Fútbol, política, narcotráfico y lavado de activos entre Uruguay y Paraguay
Nicolás Centurión
Mientras los ministros uruguayos Luis Alberto Heber y Francisco Bustillo -de Interior y Relaciones Exteriores, respectivamente- son interpelados y se pasan las responsabilidades de un lado al otro, la justicia paraguaya sigue investigando al narcotraficante Sebastián Marset y tratando de dar con su paradero, que ahora parece ser Sudáfrica.
Cualquier ciudadano que observe las interpelaciones sin saber del tema, lo que puede extraer como conclusión de los interpelados y los legisladores oficialistas es nerviosismo, incongruencias, cortinas de humo, mentiras lisas y llanas; y un cúmulo de escenas que parecieran sacadas de un programa satírico.
Un informe de la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay (Senade), consigna en 503 páginas la investigación sobre el uruguayo Sebastián Enrique Marset Cabrera, de 31 años, su actividad vinculada al narcotráfico y el lavado de dinero, y sus vínculos con presidentes, senadores, fiscales, policías y narcotraficantes locales. El minucioso informe tiene datos aportados por el Ministerio del Interior uruguayo, por lo que el ministro Heber no podía desconocer la situación de Marset.
El hoy presidente Luis Lacalle, en 2014 siendo oposición tuiteaba: “Algún día llegará el momento en el que un ministro renuncie por gestión o por vergüenza”, en clara alusión a los ministros del centroizquierdista Frente Amplio. Parece que esa máxima de Twitter hoy ya no corre.
Empezaron a rodar cabezas, aunque apenas testimoniales al momento: removieron al subdirector de Identificación Civil por expedición del pasaporte de Marset en Dubai.
Pero en lugar de meternos en la interpelación y las contradicciones del gobierno, que ya no sabe cómo justificar la entrega de un pasaporte a un narcotraficante preso en otro país, sigamos tirando del hilo de los vínculos de Marset con Paraguay y Uruguay y los notables personajes que integran esta trama.
Dios los cría y el negocio los junta
“No creo en las brujas, pero que las hay, las hay”, reza el dicho popular. En esta trama parece que más que brujas y brujos, hay aquelarres que se cruzan unos con otros y practican conjuros en conjunto.
Uruguay se caracteriza por tener un capitalismo familiar, con apellidos que se repiten una y mil veces en la historia. Vínculos, tramas, esquemas de poder que ya trascienden fronteras. Uno de esos casos es el de la familia Bordaberry. Familia patricia si las hay.
Hagamos un corte en su extenso árbol genealógico. Juan María Bordaberry fue el dictador de la década de los setenta. Fue elegido presidente en 1971 en dudosas condiciones de legitimidad, donde hasta el día de hoy se sostiene que hubo fraude. Dos años después dio un autogolpe de Estado. En esa época en Paraguay reinaba la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989).
El mandato de Bordaberry dentro de la dictadura misma, no fue tan extenso, pero le valió para tejer alianzas en el exterior en plena ejecución del Plan Cóndor.
El stronismo, por su parte, se caracterizó por la adjudicación indiscriminada de tierras a sus aliados. Se estima que entregaron a los amigos del poder, alrededor de ocho millones de hectáreas, aproximadamente un tercio de las tierras arables del Paraguay, uno de los países más desiguales de la región.
El 1,6% de la población es dueña del 80% del suelo, de acuerdo con Oxfam. Dentro del reparto fue beneficiado uno de los hijos del dictador uruguayo Bordaberry. Estamos hablando de Juan Martín Bordaberry.
Según el portal “El Surtidor”, Martín Bordaberry recibió de manera ilegal en el año 1994, 7.285 hectáreas en el departamento Alto Paraguay, distrito Bahía Negra. Además de ser adjudicatario de un esquema de corrupción, los Bordaberry tienen lazos familiares con los Cartes. Martín está casado con Sarah Cartes, la hermana de Horacio Cartes, ex presidente paraguayo, acusado de corrupción por Estados Unidos.
