Margaret Thatcher acusada de encubrir la tragedia en un estadio de fútbol

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MARCELO JUSTO| Los fantasmas del estadio de Hillsborough no descansan. A un día de que un informe independiente condenara a la policía por la tragedia en la que murieron 96 hinchas en 1989, el ex canciller y ex ministro del Interior del Nuevo Laborismo Jack Straw acusó a la entonces primera ministra Margaret Thatcher de complicidad en el encubrimiento. “El gobierno necesitaba que la policía estuviese de su lado para reprimir la huelga de los mineros y otros problemas industriales. Esto creó una policía que podía actuar con total impunidad”, indicó Straw a la BBC.Página 12

La investigación del panel independiente dada a conocer el miércoles obligó al primer ministro David Cameron a pedir disculpas en la Cámara de los Comunes por la “doble injusticia” sufrida por los familiares que, además de perder a sus seres queridos, padecieron la ignominia de que los responsabilizaran de sus propias muertes. Según la investigación, la policía de South Yorkshire, a cargo del operativo de seguridad del partido entre Nottingham y Liverpool, junto a un diputado conservador, el hoy “Sir” Irvine Patnick, fueron filtrando información a los medios para estigmatizar a los hinchas, describiéndolos como unos incontrolables borrachos responsables de todo tipo de desmanes. La estigmatización no tuvo límites. La infame tapa del sensacionalista The Sun acusó a los hinchas de robar dinero de las víctimas y orinar a los “valientes policías” que habían ido a controlar a la multitud.

Según el panel investigador, que examinó 450 mil páginas de testimonios y pruebas, la primera ministra Margaret Thatcher sabía que el informe policial era “prácticamente una mentira”. El entonces jefe de policía de South Yorkshire renunció a su cargo, pero el gobierno conservador no hizo nada por desentrañar la red de falsedades que embarraron la memoria de los muertos. El diputado laborista Andy Burnham, uno de los políticos que más batalló junto a las familias para que se conociera la verdad, elogió al actual primer ministro David Cameron, pero exigió que se avance con una nueva investigación. “Normalmente no elogiamos a los primeros ministros conservadores, pero lo que dijo David Cameron fue muy bien recibido. Ahora necesitamos que haya una investigación judicial que revoque el veredicto de muerte accidental y se sepa la verdad sobre el encubrimiento. Había una cultura que trataba a los aficionados de fútbol y a los huelguistas como ciudadanos de segunda clase”, señaló Burnham.

Los ’80, década thatcherista, marcaron el nacimiento de la violencia futbolística protagonizada por los llamados “hooligans”. En 1985, en un partido entre Liverpool y Juventus en Bélgica, murieron 39 aficionados después de que los hinchas de Liverpool derribaran la barrera que separaba a los simpatizantes de ambos equipos. Las autoridades europeas prohibieron la participación de equipos ingleses en competencias continentales durante cinco años y la de los hinchas de Liverpool durante siete años.

Pero los ’80 fueron también época de las huelgas de los mineros y otros conflictos laborales en el marco de la política de privatizaciones y desregulación del gobierno de Margaret Thatcher. La represión policial de la huelga minera y la persecución de trabajadores en sus mismas casas marcaron para muchos el fin de una visión social idílica en la que la policía era vista como una fuerza imparcial y ecuánime, encargada de proteger a la sociedad en su conjunto.

El informe del panel independiente produjo una catarata de disculpas. En el editorial de este jueves, The Sun lamenta “nuestro más grave error”. El alcalde de Londres, Boris Jonson, hizo lo mismo por un editorial publicado en el Spectator. El fiscal general Dominic Grieve tiene que decidir ahora si abrir una nueva investigación judicial para cambiar el veredicto de muerte accidental. Esto podría abrir las puertas a un juicio contra los responsables de los fallos de seguridad y su encubrimiento.

La dimensión política de Hillsborough será un hueso duro de roer. Distinguidas figuras conservadoras de la época, como Sir Norman Tebbit o David Mellor, criticaron duramente las declaraciones de Jack Straw. Margaret Thatcher es un tótem conservador: colocarla en medio del escándalo tendría serias repercusiones políticas.