No entienden ni con PowerPoint: son espadachines de un Pacto de Punto Fijo recargado
CLODOVALDO HERNÁNDEZ|A pesar de que sus propias lumbreras teóricas les han explicado hasta la saciedad las causas de ese fenómeno, la derecha venezolana aún no ha entendido bien lo que le ocurrió en 1998 ni lo que le ha seguido pasando durante estos trece años.El Universal
Aunque han sido protagonistas -o al menos testigos- del colapso de la democracia representativa, los dirigentes antichavistas siguen empeñados en montar de nuevo un modelo de conciliación de elites, al estilo de aquel trío de panas por conveniencia que se llamaron Rómulo, Rafael y Jóvito. Los nuevos líderes (bueno, algunos no son nuevos, pero… generalicemos) se comportan como los espadachines de un Pacto de Punto Fijo Recargado, en el que las mayorías apenas desempeñan -como otrora desempeñaron- la función de público de galerías, votantes cada cinco años engatusados con buena propaganda y beneficiarios de una plancha de cinc para remodelar el rancho.
El debate entre los precandidatos ha sido una nueva y muy clara demostración de que -pese a la notable juventud de cuatro de ellos- son una acrisolada expresión del puntofijismo, una clase política que se niega a entender los cambios, aunque se los expliquen con PowerPoint.
Por ejemplo, estas gentes deberían saber que las fuerzas -a veces descontroladas y temibles- del pueblo se llevaron en los cachos a los políticos encorbatados (y a las doñitas cuchi aspirantes a políticas); a las promesas formuladas con palabras sabihondas y a la impostura de los besos y abrazos a ancianas, indígenas y muchachos mocosos.Deberían saberlo porque el dato está -en inglés- en los informes de sus asesores extranjeros. Pero ellos y ellas siguen presentándose bajo el mismo formato de doctores iluminados, ahora en paquete de cuatro con una aristócrata como bonus track.
Sus amigos encuestadores les han remachado (tanto que hasta se han hecho sospechosos de ser infiltrados rojos) que a un liderazgo tan enraizado como el del presidente Chávez no se le puede contraponer un contrincante fabricado o repotenciado en laboratorio. Pero insisten en que van a ganar las elecciones inyectándose Botox en los cachetes o en la ideología; o gracias a cuñas de TV en la que se presentan como iron man o como mártir preso en las ergástulas del rrrrégimen.
Saben -o deberían saberlo- que eso de los debates electorales fascina principalmente a gente de clase media, amante de la comida chatarra y de otros inventos gringos, precisamente el tipo de personas a las que no necesitan convencer. Pero insisten en montar eventos así. Y lo peor -para ellos- reinciden en creer que se trata de episodios de singular trascendencia nacional e internacional y que cambian el rumbo de la historia. Un PowerPoint urgente, por favor.