Ahora, hay tres caminos…
COLECTIVO EL LUMPEN| Llegamos al 08 de octubre, me prometieron y predijeron que “ahora sí, después del 7-O, se iba a profundizar la revolución”. La correlación de fuerzas en un proceso político donde la participación popular está arraigada en elecciones democrático-representativas, se determina muy fácil: cuánto porcentaje tienes tú y cuánto el contrario más importante. De haberse resumido y reducido así un proceso tan variado, sui generis, y emotivo como lo ha sido el proceso político venezolano en los últimos 23 años, tenemos que clasificar las opciones en tres: Primer camino:
El camino de la paz social, la reconciliación y la conciliación de clases. Este parece el más probable, dado los porcentajes en que se repartieron los chavistas y no chavistas. El desgaste del proceso es evidente, esto puede percibirse políticamente o medirse estadísticamente. En la segunda evaluación, la medición estadística, hay desacuerdo, pues dependerá con cuál de las elecciones partes para realizar la comparación. En todo caso, podemos decir en primer lugar, que obtuvimos más de 8 millones de votos, y eso es bastante. Pero por otro lado, casi 6 millones y medio votaron por el “candidato de la burguesía”. Son 6,5 millones que justificarían una invasión de los EEUU, cosa que no van a hacer los gringos, debido a que la otra estrategia le está rindiendo más dividendos.
El desgaste del proceso es evidente no sólo por la medición estadística del caudal electoral, sino por cuatro factores fundamentales que afectan a la percepción política: a) La incapacidad que ha tenido el proceso, para evitar la generalización de la cultura de la corrupción política, sin promover mecanismos de control y sanción. La corrupción dejó de ser algo patológico para convertirse en algo normal (“el que no roba es un pendejo”). En este sentido, algunos críticos opinan que el estilo vertical y paternalista del proceso necesita convivir con esta cultura perniciosa, por tanto, desde este punto de vista, el proceso ha promovido una cultura política que no se diferencia de la dominante durante el Pacto de Punto Fijo; b) La capacidad de generalizar la cultura y la práctica de la ineficiencia, amparado por la improvisación y por la designación en cargos directivos de personajes mediocres, aduladores y delincuentes; c) La creciente inseguridad personal. Este gravísimo problema lo está aprovechando la derecha para capitalizar votos, y estoy seguro que ha sido uno de sus principales caudales. Ciertamente, esto es una realidad que no hay que esconder, ni tratar de minimizarla. Ni siquiera los miembros que conforman el alto gobierno se han salvado de estar muy cerca de un secuestro, un asalto o un asesinato en su entorno familiar, laboral o de amistades. Ciertamente, en nuestro país mueren tanto o más personas que en países donde hay una abierta guerra civil. Ocultar esto, es darle razones a la derecha y no comprender por qué tanto resentimiento en familias que han sido afectadas por algún incidente de la violencia delictiva. d) La incapacidad de lograr cambios fundamentales en la estructura económica dependiente del petróleo. Revertir esta última condición, es una de las promesas del nuevo gobierno. Es sin embargo, una tarea compleja y que requiere de claridad en el campo de lo estratégico, lo conceptual y lo práctico.
Cada una de estos factores tienen diferente influencia a sobre el elector al momento de elegir por una opción y por eso la opción más fácil es la de mimetizarse con el paisaje, la de decir “aquí caben todos” y cantar con El Puma “agárrense de las manos”…
Se opta entonces, por pactar con la socialdemocracia y con las facciones de la burguesía nacional menos reaccionarias, ya que las diferencias de estilo cada vez se difuminan más.
Segundo camino
La segunda opción es la claramente procapitalista. Esta es la opción por la que votaron los 6,5 millones. Si utilizamos los cuatro factores antes enunciados, esta opción tendrá respuestas ya conocidas. Pues será el “Orden y el Progreso” quien se encargará de enderezar el camino hacia la restauración del modelo económico orientado por el mercado y en beneficio de la acumulación de los capitales locales y trasnacionales. Ante la corrupción, la ineficiencia, la inseguridad actual el Orden se impondrá. Mientras que “El Progreso” será traído por los estudiosos economistas y ostentadores de PHDs en prestigiosas universidades. Incluso se pueden dar el lujo de no ser totalmente neoliberales, un poco de neokeynesianismo será la dosis adecuada para una economía donde los grupos de poder se apropian y amamantan, principalmente, de la renta petrolera. Una dosis del “desarrollo como libertad” la pondrá los Laureanos Vallenilla Lanz del CENDES-UCV. El neoliberalismo, en su presentación IESA noventoso está muy desprestigiado. Así que las propuestas de política económica se presentarán con un rostro “renovado”, con ayuda de los cirujanos Ricardo Hausmman y Francisco Rodríguez, y con la supervisión del médico de cabecera de María Corina en materia económica: Carlos Blanco.
Sin embargo, esta opción será inviable, no sólo porque fracasará en su implantación, pues no toman en cuenta el carácter primitivo y rentista de los capitalistas criollos, sino que se enfrentará a un muro de contención social muy organizado y con el socialismo en su corazón. Se enfrenará a la herencia del chavismo: diferentes tipos de organizaciones políticas y populares con una base social con diferentes niveles de conciencia política de carácter iconoclasta. Tal vez tendrán que recurrir, al Orden, al Plan, para ofrecer un poco de pan. Está opción tiene una probabilidad media, y dependerá que las 4 tendencias de agotamiento continúen consolidándose.
