Los que cobran de Banesco
MARCOS ROITMAN | La trayectoria de algunos expresidentes, no importa de que región del mundo sean, se encuentra ligada a una lógica perversa y enfermiza. Muchos perdieron la honra durante sus gobiernos.
Más allá de los aciertos y fallos, cuestión por lo demás humana, tras concluir sus mandatos no fueron capaces de resistir el canto de sirenas de bancos, instituciones financieras y organizaciones privadas que los tentaron para integrar sus consejos de administración, asesorías o como “abrepuertas” en el mundo de la política formal.
Mutaron en meretrices de lujo. Sus servicios son contratados para servir de ejemplo a futuras meretrices del poder. Su discurso comienza con un mea culpa.
Yo no quería, pero las circunstancias me llevaron a venderme, y saben lo que les digo, sentía placer y luego no podía vivir sin recurrir a vender la honra. Se transformó en una adicción.
Vida placentera, corrupción, regalos, viajes en primera clase, chalets, grandes apartamentos, buena mesa y mucho, mucho dinero. Lo apuntado calza con las personalidades de Felipe González, Fernando Henrique Cardoso y Ricardo Lagos, tres expresidentes que se decían marxistas, socialistas y defensores de la democracia radical, convertidos al social-liberalismo proclaman las virtudes de la economía de mercado a cambio de cheques con muchos ceros después de un uno.
Tal vez el caso de González sea el más abyecto. Asesor de transnacionales españolas, cobra una pensión vitalicia y se embolsa grandes sumas que le permiten dedicarse a su gran pasión: coleccionar diamantes y piedras preciosas.
Amigo de Carmona y Cisneros, no pierde ocasión de pescar en el Caribe venezolano con sus amigos. Hoy es la mano derecha del hombre más rico del mundo, el empresario mexicano Slim. Por sus servicios le han regalado un apartamento en el Zócalo de Ciudad de México. Coleccionista de antigüedades, es el corre ve y dile del FMI.
Vinculado a la guerra sucia, su papel en el financiamiento de los GAL significó la cárcel para su ministro del Interior y el subsecretario. Su cobardía , le hizo desentenderse de los crímenes de Estado.
Algo similar ocurrió con el golpe del 23 de febrero de 1981. Comprometido directamente en el plan para derrocar al presidente Adolfo Suárez se hizo valedor para presidir, con el general Armada, un gobierno de salvación nacional. Probada su participación se corrió una cortina de humo para salvarlo.
En la actualidad, su papel está al lado de la banca. Empleado fiel, Banesco lo lleva para que, sibilinamente, apoye a Capriles bajo el criterio de la alternancia y la necesidad de adoptar los cambios necesarios para asumir las directrices del G-20 y el FMI, una fórmula para el crecimiento y la estabilidad política.