La “policrisis” advierte: la recesión se instala
Eduardo Camin
El Examen Global de la Ayuda para el Comercio de este año tiene lugar en un contexto de crisis que se superponen. La pandemia de Covid-19 sigue afectando a la salud humana y causando perturbaciones en el comercio mundial, y las economías de todo el mundo se enfrentan a presiones inflacionistas que aumentan los precios de los alimentos y la energía, lo que perjudica especialmente a los pobres, y oprimen aún más los presupuestos públicos, que ya están muy ajustados.
Estas presiones se ven agravadas por el conflicto en Ucrania y las preocupaciones en materia de seguridad alimentaria que éste ha causado. Ya se habla de policrisis.
Mari Elka Pangestu, Directora Gerente de Políticas de Desarrollo y Alianzas del Banco Mundial (BM), subrayó que las múltiples crisis están afectando a los países en desarrollo en particular y acentuando los desafíos de desarrollo que preexistían antes de las crisis actuales.
El BM espera que la pobreza extrema alcance a otras 75 millones de persona para fin de año. Se espera que los precios de los alimentos aumenten un 86% desde 2020, y que el 60% de los países de bajos ingresos experimenten o corran un alto riesgo de sufrir problemas de deuda.
Los jefes de cinco grandes organismos examinaron cómo las múltiples crisis que afronta el mundo están afectando a las perspectivas de comercio y desarrollo de las economías en desarrollo, con países de todo el mundo que se enfrentan a presiones inflacionarias y altos precios de los alimentos y la energía, lo que afecta más duramente a las personas más pobres.
Estos problemas están convergiendo en un momento en que la necesidad de tomar medidas sobre las emisiones de gases de efecto invernadero y apoyar una transición justa a un modelo de crecimiento bajo en carbono nunca ha sido más apremiante.
Los diagnósticos evitan poner el foco en el sistema capitalista como la verdadera causa que genera este descalabro cuyos ciclos de crisis son cada vez más frecuentes. La sociedad, en su constate búsqueda por el “progreso” y “desarrollo”, converge en un quiebre humanitario causante de una crisis global que abarca aspectos sociales, ambientales y económicos.
En su discurso de apertura, la Directora General de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, dijo: “Estas instituciones, que desempeñan un papel cada vez mayor en el apoyo al desarrollo sostenible y el suministro de bienes públicos locales, también están a la vanguardia de las cuestiones de capacidad e infraestructura relacionadas con el comercio, que siguen haciendo retroceder la integración económica de muchos países en desarrollo y menos adelantados (PMA)”.
Okonjo-Iweala señaló que, desde la puesta en marcha de la iniciativa de Ayuda para el Comercio en 2006, los bancos de desarrollo y los países donantes bilaterales han desembolsado unos 556 mil millones de. De estos, más del 20% o 114 mil millones han sido proporcionados por las instituciones financieras internacionales. Señaló que la Ayuda para el Comercio está marcando una diferencia en la vida y los medios de subsistencia de las personas.
Pero destacó que, si bien los desembolsos han aumentado, alcanzando casi 49 mil millones de dólares en 2020, quedan algunas preguntas. “Debemos preguntarnos si esto es suficiente. ¿Está teniendo el impacto correcto cuando los países en desarrollo se encuentran en una situación financiera ajustada, bajo dificultades de deuda y severas presiones inflacionarias?”, preguntó.
Okonjo-Iweala se refirió a la reciente rebaja de las previsiones económicas del FMI, que refleja el estancamiento del crecimiento en las tres economías más grandes del mundo —Estados Unidos, China y la zona del euro— con importantes consecuencias para las perspectivas mundiales. En este contexto, subrayó que se debe hacer más para ayudar a los países en desarrollo a capear los actuales vientos económicos en contra. “Debemos tratar de garantizar una distribución más equitativa de los recursos de la ayuda para el comercio a fin de garantizar que lleguen a quienes más lo necesitan”.
Hizo hincapié en que los países en desarrollo y los donantes contaban ahora más que nunca con el sistema multilateral de comercio para proporcionar una salida. “La pandemia de Covid-19 no ha dado lugar a la degradación del comercio como una prioridad en las estrategias de desarrollo de los países en desarrollo. Ha subrayado el papel fundamental que desempeña el comercio en la obtención de resultados de desarrollo en áreas como la economía digital y en ayudar a los países a enfrentar los desafíos planteados por el cambio climático”, señaló.
Reglobalizar, ante la recesión
De cara al futuro, dijo que desconcentrar la capacidad de fabricación y diversificar las cadenas de suministro será esencial. “El comercio no es una panacea y algunas personas se han quedado atrás, pero podemos usarlo como un instrumento para que las personas regresen a las cadenas de valor mundiales. Así pues, deslocalicemos la producción y la fabricación en los países en desarrollo y utilicémoslas como un medio para incorporarlas. Yo lo llamo reglobalización. Reglobalicemos y no desglobalicemos”.
Por su parte Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), indicó que todos los riesgos a la baja anticipados por los economistas en abril se han materializado. La guerra en Ucrania continúa, lo que está teniendo un impacto en los precios de los alimentos y otros productos básicos, y la Covid-19 ha llevado a China a emprender confinamientos que han desacelerado su economía este año a niveles no vistos en los últimos 40 años, dijo.
Georgieva señaló que los gobiernos están “en un lugar muy difícil” porque tienen la obligación de arrojar agua fría sobre la inflación para evitar que los ingresos sufran, pero tienen menos espacio de políticas para hacerlo que en 2020. Dijo que la política fiscal tiene que estar ahí ahora para las empresas y personas más vulnerables, pero de una manera muy específica para evitar exacerbar las presiones inflacionarias.
“Estamos en un 2022 difícil, posiblemente un 2023 más difícil, especialmente para las economías emergentes y en desarrollo que están siendo golpeadas por las mismas presiones que las economías avanzadas”, dijo. “Además de eso, aquellos que tienen altos niveles de deuda, especialmente deuda denominada en dólares, se enfrentarán a una tremenda dificultad para atenderla”.
“Estamos caminando por un camino muy estrecho para evitar la recesión. Es como cruzar la cima de una montaña. Si caminamos en fila y caminamos en coordinación, paso a paso juntos, podemos pasar. Si no hacemos eso, el resultado es claro, habría mucho más dolor para los países”, agregó.
Por su lado, Mari Elka Pangestu, del Banco Mundial, subrayó que las múltiples crisis están afectando a los países en desarrollo en particular y acentuando los desafíos de desarrollo que preexistían antes de las crisis actuales. Subrayó el impacto que las crisis tendrán en la forma en que las economías pasan de un modelo basado en carbón fósil o combustibles a una energía más limpia.
“Lo que estamos prediciendo es que habrá una desaceleración de esta transición porque todo el mundo está más preocupado por la seguridad energética. Pero acelerar las energías renovables es parte de la respuesta a la pregunta de seguridad energética porque se trata de la diversificación de las fuentes”, dijo.
Odile Renaud-Basso, presidenta del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD), también se refirió a la transición energética, ya que algunos países de Europa han vuelto a reabrir las plantas de carbón y aumentar las importaciones de gas natural licuado de todo el mundo. Estuvo de acuerdo con Pangestu en que la presión a corto plazo sobre la seguridad energética está socavando la agenda climática, pero también puede representar una oportunidad para centrarse en la eficiencia energética renovable.
La funcionaria europea enfatizó que, en sus esfuerzos por avanzar hacia un modelo más ecológico, el BERD ha decidido alinearse con el Acuerdo de París y solo invertirá en proyectos que sean totalmente consistentes con el objetivo de garantizar que la temperatura promedio del planeta no aumente más de 1,5 grados centígrados por encima de su nivel preindustrializado.
El BERD tiene un programa de facilitación del comercio verde desde 2016 y ha desembolsado 1.300 millones de dólares hasta ahora en financiamiento verde, dijo. “Tenemos que poner la transición verde en el centro de lo que hacemos”, agregó.
A la vez que, Woochong Um, Director General Gerente del Banco Asiático de Desarrollo (BAD), se centró en el papel clave que desempeña la digitalización para facilitar el acceso a los mercados. La economía digital tiene la capacidad de reducir los costos comerciales para las empresas, especialmente las pequeñas y medianas empresas que son dominantes en muchas economías en términos de producción y creación de empleo, dijo.
Asimismo, Um advirtió sobre las barreras que frenan todo su potencial, especialmente en los servicios. Pidió a los responsables de la formulación de políticas que trabajen para movilizar la inversión en infraestructura digital, mejorar la alfabetización digital y cerrar la brecha digital entre países y generaciones.