Sarah Cartes es una de las empresarias más poderosas de Paraguay. Egresada en administración de empresas de la Barry University, una universidad católica con sede en Miami, asumió las riendas del Grupo Cartes, uno de los holdings empresariales más importantes de su país, mientras su hermano Horacio ejercía la presidente de la República entre 2013 y agosto de 2018, según el semanario Brecha.
Sarah dirige 47 firmas, entre medios de comunicación, empresas y hasta un banco. Apareció su nombre en los Panama Papers donde se denunciaba que en 2011 había abierto dos empresas offshore.
Según El Independiente de Paraguay, Sarah sería testaferro de su hermano, Horacio Cartes. “Sarah y Horacio Cartes se registraron como contribuyentes en la misma fecha, cuatro días después de ganar las elecciones del 2013. Anteriormente ambos se movían en negro, nunca pagaron impuestos personales y ni siquiera está claro si actualmente lo hacen, cumpliendo con las obligaciones determinadas por la ley”, concluye el portal guaraní.
Horacio Cartes viene del sector empresarial y del fútbol. Se ha desempeñado como dirigente deportivo. En 2001 asumió como presidente del Club Libertad. Ejerció el cargo de director de selecciones de la Asociación Paraguaya de Fútbol, durante las eliminatorias para la Copa Mundial de Fútbol de 2010.
Pero sus intereses parece que no sólo tienen que ver con el deporte más popular del planeta. Según un cable de WikiLeaks también fue investigado por la DEA (Administración para el Control de Drogas) estadounidense por supuesto lavado de dinero proveniente, entre otros, del tráfico de drogas.
En el 2000 fue aprehendida una avioneta en la estancia La Esperanza, perteneciente a Cartes. Llevaba 343 kilos de marihuana y 20 de cocaína. El tío de Cartes, Juan Domingo Viveros Cartes, tuvo en varias ocasiones problemas con la justicia. Pasó seis años en las cárceles brasileñas por narcotráfico.
Vivero Cartes fue detenido en Uruguay en 2013, y procesado por tráfico internacional de drogas. Justamente esa droga iba destinada a Sebastián Marset, el narco al que el gobierno uruguayo -con excelentes vínculos con Paraguay- le entregó un pasaporte estando preso.
Cartes también ha sido vinculado con la ocupación ilegal de tierras, como su cuñado Bordaberry. Incluso está involucrado en el caso de la masacre de campesinos en Curuguaty.
En noviembre de 2019, la Justicia brasileña emitió una orden de captura preventiva contra el expresidente paraguayo Cartes como parte de una investigación por corrupción, que lo vincularía con el caso “Lava Jato”. A través de un comunicado, la Policía Federal de Brasil afirmó haber encontrado alrededor de 20 millones de dólares, propiedad de Cartes y presuntamente ocultos por la red criminal.
El 14 de enero de 2022, se confirmó que la fiscalía de Panamá inició una investigación a Cartes por presunto lavado de dinero. El 26 de enero del mismo año, el ministro de Interior de Paraguay, Arnaldo Giuzzio, presentó una denuncia en contra del expresidente ante la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes (Seprelad) por presunto “lavado de dinero proveniente del contrabando”, “enriquecimiento ilícito en la función pública” y “declaración falsa”.
En julio de 2022, el gobierno de Estados Unidos comunicó que Cartes estuvo involucrado en importantes actos de corrupción y resolvió designarlo “significativamente corrupto” y prohibir su ingreso al territorio estadounidense y congelar sus activos en el país.
