Energía en Latinoamérica. Momento histórico: el consumo alcanza a la producción

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Demián Morassi|

Como cada año, acercamos las estadísticas energéticas en Latinoamérica. Aprovechando los datos que ofrece el BP Statistical Review of World Energy, revisamos el estado de producción y consumo de los diferentes países y diferentes fuentes en nuestra región.
Hace cinco años comenzábamos estos análisis dibujando un gráfico de tendencias: si la producción de energía seguía creciendo al ritmo promedio en el que lo hacía entre 2004 y 2014 se chocaría con el consumo que crecía a ritmos mucho más vertiginosos, y esto debería suceder en 2021…
Sin embargo, señalábamos entonces, la caída en la producción de petróleo arrastraría antes al consumo de petróleo y con ello se desbarrancaría todo el sistema. Así fue, no hubo que esperar a 2021, la producción de energía tocó techo en 2013-2014 y de allí en adelante se mantuvo una caída constante (principalmente en la producción de petróleo y en menor medida de gas y carbón). Sólo las energías renovables pudieron recuperar fuerza pero a un ritmo que no alcanza a los niveles de las fósiles y mucho menos cuentan con las mismas utilidades.
Así estamos hoy: les mostramos el cuadro y les dejamos que vayan pensando un título apropiado.
Calma, mi vida con calma…
La producción de petróleo está en caída, haciendo espejo con el crecimiento de los años 90. Una curva de Hubbert sin más.
El petróleo representa el 45% del mix energético en 2018, es sin duda la fuente de energía más preciada y ya no nos sobra, se terminaron las décadas de región exportadora. Incluso si dejamos de lado a Venezuela que, evidentemente no está con la capacidad política, tecnológica y financiera de desplegar todo su potencial en la producción del viscoso oro negro, vemos que en la suma del resto de países llevamos tres años de caída constante. Las únicas razones para dejar en puntos suspensivos al colapso definitivo es que el año pasado la región fue condecorada con los hallazgos más importantes del mundo: 4.500 millones de barriles en Guyana (y 1.000 millones más en los inicios de este) y 130 millones de barriles en Brasil (que se sumarían a otros 500 millones que pasaron de “reservas” a “reservas probadas”).
Las nuevas reservas de Guyana son semejantes a la suma total de reservas probadas de petróleo de Colombia, Ecuador y Perú por lo que tendrán que luchar contra la llamada “maldición del petróleo” en un país agrícola que no llega a un millón de habitantes. Por otro lado, las reservas más grandes del mundo siguen estando en Venezuela (303 mil millones de barriles) aunque las dudas sobre la rentabilidad de producir esos petróleos extrapesados le dan un enorme suspenso a los abultados números.
El hecho de pasar a ser una región importadora de petróleo suena un tanto extraño. Nos hemos acostumbrado a vernos como una región que exporta materia prima y adquiere productos industrializados y ahora resulta que estamos a un pie de ser importadores. No hay mucho que analizar, mientras México vio desaparecer su gran cuenca de Cantarell, su vecino, EE.UU. realizaba una vertiginosa escalada productiva de Tight Oil por medio del fracking. Hoy México importa más desde EE.UU. que lo que le exporta, en un intercambio de diferentes productos petrolíferos donde en la cuenta monetaria gana el vecino del norte por vender los productos ya refinados.
Los gases de la vaca muerta 

La meseta del gas que se puede observar se convierte ya en declive si se compara con las necesidades en aumento que está teniendo hoy esta fuente de energía tanto en América Latina como en el resto del mundo.

El foco está actualmente en Argentina que viene invirtiendo dinero público en subsidiar la extracción de gas en Vaca Muerta a costa de que algunas operadoras se muevan de zonas de mayores reservas petroleras a esta cuenca donde predomina el gas. De todos modos un informe elaborado por IEEFA llama la atención sobre lo riesgoso que es para las empresas y lo peligroso que es para el fisco del Estado el plan de subsidios vigente, al mismo tiempo que ambientalistas y comunidades originarias llevan sus reclamos sobre el efecto del fracking en el agua y en el desarrollo de otros emprendimientos productivos.
El carboncito

El carbón se mantiene tanto en producción como en consumo y su demanda dependerá de la capacidad de las renovables de cubrir las necesidades eléctricas, tanto acá como en el resto del planeta.

