Massa convirtió el debate en el patíbulo de Milei: Argentina se resiste al liberalismo
Carlos A Villalba
La noche es el tiempo elegido por los hermanos Javier y Karina Milei para salir del encierro protector del hotel en el que se cobijan y desplazarse, hasta la casa de una novia invisible o, como el pasado sábado 11, 18 minutos después de las 21, hizo la jefa de campaña del candidato ultraliberal. Extraña hora para recorrer un salón universitario convertido en estudio televisivo, absurdo momento para volver a pedir a las autoridades electorales argentinas que cambien reglas que, ella misma, había acordado con la representación peronista.
Quienes tuvieron ese dato supieron que “algo” estaba pasando. Y eso “extraño” se desplegó el domingo siguiente a partir de las 21, cuando el 7 de cada 10 telespectadores y millones de personas adheridas a las redes sociales de sus telefonitos, vieron cómo la candidatura de una supuesta “libertad” que “avanza” se caía a pedazos, víctima de los massazos de un ministro de Economía, vestido con traje y certezas presidenciales, y del serrucho del propio Milei, aferrado a un atril de alumnito vapuleado, contenido por el esfuerzo más químico que humano de no mostrar quien realmente es, un estallido de violencia sin razón y sin razones.
Aquel recorrido por la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Buenos Aires de la primera dama libertaria arrastraba dos preocupaciones. Por un lado el temor al descontrol del hermano, muy especialmente al recorrido que podía hacer Massa (igual que él) sobre el escenario, con la posibilidad de que lo desconcentren, como lo hicieron las “voces” del piso de un canal que lo entrevista “a favor” o las supuestas “toses” massistas sinfónicamente orquestadas en el cierre del debate. Por otro, y más grave, la tensión extrema en la relación con Mauricio Macri, que se tiró encima de su derrota en la primera vuelta de octubre para controlar el espacio que su pobre sucedánea electoral había perdido, imponiendo políticas, prohibiendo mensajes y vocerías.
Jefe tóxico al fin, hoy hasta analiza la posibilidad de generar un gambito institucional y desplazar al economista por la prodictatorial Victoria Villarruel… demasiado para un solo corazón, o dos, como los de la hermandad Milei.
Cuerdas salvadoras
Las características de Massa, positivas para las circunstancias, ya las adelantó este cronista. A su capacidad y su preparación de toda una vida para llegar al puesto que, esta semana, parece tener muy al alcance de la mano, le sumó un análisis detallado de todas las debilidades que implican portar el doble sombrero de ministro inflacionario y candidato del “cambio de rumbo”, preparó respuestas para cada dardo que pudiese salir de ese Milei belicoso… que faltó a la cita; analizó punto a punto las cuestiones que más pueden molestar a ese electorado que está tan distante del peronismo como de la “inestabilidad” del rival: “Javier, esto no es Macri o Cristina, es entre vos o yo”, frase repetida un par de veces, que fue la música que depositó en los oídos antikirchneristas.
La estocada de la imposibilidad del, a esa altura ya “muchachito” de melena revuelta, sonrisa dura y mirada lacerante, de querer trabajar en el Banco Central y no dar la talla, lo hizo trastabillar. Dio hasta para el sarcasmo casi psicoanalítico de que ahí puede estar la razón de empecinarse en cerrar la institución monetaria argentina. Tirarle la sigla “GDE” pareció casi un exceso, Massa le hablaba del sistema de Gestión Documental Electrónica del sector público nacional, que utiliza la administración pública (que un Presidente comanda), para la “caratulación, numeración, seguimiento y registración de movimientos de todas las actuaciones y expedientes”.
Si en lugar de ser el patíbulo en que se había convertido el escenario, hubiese sido un ring, seguramente una toalla hubiese surcado el espacio de la derrota. Pero no, como tampoco flameó cuando el candidato oficialista, en referencia a las formas de enfrentar al narcotráfico, le refregó que su “nueva compañera”, Patricia Bullrich, quitó el sistema de inhibidores en las cárceles y “perjudicó todo el seguimiento y control de ´Los Monos´ en Santa Fe” y se calló; distraído, o sin idea sobre la papa caliente que acababa de recibir, Milei quedó en pausa, desconcertado y devolvió la palabra.