Todo un prontuario el del señor Cartes. Esquemas de lavado, fútbol y corrupción. En el año 2017 se había integrado al “Grupo Insfrán” una poderosa organización de traficantes y lavadores de dinero paraguaya, que“legalizaba” activos a través de los clubes de fútbol Rubio Ñu, River Plate y Deportivo Capiatá, además del club griego Atlético Trikala, y de la iglesia denominada Centro de Avivamiento, con sedes en varias ciudades paraguayas y congregaba multitudes. Esta banda fue desmantelada en febrero de este año.
Aquí es donde entra el tercer Bordaberry a escena: Juan Pedro Bordaberry, ex candidato a presidente por el Partido Colorado de Uruguay. Esy uno de los siete hijos del dictador Juan María Bordaberry, hermano de Juan Martín, es decir cuñado de Sarah Cartes y concuñado de Horacio.
Luego de fracasar en su carrera política, de haber perdido plebiscitos promovidos por él mismo, de querer borrar su apellido de las campañas políticas, a pesar de ser confeso defensor de su padre, dejó en 2014 una frase para la historia al oído del actual presidente Lacalle Pou: “vengo para hacer mierda a Tabaré Vazquez”.
Es que en las presidenciales de ese año ni con la suma de todos los opositores el Frente Amplio podía ser derrotado. Así y todo, Pedro se acercó al búnker de Lacalle para brindarle su apoyo y quedó captado por los micrófonos su enconada expresión.
Ahora, Pedro Bordaberry se dedica al fútbol. Hoy concentra sus energías como Asesor Consejero del Montevideo City Torque que pertenece al City Group, que gerencia el Manchester City de Inglaterra y otros tantos equipos a nivel global.
Por ejemplo, durante la inauguración del Montevideo City Football Academy, asistieron el asesor del club, Pedro Bordaberry, junto a autoridades nacionales como el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, el secretario nacional del Deporte, Sebastián Bauzá, y el (ex) ministro de Turismo, Germán Cardoso.
Antes, Bordaberry inició su gestión en el fútbol mientras era senador. No llegó a ser dictador como su padre pero sí fue interventor de la Asociación Uruguaya de Fútbol por orden de la Fderación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) y la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) en 2018. Aquí es donde los vínculos se empiezan a esclarecer, pero la trama se vuelve a complejizar.
Horacio Cartes, ex mandatario paraguayo, y su coterráneo Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, jugaron un rol clave en la designación de Pedro Bordaberry como presidente de la Comisión Regularizadora de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), con el respaldo de Diego Lugano y Eduardo Ache (ambos con negocios agropecuarios en Paraguay).
Los jugadores, según supo Brecha, propusieron rechazar públicamente la participación del senador colorado, pero la acción no prosperó.
Si seguimos tirando de los hilos está claro el vínculo entre los Cartes y los Bordaberry, así como entre los Bordaberry y los Lacalle, éstos también con grandes vínculos con el Paraguay. Es que el presidente Lacalle es íntimo amigo de Mario Abdo, actual presidente del Paraguay, cuyo padre fue secretario privado del dictador Stroessner (lo que ha llevado a sus críticos a hablar de un “resurgimiento del stronismo”).
Por si había quedado algún cabo suelto, Alejandro Dominguez y Horacio Cartes comparten el mismo partido político, el Colorado. En abril de 2015 Sarah Cartes adquirió –a título personal– el paquete accionario del Grupo Nación de Comunicaciones (GNC), integrado por los diarios La Nación y Crónica y las radios Montecarlo FM 100.9 y 970 AM, todos medios paraguayos. Dominguez de Conmebol era el propietario de GNC y siguió trabajando para los Cartes como Director Ejecutivo.
En esta maraña de apellidos apareció una noticia en 2021 que llamó la atención: “Con “mediación” de Lacalle Pou, Conmebol obtuvo 50.000 vacunas de Sinovac para la Copa América” tituló La Diaria en abril de ese año.En palabras de Domínguez, el rol de Lacalle Pou “fue crucial para concretar el acuerdo, de enorme importancia para el fútbol sudamericano”.
