Al poder imperial sólo le queda la amenaza y la difamación para atacar a Venezuela

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Clodovaldo Hernández – La Iguana TV

No es extraño, en absoluto, que el fanfarrón imperio estadounidense haya comenzado a pasearse, cachiporra en mano, por nuestra frontera marítima. ¡Es que no le queda otra opción para el fulano “cambio de régimen”!

Reunido de emergencia con mis politólogas favoritas, Prodigio Pérez y Eva Ritz Marcano, pasamos revista a las fichas que ya ha utilizado el poder imperial, y concluimos que, en comparación con “momentos contrarrevolucionarios” anteriores, sólo les resta el expediente de mostrar sus músculos militares hipertrofiados y amenazar con hacer lo que mejor hacen: asesinar y destruir en nombre de la democracia, los derechos humanos y la prosperidad.

Lo del “momento contrarrevolucionario” es una libertad que nos tomamos hace tiempo mis asesoras y yo, de hacer un parangón entre la fórmula marxista-leninista para alcanzar la revolución, y eso que perpetran (o intentan perpetrar) las fuerzas reaccionarias cuando quieren derrocar un gobierno que les resulta incómodo.

La idea de la élite estadounidense y sus agentes locales ha sido clara desde el primer día de gobierno del comandante Hugo Chávez: crear las condiciones objetivas para la contrarrevolución y propiciar el momento subjetivo, de modo que sea la masa —dotada de una falsa conciencia— la que le dé el tiro de gracia al sistema político bolivariano.

Si revisamos la historia de estos 26 años, encontraremos que en varios tramos ha habido esas condiciones objetivas y también ha florecido la falsa conciencia contrarrevolucionaria. Sin embargo, algo ha faltado o fallado en cada caso.

Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. (Xinhua/Marcos Salgado)

[Ha ocurrido algo así como lo que pasa en el chiste acerca de una sección del infierno, que se atribuyen varios países, en la que cada día le lanzan encima a los condenados una lata de cierta sustancia fétida, pero ocurre que —por cuestiones de burocracia o torpeza organizativa— cuando hay lata, no hay sustancia; cuando hay sustancia, no hay lata; y cuando hay sustancia y lata, no hay quien la eche… Les juro que cuando Prodigio lo cuenta, suena muy gracioso].

Momentos contrarrevolucionarios (y su falsa conciencia)

De nuestra revisión surgió la siguiente lista de momentos contrarrevolucionarios muy agudos que pusieron al gobierno chavista en verdaderos aprietos.

Abril de 2002, desde luego. Fue tan efectiva la creación de condiciones objetivas lograda por las fuerzas contrarrevolucionarias en 2002 que, incluso, consiguieron el objetivo de derrocar a Chávez. En ese “logro” fue clave la falsa conciencia que forjaron los medios de comunicación, entonces hegemónicos, encabezados por las plantas televisoras. Sin embargo, la creencia de que era necesario abortar el proceso bolivariano —que apenas estaba en su cuarto año— no era tan consensual como los coautores del golpe de Estado imaginaron. El pueblo “de abajo”, civil y militar, no se dejó intoxicar por ese virus e, incluso, una parte de la clase media, que sí estaba inoculada, entendió que esa no podía ser la vía.

Diciembre de 2002. Repuestos de la derrota de abril, volvieron en diciembre con el arma del paro-sabotaje petrolero y patronal, con la idea de crear una situación tan insoportable, en pleno fin de año, que hiciera colapsar al gobierno. La ecuación era sencilla: un pueblo tan familiero y bonchón como el venezolano no se iba a calar unas Navidades sin gasolina, sin hallacas, sin cerveza y sin beisbol (nunca nos olvidaremos de eso, Ramón Guillermo), y procedería a desalojar al tirano de Miraflores, esta vez por más de 47 horas. Pero el espíritu positivo de la mayoría pudo más que la falsa conciencia instigada por una perversa maquinaria mediática que llegó al extremo de “cacerolear el Niño Jesús”, como decía el gran humorista Roberto Hernández Montoya (que nos dejó hace dos años ya, dicho sea de paso).

Desde 2013 hasta 2020. No hay duda de que en este largo período se sumaron todas las condiciones objetivas para una contrarrevolución. Cayeron los precios petroleros, se desarrolló la fase doméstica de la guerra económica, que incluyó desabastecimiento artificial, hiperinflación y ataque a la moneda nacional. Luego vinieron las medidas coercitivas unilaterales, el bloqueo imperial, la “máxima presión”, el robo de empresas, cuentas bancarias, oro y otros bienes de la nación en el exterior. Todo ello fue condimentado con las olas de violencia callejera de 2013, 2014 y 2017; el intento de magnicidio de 2018; la tramoya del interinato y los apagones de alcance nacional de 2019; los intentos de invasión de 2019 (el Cucutazo) y 2020 (Operación Gedeón); y la pandemia en 2020. También en este tortuoso lapso, la derecha consiguió los mayores avances en la creación de un consenso contrarrevolucionario, al punto de haber ganado ampliamente las elecciones parlamentarias de 2015. Parte de ese clima emocional negativo derivó en una emigración masiva y descontrolada.

