Venezuela, la batalla de la narrativa (II)/ Fox y el plebiscito
Venezuela, la batalla de la narrativa (II)
Carlos Fazio|
Este domingo 16 de julio dio inicio en Venezuela una nueva fase de la guerra no convencional de factura estadounidense, que la cúpula extremista y maximalista que se apoderó de la conducción de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) ha denominado la Hora 0.
En medio de una sostenida violencia de corte paramilitar y terrorista que supera los 100 días de duración, la puesta en escena de la consulta ciudadana se dio en el marco de anuncios catastrofistas, como el del dirigente neofascista Freddy Guevara, quien aseguró en un canal de televisión que luego del plebiscito en contra de las elecciones para constituir la Asamblea Nacional Constituyente, vendrá algo que nunca hemos visto en nuestro país”.
Guevara habló de un levantamiento total, que a juzgar por los manuales de la Guerra No Convencional del Pentágono, augura escenarios tipo Libia o Siria. Es decir, estaríamos en el inicio del estallido de una guerra fratricida entre venezolanos, con intervención de potencias extranjeras, mercenarios y grupos paramilitares.
Y es que más allá de los resultados ilegítimos y fraudulentos de la consulta, que serán propagandeados urbi et orbi por la canalla mediática trasnacional con fines de legitimación, el objetivo del plebiscito-trampa de la MUD sigue siendo el mismo: derrocar al presidente constitucional y legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro.
La también llamada etapa decisiva es una nueva fase del golpe de Estado continuado o permanente que en los pasados tres meses ha sumido al país en una violencia caótica y desestabilizadora de nuevo tipo, que utiliza como forma de lucha política una metodología terrorista. Es decir, el uso ilegal, premeditado, calculado y sistemático de una violencia indiscriminada y letal contra población civil, para provocar miedo y un terror paralizante en la sociedad.
Con apoyo de la jerarquía conservadora de la Iglesia católica local; de un grupo de gobiernos derechistas de Europa y del hemisferio agrupados en la Organización de Estados Americanos (OEA) bajo la batuta de Washington, y de los principales conglomerados mediáticos del orbe; siguiendo tácticas sicosociales y político-militares de los manuales de la guerra asimétrica, irregular o híbrida del Ejército estadunidense, y en el marco de una intensificación de acciones bélicas de corte terrorista, la nueva escalada de la MUD intentará formar un gobierno de transición o paralelo con un gabinete de emergencia.
Como admitió el disidente de la MUD Enrique Ochoa Antich, esa estrategia busca crear un poder paralelo al institucional y legalmente constituido; una suerte de gobierno en el exilio pero adentro, que podría degenerar en más violencia armada y polarización social y en una guerra civil financiada desde el exterior, incluso con una intervención extranjera.
Además de ser una maniobra diversionista y engañosa para sus seguidores, el fraude plebiscitario busca deslegitimar internacionalmente al gobierno de Maduro y convertir a Venezuela en una Estado forajido o fallido para justificar una intervención humanitaria de EU y sus aliados.
Para ello, en la fase anterior Washington y algunos países de la OEA −Canadá, México y Colombia con sus paramilitares incluidos−, han avalado las acciones de terroristas que utilizan armas letales como bombas, cocteles molotov, niples, guayas para degollar motociclistas, chopos, morteros, cohetones y armas de fuego contra civiles.
Es un terrorismo de nuevo tipo, que mediante campañas de saturación mediática se encubre bajo una apariencia de movilización pacífica; si fueran pacíficos no estarían armados ni lincharían o convertirían a sus víctimas en piras humanas; tampoco incendiarían centros de salud y guarderías con niños adentro, ni destruirían toneladas de alimentos y productos de primera necesidad que iban a ser destinados a los barrios populares.
Tras la fracasada estrategia golpe de Estado-paro petrolero-abstención de 2001/2006, de 2014 al presente EU y los medios hegemónicos han logrado ganar la guerra simbólica en el exterior (aunque no en lo interno), mediante matrices de opinión donde la violencia terrorista de la MUD siempre es válida y justa, y la respuesta gubernamental represiva y propia de un Estado forajido violador de derechos humanos.
Con el agregado que para montar esa ficción de lucha política democrática, las concentraciones violentas de la oposición pacífica siempre cuentan con camarógrafos y fotógrafos que operan como una unidad de combate terroristas/medios, ya que las imágenes, sumadas luego a una narrativa sesgada de las redacciones, son un engranaje clave de la guerra sicológica de masas.
En la coyuntura, tras decrecer el respaldo clasemediero a las protestas, la MUD y sus patrocinadores inventaron un mecanismo paralelo al referéndum constitucional. Una consulta seudojurídico y anticonstitucional, ya que el plebiscito no existe en la normatividad venezolana vigente, cuya finalidad es profundizar el desacato de la Asamblea Nacional y servir como medio de legitimación de actos de sabotaje, paros de transporte y del sector petrolero para colapsar la economía, más violencia callejera para paralizar e inhibir la acción gubernamental y un eventual control de territorios en ciudades importantes. El apoyo político-diplomático del exterior es clave para legitimar una invasión, según anticipó el diputado Juan Requesens, de Primero Justicia.