Las renovables vienen creciendo sostenidamente pero es difícil de comparar si se las pone al lado de las caídas de producción de fuentes fósiles
Decrecimiento y descreimiento

Para la mayoría de la gente estos gráficos no significan mucho, para eso es interesante traducirlo a valores de PBI, que si bien tampoco aclaran demasiado gozan de mayor difusión. A nivel global es necesario que se efectúe un crecimiento en el consumo de energía para que pueda crecer el PBI y lo mismo sucede en caso que haya declives … Entonces qué sucederá con la segura caída del consumo de energía en la región, sería lógico que caiga el PBI… Por ahora lo que observamos es, aún con estancamiento en el consumo de energía, que el PBI no puede acompañar un mísero 1% de aumento poblacional…

El problema parece ser que cuando no hay crecimiento, la sociedad culpabiliza a los gobernantes y en eso puede elegir tanto a Bolsonaro, dando un giro de timón absoluto luego de una década de PT, o decirle basta al neoliberalismo “Washington-friendly” de varias décadas en México y poner a López Obrador en el gobierno. En el tercer país en importancia, Argentina, bastó solo un año de caída de PBI para terminar con el nacional desarrollismo de una década de crecimiento incesante y optar por Macri, un neoliberal que el año pasado batió todos los records de endeudamiento con el FMI, organismo que luego de la crisis del 2001 era visto casi como el mismísimo demonio por la sociedad argentina.
El objetivo de nuestras publicaciones anuales en torno al declive de los recursos energéticos es básicamente alertar sobre la necesidad de planificar el decrecimiento. Si bien hemos tenido toda clase de sátrapas en nuestros gobiernos, ante el malestar de la economía podemos terminar eligiendo a otros peores por las razones equivocadas.
Tenemos claro que el decrecimiento no vendrá dirigido por gobiernos de tinte verde/eco/ambientalista que de modo planificado consensuarían con la población reducir el consumo, y así las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) caerían rápidamente. No, el decrecimiento está sucediendo más allá de los deseos de gobiernos neoliberales o nacional desarrollistas. Es el efecto de la imposibilidad geológica, tecnológica y económica de aumentar la producción de hidrocarburos más allá de ese pico dibujado en los gráficos.
Sin embargo, este obstáculo al que se enfrentan que llamamos decrecimiento, ya está generando políticas racionales pero en una lógica errada, en la lógica de la recesión, suponiendo que deben capear la crisis y luego volverán a la senda natural del crecimiento. En esa lógica es pertinente recurrir al endeudamiento mientras realizan diversos planes de ajuste. Suponen que volverán suficientes años de crecimiento para pagar la deuda y sus intereses, e ir bajando de a poco el desempleo.
Los países que parecen estar comenzando una lógica distinta son los netamente importadores de hidrocarburos como Chile, Uruguay o Costa Rica, que en los últimos diez años han visto aumentar los precios del petróleo y el gas y tomaron la única salida posible que es aumentar a toda prisa las nuevas energías renovables. El problema al que ahora se enfrentan es que sus países vecinos ya están dejando de ser exportadores de esos combustibles que siguen alimentando el transporte, calefacción y a las termoeléctricas (estas son el sostén a la inconstancia, inmadurez y poca versatilidad de la energía eléctrica eólica y solar).
El desafío es particular en cada país pero, como vemos, también es regional, sin embargo aún parece que declamar que la energía declina(rá) o que la economía decrece(rá) es un tabú. Esperamos contribuir a la difusión para que se generen los debates o estudios necesarios que aclaren el panorama sobre el futuro inmediato y a mediano plazo de la región. El problema es grave socialmente, hay que evitar el desastre tremendo que significaría un decrecimiento no programado pero a la vez es la única manera de bajar de manera efectiva las emisiones de GEI y comenzar el  camino hacia una sociedad más sostenible.
*Educador, realizador audiovisual y colaborador de la sección Ecología de La izquierda diario y del blog The Oil Crash.