“Lo que nos hicieron es lo que hace un amigo, es darnos la oportunidad, abrirnos las puertas para que nosotros podamos contar nuestras necesidades y nuestra historia. Esa gestión se hizo gracias al presidente Luis Lacalle Pou y a todo su Gobierno”, enfatizó Dominguez para el portal Swiss info.
Por esas fechas en Uruguay no abundaban las vacunas, pero el gobierno se daba el lujo de hacer gestiones para enviar 50.000 dosis para que se realizara un campeonato de fútbol en tierras brasileñas. Pero como dijo Dominguez, “es lo que hace un amigo” y favor con favor se paga. Las finales de la Copa Sudamericana y Libertadores, que organiza la Conmebol, se disputaron en tierras uruguayas.
Los números de las finales dejaron un saldo de 24 millones de dólares para el sector turismo en su mayoría, una cifra magra que fue levemente celebrada por las autoridades.
Esto no quedó solo ahí y resurgió la idea de que el mundial 2030 tenga como doble sede a Uruguay y Argentina. Apareció un tercero a sumarse en esta puja para que el mundial se juegue en Sudamérica: obviamente Paraguay.
En 2017 Paraguay se sumó a la postulación siendo Cartes presidente de dicho país. En el 2019 se sumó un cuarto integrante, Chile. Pandemia de por medio quedó todo en suspenso y en agosto de este año se oficializó la candidatura con los cuatro países mencionados. Según indican fuentes, el proyecto para el Mundial 2030 en una organización casi del Mercosur, estaría pronto para mediados de 2023.
Todo esto no hace más que pensar que se está tejiendo desde ahora, por lo menos, una red de negocios inconmensurable. Si no veamos lo que es el mundial de Catar.
En Ciudad de Juárez, en Medellín o en la Triple Frontera brasileño-parguayo-argentina pueden llegar a sonreír de lo tierna y mansa que es la ciudad de Montevideo. De igual manera, Uruguay desde hace rato empieza a sumarse lentamente al esquema del narcotráfico internacional. El Caso Marset y sus implicancias internacionales son el prólogo de un futuro no muy promisorio.
Antes, Uruguay era solo un país “de tránsito”, como si eso no dejara esquelas del delito. En los 90 aparecían narcotraficantes de otros países en fastuosos chalets de Punta del Este. Bufetes de abogados de apellidos renombrados se ofrecían como testaferros y ponían sus recursos para elaborar una ingeniería social que saltara los controles de cualquier dirección impositiva y facilitara el lavado de activos.
Hoy a Europa llegan contenedores con toneladas y toneladas de cocaína desde puertos uruguayos; se producen atentados a jueces y fiscales que investigan las redes del narcotráfico. En los barrios la violencia se acrecenta y lo que se veía en las series de Netflix, hoy se respira en las esquinas de la periferia montevideana.
Mientras sucede todo esto, la pelota sigue girando. Los pases puente, las triangulaciones, las sociedades anónimas en el fútbol, los contratistas millonarios en un fútbol que antaño fue glorioso y hoy es un milagro su existencia, por no decir famélica.
Los nombres de jugadores de élite que “pasaron” por cuadros donde sus canchas son un potrero, y hoy el salario mensual de esos jugadores valdría el presupuesto de esa institución por un año entero. Parecen anécdotas de bar o almuerzo de trabajo. Suena hasta gracioso ver nombres de jugadores de selección en un ignoto fútbol uruguayo.
Pero lo que esconden esos nombres es la punta del iceberg de una trama de lavado y narcotráfico que luego se convierten en la bala en el barrio que mata a un vecino por el mismo narcotráfico -a menor escala- pero narcotráfico al fin. Son las bolsas que quedan de las toneladas que zarpan hacia Europa mientras señores de traje en sus poltronas y en sus bufetes, siguen acumulando millones.
Como en todo pueblo chico, el infierno se vuelve grande y después que encendió, no hay quien lo apague.
* Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)