Edmundo González y María Corina Machado. (Campaña MUD)
¿Por qué no lo lograron?

Prodigio y Eva coincidieron en decir que sería muy extenso (como para escribir varios libros) analizar las razones por las cuales el poder imperial y sus agentes no pudieron sacar al presidente Maduro del poder en un tiempo marcado por tantas condiciones objetivas favorables para ese propósito y a pesar de haber logrado un nivel muy alto de consenso contrarrevolucionario y una tóxica campaña de odio contra el jefe del Estado.

En líneas generales, se conjugaron las ineptitudes y torpezas de los dirigentes opositores y sus jefes estadounidenses. Dicho en los términos del chiste: acumularon mucha sustancia y muchas latas, pero no hubo un quien la echara.

Las dos politólogas también están de acuerdo en que en ese resultado tuvo influencia determinante el peor defecto de los opositores a lo largo de más de un cuarto de siglo: sobreestimar su propia fuerza, subestimar la del adversario y actuar como si estuvieran solos en el ring de boxeo, ilusión de la que despiertan cuando les hacen oler sales, luego del nocaut.

La declinación de las condiciones objetivas

A partir de 2021, comenzó a decirse por el mundo que “Venezuela se arregló”, algo que les daba mucha rabia a los divulgadores del apocalipsis nacional. Los primeros indicadores de mejoría económica sorprendieron a quienes habían asegurado que el daño causado por casi una década de guerra económica, medidas coercitivas y bloqueo tardaría un tiempo equivalente en resarcirse, y eso sólo empezaría a pasar una vez que se cambiara el “régimen”.

La recuperación, al menos en términos macroeconómicos, ha sido sostenida, lo que implica una declinación —por proporcionalidad inversa— de las condiciones objetivas para la contrarrevolución. Y ese cambio positivo en la economía se ha reflejado en el ánimo general de la población. Es decir, que esa animadversión que los factores opositores había fraguado contra el presidente Maduro tal vez no ha trocado en apoyo, pero al menos ha dejado de tener la peligrosa intensidad que tuvo en años anteriores.

Edmundo González y María Corina Machado en Chacao. (Captura de video)

Adicionalmente, la desintegración de la unidad opositora (que siempre fue precaria, pero tuvo sus momentos fulgurantes) ha dejado a una porción significativa de la militancia antichavista en una total orfandad y hastío de una lucha estéril.

Para los opositores comunes es razonable pensar que si con el país casi en ruinas, sus líderes no fueron capaces de dar el puntillazo, ¿cómo esperan lograrlo ahora, en medio de una regeneración nacional que, incluso, los abarca a ellos, en términos personales, familiares y corporativos?

Máximo riesgo, máxima alerta

Esta reflexión nos llevó a una conclusión sobre el momento actual. El poder imperial hace sus análisis y encuentra que:

-Las condiciones objetivas para una contrarrevolución han mermado con respecto a la década pasada.

-En consecuencia, las condiciones subjetivas tampoco viven un buen momento.

-La vanguardia contrarrevolucionaria está en ruinas, desprestigiada y atomizada.

-Ha terminado un ciclo constitucional de elecciones, lo que abre un período de cuatro años sin posibilidad de cambios por la vía del voto. Este lapso excede al tiempo que le resta en la Casa Blanca al actual presidente de EEUU.

Frente a ese cuadro dramático —para el poder imperial, por supuesto—, todo indica que la única manera que tienen a mano para crear de nuevo un momento contrarrevolucionario es desestabilizar al gobierno mediante la difamación más descarada, la amenaza directa y sembrando el miedo a la agresión militar, para tratar de provocar un colapso rápido que revierta la recuperación económica.

Como respaldo tienen agentes encargados de traer de regreso la violencia a las calles, ya no con focos de disturbios, sino a bombazos, como en la Medellín de “los Extraditables”.

En otras palabras, quieren meternos de nuevo en uno de sus infiernos y para ello se muestran dispuestos a traer cargamentos de sustancia fétida, con el cálculo de que acá empecemos a lanzarnos los latazos entre nosotros.

Como siempre pasa con EEUU, es necesario prepararse para lo peor. Ya sea que se trate de un plan real o de una maniobra de guerra psicológica, el riesgo es máximo y también debe serlo el estado de alerta.