Tercer camino
La tercera opción: la radicalización de la revolución. Esta opción debe: a) despojarse de la camisa de fuerza que impone la institucionalidad democrática-representativa y rescatar del abandono a que ha sido sometida la implantación de la democracia protagónica y participativa. Ello implica un cambio radical en el estilo de hacer política, que entre otras cosas se destaque por promover el trabajo en equipo, las decisiones colectivas, la capacidad de escucha y todo lo que implique la práctica democrática que le da fundamentos al poder popular y al socialismo. Se debe superar la actual confusión que hay entre organización popular, la organización del gobierno y la organización política. La organización popular en barrios, urbanizaciones, caseríos y lugares de trabajo, se construye con un alto grado de autonomía porque la base de la unión popular está en sus intereses de clase, en sus intereses particulares, y todo aquellas condiciones materiales y espirituales que hace que, en un espacio territorial o simbólico, los oprimidos se identifiquen y se unan contra el dominio del capital.
Esto significa que la condición de participación en una organización popular, no debe consistir en vestir con la camiseta del partido sino vestir con la camiseta del pueblo trabajador. La burocracia pública (ministerios, organismos, bancos) no es el movimiento popular, ni tampoco es el partido. La conciencia política no se construye con un memorándum del departamento de Recursos Humanos del Organismo Público, que convoca a “participar” a los empleados en una marcha o en una concentración del partido. Los Ministerios y Organismos Públicos son lugares de trabajo del Estado Capitalista en transición; donde van a trabajar, por derecho, un conjunto de seres humanos cuyo principal objetivo es ser eficiente y honesto; hay empleados públicos que no están en el partido y en algunos casos no son chavistas, pero son honestos, entregados y profesionales; hay empleados públicos que se disfrazan de revolucionarios pero que son ineficientes, mediocres y corruptos.
En cuanto el partido, éste debe ser la instancia cuyo papel histórico-estratégico trasciende al período de gobierno y está en íntima relación con el movimiento popular; el partido es el responsable de elaborar las tesis programáticas para la transición al socialismo; debe tener identidad propia y una dirección colectiva dedicada exclusivamente a esta tarea; no puede ser miembro de la alta dirección del partido un personaje toero, que cumple diversas funciones a la vez; b) Atacar la infección electoralista y asumir el proceso político como un proceso de cambio radical en la formas, estilos, contenidos y relaciones sociales; como un proceso de acumulación de fuerzas medido, no en cantidad de votos, no en cantidad de mercancías repartidas al pueblo, sino en conciencia política revolucionaria; d) enfrentar el deterioro producido por la propagación de la cultura de la corrupción y la práctica política paternalista; hay que rescatar la palabra socialismo de las calles de la prostitución y colocarla en las calles del pueblo honesto, trabajador.
El liderazgo socialista debe ser portador de un modelo o estilo de vida basado en una ética y una moral revolucionaria. El líder revolucionario debe ser un ejemplo que inspire respeto y credibilidad. En la celebración de la noche del 7 de octubre, se mezclaban por un lado, el pueblo honesto, apasionado, creyente en la fe revolucionaria y, por el otro, los que vistiendo camisas rojas han venido acumulando fortunas a través de la más descarada corrupción. Aquellos, el pueblo honesto-trabajador, celebraban que habían rescatado, una vez más, al Comandante-Presidente, y al proceso, de las fuerzas del mal. Mientras éstos últimos, los boliburgueses, celebraban –frotándose las manos- que sus negocios iban a continuar. Debemos evitar que una minoría impune, nos arrebate el sueño por una patria libre y honesta; e) la eficiencia y la calidad en la gestión son unos de los retos de corto plazo. El socialismo debe demostrar que es más eficiente que el capitalismo, especialmente en la gestión pública y en las empresas que ensayan modalidades de propiedad social. Para ello hay que derrotar algunos dogmas y mitos que se han impuesto. Por ejemplo, la idea muy arraigada que lo técnico conspira contra lo político es uno de los mitos que termina favoreciendo a mediocres resultados. En ese mismo sentido, resulta fundamental darle un valor a la planificación, la programación y la gestión.
La construcción del socialismo implica planificación, la experiencia histórica así lo dice. En este aspecto se requiere derrotar otra mitología que presenta la dicotomía entre planificación central vs planificación local-comunal-regional. Algunos partidarios del Estado Comunal, al insistir en su ataque a la planificación central, tienen una curiosa coincidencia con las tesis neoliberales de la descentralización. Demostrar que ambos niveles de planificación son complementarios y necesarios es un reto. Hay que construir la comunas, al mismo tiempo que rescatamos del cuarto de los cachivaches a ese instrumento poderoso que significa la Comisión Central de Planificación;f) finalmente, para cumplir con esta tarea titánica de transformar el Estado, de construir un movimiento popular autónomo, de construir un verdadero partido y hacerlo con eficacia y eficiencia, se necesita de mucha formación, en los diferentes niveles: política, técnica, politécnica, profesional y popular. La formación y la profesionalización tienen como enemigo la retórica estéril, el pragmatismo y la improvisación.
Dejamos para otra entrega los aspectos relacionados con la dimensión económica de la transición y la radicalización del proceso. Nos gustaría compartir estas ideas y propuestas con nuestros compañeros de viaje, con ustedes.
*El Colectivo EL Lumpen surgió en plena confrontación de diciembre de 2002. Su nombre se relaciona con la conocida editorial del diario reaccionario El Nacional, donde calificaba a los chavistas como lumpen. En ese momento, el colectivo publicó una reflexión que se constituyó en su acta fundacional, se titulaba “Venezuela, ¿una rebelión de nuevo tipo?”, ver http://www.rebelion.org/hemeroteca/venezuela/ellumpen231202.htm