Campana final
Los debates ni terminan cuando dejan de discutir, ni transfieren a votos mecánicos a los contrincantes. Desde hace años, en la Argentina se consolidó un Sistema de Medios de Propaganda de los Grupos Económicos, poseedor de las más poderosas herramientas de construcción de agenda e influencia en la opinión de las personas, de todas las clases, edades y simpatías. Ese aparato, que en el país encabezan las corporaciones diversificadas Clarín y La Nación, les permite afirmar, si les conviene, que llueve hasta cuando el sol raja la tierra o que la fuerza de gravedad eleva los cuerpos. Del mismo modo que demonizaron a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y alentaron la persecución de jueces y fiscales contra ella, impulsaron las candidaturas liberales del macrismo primero, de Milei después.
No importa el análisis de lo discutido, sus empleados comunicacionales, en el momento exacto en que se apagan las cámaras, anuncian “GANÓ MILEI”, “SE IMPUSO BULLRICH”. No fue el caso del domingo; en cuanto abrieron sus micrófonos vociferaron el desastre libertario; al día siguiente las primera planas de sus ediciones digitales y papel lo confirmaron, eso sí, con la desvergüenza de señalarle al derrotado lo que debió decir, como si no hubiese interpretado un guión escrito por ellos.
Hasta que no se abran las urnas del domingo 19 Argentina no sabrá si, una vez más, vivirá en un intento de crecer, incluir, distribuir, exportar, generar fuentes y puestos de trabajo que permitan vivir, al menos, en la decencia, o si todo saltará por los aires, descuartizada por una motosierra que, se vio, sería manejada por quien no está en condiciones ni de debatir durante dos horas.
Desde la irrupción del afán presidencial de Macri, también de Massa, se especula sobre las simpatías por uno y otro de los grandes grupos y sectores económicos. “Círculo Rojo”, “Círculo Amarillo”, describen supuestos agrupamientos; los vinculados al mercado local o al externo, los del agro o la industria, los productivos o los financieros. De uno y otro lado hicieron lo posible, una vez más, para que el futuro gobierno no tenga una pizca de olor a peronismo, a práctica nacional y popular; hoy parecen resignarse a que, tampoco lo lograron, ya se despegan de ese “fenómeno” inesperado que se impuso, como los trillados “cisnes negros”, a los errores y las prácticas dañinas del gerente general de SOCMA SA, y por un instante los hizo soñar con ese feudo sin Estado y casi sin pueblo, porque allí entraría, solo, un tercio de los habitantes.
Para ellos, además de dibujar tapas de diarios, será el tiempo de volver a negociar, presionar, imponer, ahora, políticas, gerentes transformados en funcionarios, excepciones impositivas, negocios, sobornos… Para Sergio Tomás Massa, son días para hacer la plancha hasta la jornada final y después, si lo logra, de cumplir lo que dijo, apenas el trabajar con todos, defender lo bueno que hay, mantener su pragmatismo en las relaciones económicas internacionales, levantar la producción, hacer con el país lo que se logró con el famoso gasoducto Presidente Néstor Kirchner: una obra realizada en tiempo y forma, que beneficia a los que menos tienen con menos costos energéticos y a las arcas fiscales con mayores divisas. Críticas, ya las tuvo, incluso durante el debate, porque no dijo que “son 30.000”, o porque “a Néstor y Cristina hay que nombrarlos siempre. Si logra tener un 11 de diciembre, todos los temas tendrán luz propia y polémica, incluso los Gerardo Morales, que tantísimos no se tragarán. Pero para que eso suceda primero debe ganar.
Un sector importante del pueblo, otra vez una primera minoría, levantó las banderas de la Nación, la justicia social, la independencia; otra fracción se asustó al ver que empujaba con su voto hacia un abismo en el que caerían con ellos, también, sus hijos y sus nietos… La realidad mandó a parar.
Sin embargo, el monstruo ya está aquí; el Dr Frankenstein viene haciendo su trabajo hace rato. Un mes atrás parecía inevitable que su muñeco comenzase el asalto final. Como cada vez sucede en este país del fin del mundo, la organización de la comunidad, lo único que sobrevive cuando hay terremoto, peste o el desastre que sea, se puso el trabajo al hombro, esta vez con la compañía de millones de hombres y mujeres “sueltos”, “sueltas” que salieron a defenderse, con la boleta, la charla, la pintadita. Es la reserva popular, la misma que se encargará de defender el futuro y, también, de controlarlo.
* Periodista argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (https://estrategia.la/). Miembro de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular.