Daños de la Covid-19: déficit de 75 millones en puestos de trabajo y mayor desigualdad

Eduardo Camín

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Según una nueva evaluación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la crisis del mercado de trabajo provocada por la pandemia de Covid-19 dista mucho de haber terminado, y al menos hasta 2023 el crecimiento del empleo no logrará compensar las pérdidas sufridas.

Las proyecciones de la OIT recogidas en el documento Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2021 indican que el déficit de puestos de trabajo derivado de la crisis mundial llegará a los 75 millones en 2021 para luego reducirse a 23 millones en 2022.

El correspondiente déficit en horas de trabajo, que abarca el déficit de puestos de trabajo y la reducción de horas, equivale a 100 millones de empleos a tiempo completo en 2021 y a 26 millones de empleos a tiempo completo en 2022. Esta insuficiencia de puestos y horas de trabajo viene a añadirse a los persistentes niveles de desocupación, subutilización de la mano de obra y condiciones de trabajo deficientes anteriores a la crisis.

En consecuencia, se prevé que en 2022 el número de personas desempleadas en el mundo se sitúe en 205 millones, muy por encima de los 187 millones de 2019. Esta cifra equivale a una tasa de desocupación del 5,7 por ciento. Antes del periodo de crisis de la Covid-19, solo se había registrado una tasa similar en 2013.

Las regiones más afectadas en el primer semestre de 2021 han sido América Latina y el Caribe, y Europa y Asia Central. En ambas, la pérdida estimada de horas de trabajo superó el ocho por ciento en el primer trimestre, y el seis por ciento en el segundo, mientras que a nivel mundial y en los mismos periodos las tasas fueron de 4,8 y 4,4 por ciento.

Se prevé que la recuperación del empleo a nivel mundial se acelere en la segunda mitad de 2021, siempre y cuando la situación pandémica general no se agrave.

Recuperación despareja

Habida cuenta de la desigualdad de acceso a las vacunas y la limitada capacidad de la mayoría de las economías desarrolladas y emergentes para respaldar medidas de estímulo fiscal fuertes, la recuperación será despareja. Además, es probable que la calidad de los nuevos puestos de trabajo en esos países sea inferior.

La caída del empleo y de las horas de trabajo se ha traducido en una reducción drástica de los ingresos laborales y el consiguiente aumento de la pobreza. En comparación con 2019, a nivel mundial, la categoría de trabajadores pobres o sumamente pobres (es decir, que esas personas y sus familias viven con una suma inferior a 3,20 dólares de los Estados Unidos por persona al día) se ha engrosado con 108 millones de personas.

Según el informe, “los cinco años de avance hacia la erradicación de la pobreza laboral se han perdido”, y ello empaña el horizonte de la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible de haber erradicado la pobreza en 2030.

El informe concluye que la crisis de la Covid-19, ha afectado con más dureza a los trabajadores más vulnerables, de ahí que también haya agravado las desigualdades preexistentes. Dada la falta de protección social generalizada –por ejemplo, la de los dos mil millones de trabajadores del sector informal– las perturbaciones laborales relacionadas con la pandemia han tenido consecuencias catastróficas para los ingresos y los medios de subsistencias de las familias.

También las mujeres se han visto excesivamente afectadas por la crisis. En 2020, la contracción del empleo femenino fue del cinco por ciento frente al 3,9 por ciento del empleo masculino. También fue más elevado el porcentaje de mujeres que quedó fuera del mercado laboral y pasó a la inactividad.

Por otra parte, el aumento de las responsabilidades domésticas derivadas del confinamiento por la crisis ha planteado el riesgo de un “retorno a lo convencional” con respecto a los roles de género. A nivel mundial, el empleo juvenil se redujo en un 8,7 por ciento en 2020 con respecto a la reducción del 3,7 por ciento del empleo de adultos.

La caída más pronunciada se registró en los países de ingreso mediano. Las consecuencias de este aplazamiento y de la perturbación de la experiencia temprana en el mercado laboral de las personas jóvenes podrían prolongarse durante años.

“La recuperación de la COVID-19 no es una mera cuestión sanitaria. También habrá que superar el grave daño a las economías y las sociedades. Sin un esfuerzo deliberado para acelerar la creación de empleo decente y ayudar a los miembros más vulnerables de la sociedad, y a la recuperación de los sectores de la economía más afectados, los efectos de la pandemia podrían prolongarse durante años en forma de pérdida de potencial humano y económico, y de mayor pobreza y desigualdad”, puntualizó Guy Ryder, Director General de la OIT.

“Necesitamos una estrategia integral y coordinada, basada en políticas centradas en las personas, y respaldadas por la acción y la financiación. No puede haber una recuperación real sin una recuperación de puestos de trabajo dignos”, añadió.

