo de vida y el tema laboral. El gobierno apuesta a mantener la tranquilidad social y paliar los problemas derivados de la alta inflación mediante algunos beneficios para los jubilados; los “Precios Cuidados”; el “Procrear” para las viviendas; la rebaja del combustible; la mejora en los trenes urbanos, para el Gran Buenos Aires y la Capital Federal.
Queda una cuestión que estas reflexiones no pueden eludir. Se trata del auge de las drogas y el narcotráfico. En este sentido crece, en la sociedad, la percepción que esa tendencia tiene que ver con la complicidad de diversos estamentos del Estado que promueven y amparan el despliegue de esa lacra. Allí tiene su origen gran parte de la inseguridad existente. Nada de ello parece ajeno a una cuidadosa planificación mundial. ¿Sus objetivos? Hacer grandes negocios, controlar y desviar las naturales rebeldías juveniles y producir un auténtico genocidio de jóvenes provenientes de los sectores más excluidos. Este será un tema que –muy posiblemente- cambiará poco en el 2015.