Elon Musk versus Brasil: la punta de un iceberg
Javier Vadell
¿Libertad de expresión o geopolítica de los autos eléctricos?
Así como no fue la superficie del iceberg que hundió al Titanic, no es la épica lucha por la libertad de expresión en Brasil la que refleja las verdaderas intenciones de Elon Musk, el magnate dueño de X/Twitter, Tesla, SpaceX y otros emprendimientos.
¿Qué observamos en la superficie? A un super empresario de origen sudafricano radicado en los Estados Unidos que se rebeló, en abril de 2024, contra una decisión de un juez del Supremo Tribunal Federal de Brasil (STF), Alexandre de Moraes. Desde ese momento, Musk organizó una campaña sistemática de hostigamiento al Poder Judicial y a las instituciones brasileñas. Este juez del STF –máximo órgano judicial del país– pidió el bloqueo de las cuentas involucradas en las manifestaciones golpistas ocurridas el 8 de enero de 2023, realizadas por apoyadores de Jair Mesías Bolsonaro.
Esta acción de Moraes, basada en la ley brasileña, provocó la reacción de Elon Musk en su red social con reiteradas quejas a favor de la “libertad de expresión” y los peligros que enfrentaría la democracia en Brasil por las decisiones del poder judicial.
El impacto fue inmediato y Musk consiguió aglutinar a la ultraderecha representada por el bolsonarismo en torno de la defensa de las “libertades” frente a la “dictadura” de los jueces y del gobierno petista.
La disputa fue escalando, Musk afirmó que no respetaría la orden judicial –que técnicamente no es un delito– y Moraes acabó incluyendo al multimillonario en su extensa investigación sobre las milicias digitales. En una sociedad polarizada, y una ultraderecha compacta, la manipulación de Musk tuvo su éxito táctico en aglutinar al bolsonarismo y dar un renovado propósito a su lucha política.
Narrativa desviante y desestabilizadora
Estos acontecimientos que se sucedieron en el transcurso de abril de 2024 y se extienden en mayo son la superficie del iceberg. X/Twitter es el instrumento ideal para que Musk organice una narrativa desviante y desestabilizadora. Desviante, porque consigue aglutinar a la derecha radical y al bolsonarismo en torno de un principio abstracto de libertad de expresión absoluta, ocultando los verdaderos intereses en juego. Desestabilizadora, porque el magnate ya tiene precedentes interesantes.
La autoconfianza de Musk esconde sus temores frente a la competencia de China y a la insubordinación de la periferia rebelde. Vale recordar su famoso twit en 2020 después del golpe de Estado en Bolivia contra Evo Morales, posteriormente borrado: “¡Vamos a dar el golpe en quien queramos! Enfrenten eso” (We will coup whoever we want! Deal with it). En consonancia con esta fanfarronada oligáquica, el mega empresario estaba articulando el aprovisionamiento del litio boliviano ligados a los grandes proyectos en el Brasil de Bolsonaro, que incluía también el proyecto de una fábrica de autos eléctricos en el país.
En la polarizada sociedad brasileña, el gobierno Lula, con un abordaje más nacionalista y desarrollista, nos muestra que el bloque de hielo del iceberg es mayor e invisible a los “ojos” del sentido común.
Brasil versus Musk: SpaceX y la geopolítica de los automóviles eléctricos (EE.UU. vs. China)
La excelente relación de Musk con las nuevas derechas neoliberales representadas por la expresidenta golpista Jeanine Añez en Bolivia y el gobierno Bolsonaro (o su encuentro del mes pasado con el argentino Javier Milei) son de amplio conocimiento, pero los vientos cambiaron con la victoria del MAS en Bolivia, que llevó a la presidencia a Luis Arce, y después con la victoria de Luis Inácio Lula da Silva en Brasil
Las políticas del gobierno Lula parecen confrontar directamente con los intereses de Elon Musk en tres sectores estratégicos que involucran: SpaceX, Tesla y el control de los recursos naturales estratégicos ligados a la industria de autos eléctricos, específicamente, el litio.
El primer embate se dio con Starlink, empresa que nació como proyecto de SpaceX para la creación de una constelación de satélites de internet con el objetivo de brindar un servicio de internet de banda ancha. En abril de este año (2024), la Comisión de Inspección y Control Financiero de la Cámara de Diputados aprobó una solicitud de auditoría ante el Tribunal de Cuentas Federal (TCU) para investigar posibles irregularidades en los contratos de Starlink realizados durante el gobierno Bolsonaro. Esto significa que el gobierno brasileño puede reevaluar los contratos que mantiene con la empresa de Musk.
No obstante, la segunda confrontación es la más delicada, cuyo impacto está directamente relacionada con la geopolítica de los autos eléctricos y la gran disputa tecnológica global entre Estados Unidos y China. En otras palabras, la contienda entre el magnate Musk y el Brasil de Lula es la imagen visible en Sudamérica de una lucha de titanes entre el poderío industrial chino y el declinante poder industrial estadounidense.