Además de examinar las pérdidas de horas de trabajo, las pérdidas directas de puestos de trabajo y la reducción del crecimiento del empleo, el informe esboza una estrategia de recuperación estructurada en torno a cuatro principios.

Ellos son promover el crecimiento económico de base amplia y crear empleo productivo; apoyar los ingresos de los hogares y la transición en el mercado de trabajo; fortalecer los fundamentos institucionales necesarios para un crecimiento y un desarrollo económicos inclusivos, sostenibles y resilientes; y utilizar el diálogo social para formular estrategias de recuperación centradas en lo humano.

Aumento de la inestabilidad económica

Las proyecciones de la OIT destacan el peligro de que la Covid-19 deje en el mercado laboral mayor desigualdad geográfica y demográfica, más pobreza y menos trabajos dignos.

Para colmo de males, sostiene el informe, muchos de los empleos recién creados son poco productivos y de mala calidad. Entre 2019 y 2022, está previsto que la tasa media de crecimiento de la productividad laboral caiga por debajo de la tasa anterior a la crisis en todos los países, excepto en los de ingresos altos.

Como consecuencia del bajo crecimiento del producto interno bruto y del fuerte aumento de la población en edad de trabajar, la falta de ofertas de empleo productivo será más acusada en los países de ingresos bajos. En esos países, se prevé que disminuya el crecimiento medio anual de la productividad laboral, pasando de un ya escaso 0,9 por ciento para el periodo 2016-2019 a una tasa negativa del –1,1 por ciento para 2019- 2022.

Estas lamentables previsiones dificultan aún más el objetivo de erradicar la pobreza de aquí a 2030. El aumento del trabajo por cuenta propia –que se caracteriza de manera desproporcionada por la baja productividad y el trabajo informal– es otra señal del deterioro de la calidad del trabajo.

En 14 países de ingresos medianos de los que se disponía de datos, el trabajo por cuenta propia disminuyó menos en el segundo trimestre de 2020 que el trabajo asalariado. Cuando el empleo repuntó en el tercer trimestre de 2020, ese aumento también fue más acusado en el caso de los trabajadores por cuenta propia.

A nivel mundial, se estima que en 2020 la destrucción de empleo entre los trabajadores asalariados es dos veces mayor que en el caso de los trabajadores por cuenta propia, lo que provocará un cambio en la estructura del empleo. Las repercusiones extremadamente dispares de la crisis han exacerbado los déficits previos de trabajo decente y las desigualdades sociales

Muchas empresas, sobre todo micro y pequeñas empresas, ya han quebrado o se enfrentan a un futuro muy incierto, dadas las consecuencias negativas para su productividad futura y su capacidad de conservar a los trabajadores.

El problema es más acuciante en los sectores de actividad económica más perjudicados por la crisis –los servicios de alojamiento y restauración, el comercio mayorista y minorista, la construcción y la industria manufacturera– y en las actividades en las que hay un gran número de empresas pequeñas.

Estas empresas tienen menos probabilidades de contar con medios financieros que les permitan resistir las interrupciones de sus operaciones comerciales durante periodos prolongados. Las que no han cerrado han acumulado altos niveles de endeudamiento, que comprometen sus posibilidades futuras de invertir y de aumentar su productividad.

Según una encuesta de la OIT realizada en el segundo trimestre de 2020 a 4 520 empresas de 45 países de todo el mundo, el 80 por ciento de las microempresas y el 70 por ciento de las empresas pequeñas se enfrentaban a importantes dificultades financieras.

Las empresas informales son las que se encuentran en una situación más precaria, habida cuenta de su incapacidad para acceder a las ayudas públicas relacionadas con la COVID-19 o a las líneas de crédito formales.

Mientras, daba comienzo la primera sesión plenaria de la 109 reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo  (CIT) y en su primer discurso el Director General de la OIT, Guy Ryder, subrayó las consecuencias de las “múltiples y crecientes desigualdades en nuestras sociedades” que la pandemia ha revelado y la incapacidad de afrontarlas a lo largo del tiempo.

“La suma del sufrimiento humano causado por la pandemia es aún mayor debido a este fracaso colectivo. En esta casa de la justicia social, nosotros más que nadie, debemos sacar conclusiones de esto”, agregó.
Los efectos “catastróficos” de la pandemia de Covid-19 sobre el mundo del trabajo han puesto de manifiesto la necesidad de adoptar medidas de recuperación centradas en las personas, declaró Guy Ryder.

El problema de este discurso es que los trabajadores ya lo saben y lo viven en carne propia este anacronismo no es más que la transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado y hace que se intensifique la explotación de los trabajadores, la pandemia es real, pero actúa como un pretexto mas de las supersticiones capitalistas.

*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)