“Las reformas políticas apropiadas junto con la cooperación regulatoria regional e internacional también deberían recorrer un largo camino en términos de mejorar la transparencia y la estandarización y armonizar los sistemas de comercio digital a través de las fronteras, permitiendo que el comercio de servicios digitales fluya de manera segura e inclusiva”, dijo.
Desandando los caminos neoliberales, pero por la misma senda
Desde esta lógica, estos organismos insisten más por inercia que por convicción. La consigna es que el comercio sigue desempeñando un papel importante como motor no solo de la recuperación económica, sino también de la reducción de la pobreza y el empoderamiento económico de las mujeres. Y se nos insiste que el comercio también está relacionado íntimamente con la transición a modelos de crecimiento de bajas emisiones de carbono y con una transición climática adecuada.
Pero nos encontramos ante una crisis mundial que se traduce en las subidas de precios que se ven cada día en los supermercados o las gasolineras y en una inflación que hacía 40 años que no se veía. La energía y las materias primas también se han encarecido, lo que provoca una situación que está golpeando a las economías más frágiles, es a lo que se le llama ‘policrisis’.
En realidad policrisis es una palabra de vieja usanza, pero que la Organización Mundial de Comercio (OMC) ha aggiornado para definir lo que está ocurriendo, es decir, una serie de problemas que abarca distintas dimensiones que se relacionan entre sí y que nos han llevado a incontrolables consecuencias interdisciplinarias, cuyo resultado es la pobreza, hambre, violencia, desigualdad de acceso a la salud, educación y tecnología, así como a un desequilibrio ambiental que se relacionan formado parte de una crisis global y compleja.
En algunos de los países la población no puede aguantar más y ya está diciendo basta y está pidiendo ayuda o protestando en las calles. Y es que, desde Asia hasta América suben los cereales, los aceites, los combustibles, pero lo que no sube son los sueldos para hacer frente al coste de los productos.
La policrisis consecuencias de un capitalismo errante, donde la paz perturba.
Varios son los informes que nos revelan la ignominia del capitalismo, cifras que nos deben interpelar profundamente. Sin embargo, el sistema con sus archimillonarios parece enorgullecerse de que a nivel mundial el 1% de la población controla la riqueza el 99% restante y que, a nivel nacional, las 10 personas más ricas tienen la misma riqueza que el 50% más pobre.
Es el resultado de esta desigualdad económica, que encontramos que unos 783 millones de personas vive por debajo del umbral de pobreza internacional, es decir con 1,90 dólares diarios, mientras que menos del 10 por ciento de los trabajadores de todo el mundo vivían con sus familias con menos de 1,90 dólares diarios por persona (Naciones Unidas, 2017).
Son los más marginados quienes sufren de esta crisis económica provocada por el modelo actual de desarrollo cuyo resultado es la falta de cobertura para poder acceder a los servicios indispensables para una buena calidad de vida y que además sufren las consecuencias de una crisis ambiental provocada por un sistema que sostienen los de mayor poder adquisitivo.
En el fondo es el actual modelo de desarrollo occidental que ha provocado la policrisis que, a partir de una extracción irracional de recursos naturales, una crisis ambiental que perjudica a los más marginados y vulnerables, que surge y provoca una crisis social y económica.
Y que conlleva a una guerra, en un escenario que distrae a los pueblos, al punto que ya asumimos como normal, que la degradación, la pobreza y los desastres son todas expresiones de problemas ambientales y su materialización es el resultado de la construcción social del riesgo, provocada por la construcción de vulnerabilidad o bajo la amenaza de guerras comerciales de todo tipo.
La realidad en la que vivimos, la realidad neoliberal que hemos estado construyendo, ha generado pobreza, desigualdad, hambre, migración, contaminación, corrupción; provocando esta policrisis que sugiere una serie de acciones enfocadas en un cambio radical de dirección para rehumanizar a la sociedad. Mientras tanto convivimos con la “normalidad” de la guerra, del “cuánto durará”. Ya no se habla de paz: ésta ha sido simplemente vetada de todos los organismos internacionales, incluyendo el Vaticano.
Viene la crisis
ojo
guardabajo
un pan te costará como tres panes
tres panes costarán como tres hijos
y qué barbaridad
todos iremos
a las nubes en busca de un profeta
que nos hable de paz
como quien lava.
Mario Benedetti , Fragmentos del poema “La crisis”
*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra . Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)