Un dato que no es irrelevante es saber cómo la empresa Tesla se está desempeñando en este contexto. El año pasado (2023) la empresa china BYD (Beyond Your Dreams) superó por primera vez a Tesla como la mayor empresa de autos eléctricos del mundo. Además, un dato preocupante para Musk es que, según la agencia Bloomberg, las acciones de la empresa Tesla están cayendo desde enero de 2024 de manera firme. La caída de este año fue de aproximadamente el 38%. Esto significó que las acciones de Tesla sufrieron la segunda mayor caída en el índice Standard&Poor’s (S&P) 500 en 2024.
Los problemas de Tesla comenzaron en octubre de 2023, cuando la demanda de vehículos eléctricos estaba comenzando a desacelerar. En marzo de 2024, la empresa informó que las ventas en el primer trimestre irían a estar por debajo de las expectativas de los analistas. Esas cifras reavivaron las preocupaciones de los inversores sobre la trayectoria de crecimiento de la empresa. Las noticias de que la compañía tiene la intención de descartar sus planes de fabricación de vehículos eléctricos más baratos y el anuncio en abril de despidos y recortes en gran escala fue el último golpe que consolidó la caída.
Por otro lado, Beijing se ha fijado el objetivo de que al menos 20% de los automóviles nuevos vendidos anualmente hasta 2025 sean vehículos de energía renovable (VER), que incluyen, híbridos y vehículos de pila de combustible de hidrógeno. Una de las metas del gobierno chino para 2035 es que los VER deberían convertirse en la “corriente principal” de las ventas de automóviles nuevos. Es en este escenario de disputa global por mercados y por recursos, resurge BYD como la pesadilla de Musk y Brasil como país clave en la geopolítica de autos eléctricos.
Brasil no será el “sueño eléctrico” de Musk
Los planes de Musk en la era Bolsonaro se esfumaron cuando el proyecto de BYD se materializó con la instalación de una planta automotriz de vehículos eléctricos en Camaçari, en el Estado de Bahía, simbólicamente en la antigua planta de Ford. Se trata del mayor polo industrial de BYD fuera de China, que cuenta con una inversión de aproximadamente 600 millones de dólares.
Según la empresa, la expectativa es iniciar la producción de vehículos eléctricos nacionales entre finales de 2024 y principios de 2025. Para ello, BYD anunció que su capacidad de fabricación será de aproximadamente 150 mil vehículos por año durante la primera fase de la implantación.
La geopolítica de autos eléctricos está también intrínsecamente ligada a la capacidad de extraer los recursos necesarios para la producción de baterías eléctricas. Conocidos como materias primas críticas, en inglés critical raw materials (CRM), el litio es uno de los minerales que tiene un rol central. La cadena de abastecimiento de ese mineral es crucial para la industria de los vehículos eléctricos y Elon Musk, según Bloomberg, el año pasado intentó adquirir Sigma Lithium, empresa de origen canadiense que explota la mayor mina de Litio en Brasil, en el norte del Estado de Minas Gerais.
El desenlace no pudo ser peor para Musk, quien después de perder la pulseada de los automóviles eléctricos con BYD, tuvo que tirar la toalla y renunciar a sus sueños con el litio brasileño, como antes lo hiciera con el boliviano. El diario Financial Times anunciaba en enero de 2024 que el presidente de BYD en Brasil, Alexandre Baldy, había llevado a cabo conversaciones con Sigma Lithium, valuada en 2.900 millones de dólares, sobre un posible acuerdo de suministro, fusión empresarial o adquisición.
Esta zaga continuará y sus consecuencias se globalizarán al ritmo de la gran disputa geopolítica entre China y Estados Unidos. En el actual estado de la situación, China, por intermedio de BYD, consolidó su posición en el tablero geopolítico de los vehículos eléctricos en Sudamérica con gran posibilidad de controlar el abastecimiento de litio. Esta gran jugada de Weiqi (también conocido también como Go y que es un juego basado en la estrategia de tablero, originado en China hace más de 2500 y cuyo objetivo es asediar más territorio que el oponente) neutralizó cualquier tentativa de penetración de empresas occidentales. De esta manera, el sueño sudamericano de Musk se fue desdibujando, aunque no del todo. Su estrategia en la región parece estar centrada en tres ejes, con el objetivo de intentar revertir, en parte, esta situación desfavorable.
El primer eje es la utilización de la herramienta mediática X/Twitter para desestabilizar al gobierno Lula y aglutinar al bolsonarismo en la polarizada sociedad brasileña. En segundo lugar, la apuesta de lleno en la Argentina de Milei, con foco en la expansión de Starlink y el control del litio. Y, finalmente, pero no menos importante, jugar las fichas a Donald Trump en las próximas elecciones en Estados Unidos que le facilitaría los negocios en la región haciendo que sus intereses empresariales se conjuguen simbióticamente con los intereses de la potencia imperial. Mientras tanto, en el corto plazo, Elon Musk renueva sus vínculos con el gobierno chino, como lo demuestra su última visita al país asiático y su reunión con el primer ministro Li Qiang. Si no puedes derrotarlos, únete momentáneamente a tu “rival”.
*Especialista en temas internacionales. Profesor del Departamento de Relaciones Internacionales y Coordinador de la especialización en China contemporánea de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais. Licenciado en Relaciones Internacionales de la UNR y Doctor en Ciencias Sociales en la UNICAMP, Brasil.