Sin el componente de violencia la conducción neofascista de la MUD carece de proyección mediática, en una coyuntura interna donde la correlación de fuerzas interna no le favorece. Maduro y el chavismo mantienen el poder asentado en una unidad cívico/militar con una férrea unidad de mando. A ello se suma el respaldo activo de las comunas; colectivos populares organizados, y una milicia de 500 mil hombres y mujeres armados en todo el territorio.
Cuentan además con recursos legales y con los organismos institucionales encargados de aplicarlos. No obstante, de aquí al 30 de julio serán días de gran tensión.
Vicente Fox y el plebiscito en Venezuela
Luis Hernández Navarro| Samuel Moncada es el canciller de la República Bolivariana de Venezuela. El pasado domingo declaró a Vicente Fox persona no grata. No hay novedad en ello. Lo sorprendente es que los mexicanos no lo hayamos hecho antes.
El canciller añadió: El señor Fox quiso provocar a las autoridades para armar un circo mediático que sirviera a los viles intereses que lo contrataron. ¿Acaso el ex presidente mexicano no lo ha hecho así una y otra vez desde hace al menos 12 años?
¿Qué hizo ahora la chachalaca mexicana en Caracas para provocar la furia del gobierno venezolano? Escribir un tuit en ¡inglés! en el que acusa: “Diosdado Cabello. Tú eres él que está detrás del Dictador Maduro. Tú eres el asesino, tú torturas, tus manos están llenas de sangre. Conocerás la Hall Court (sic). Prepárate. “Cabello es actualmente diputado de la Asamblea Nacional de Venezuela y una de las figuras claves en la relación entre militares y políticos chavistas.
Y otro más –este sí en español– en el que explica: @NicolasMaduro no tiene una dictadura perfecta ni blanda, está haciendo pasar a Venezuela por una dictadura violenta, torpe y descarada.
Fox viajó a Caracas con otros ex mandatarios latinoamericanos simpatizantes de la oposición venezolana, para participar como observador de la consulta organizada por quienes buscan la salida del presidente Nicolás Maduro.
No hay novedad en los pleitos de Vicente Fox con la revolución bolivariana. En noviembre de 2005, siendo él presidente, expulsó al entonces embajador Vladimir Villegas y colocó la diplomacia bilateral cerca del abismo. Fue hasta septiembre de 2007 que se nombraron nuevamente embajadores en ambos países.
La agudización del pleito se dio en el contexto de la penosa actitud del mandatario mexicano en la cuarta Cumbre del Mar de las Américas. Haciéndole el trabajo sucio a Estados Unidos (tal como ahora se lo hace Luis Videgaray), Fox se dedicó a impulsar la iniciativa de un Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), en contra de los gobiernos de Argentina, Venezuela, Brasil, Uruguay y Paraguay.
Días después, ya en Caracas, el entonces presidente Hugo Chávez denunció en cadena nacional de televisión y radio, que el presidente de México salió sangrando por la herida. Yo les voy a mostrar los videos de los discursos: da tristeza el entreguismo del presidente Fox. Qué triste que el mandatario de un pueblo como el mexicano se preste a ser un cachorro del imperio, cuando México ha sufrido durante años el atropello del imperialismo de Washington.
Los exabruptos del cachorro mexicano del imperio no son una iniciativa propia. Están absolutamente sincronizados con la política de Tlatelolco. No son ocurrentes improperios ideológicos de un panista trasnochado, sino parte de una operación más amplia que busca ocultar la estrepitosa derrota del canciller mexicano en la última reunión de la OEA realizada en Cancún. No en balde, en distintos momentos de la campaña por la presidencia de 2006, Vicente Fox apoyó públicamente a Enrique Peña Nieto. En 2012, llamó a cerrar filas en torno al candidato que va a la cabeza en las preferencias electorales porque México no puede permanecer otros seis años de confrontación y jaloneo entre la clase política.
El asunto alebrestó los ánimos de Acción Nacional. Tanto así que, el entonces líder panista, Gustavo Madero, declaró que el ex mandatario podría ser sancionado o expulsado del partido por apoyar al candidato del PRI. No lo hicieron.
Desde entonces, Vicente Fox –el presidente que reprimió las luchas de Atenco, los mineros de Lázaro Cárdenas y el movimiento de la APPO en Oaxaca– ha encontrado en los ataques a Venezuela sus 15 minutos de celebridad. Desde aquella fecha, cada vez que el mexicano insulta a Hugo Chávez o a Nicolás Maduro, los medios de comunicación (principalmente electrónico) recogen y amplifican sus palabras, como si fueran un argumento de autoridad.
La historia es interminable. En abril de 2007, Fox ganó cierta atención mediática, ofreciendo cabalgar a lomos de mi caballo para dirigirme hacia el sur y defender del gobierno autoritario, demagogo y dictatorial del presidente Hugo Chávez y promover, al mismo tiempo, una economía con rostro humano en el conjunto de los gobiernos de América Latina.
Encarrerado, en 2011, en República Dominicana, en plena campaña por legalizar la mariguana, el ex mandatario acusó a Venezuela, sin ofrecer prueba alguna, de seguir facilitando el tráfico de drogas. Parece –dijo– que hay una asociación entre Chávez y los cárteles de las drogas”.
Un año después, en diciembre de 2012, tildó de burro al presidente Chávez y a otros mandatarios latinoamericanos por oponerse al libre mercado.
Riguroso como es en sus análisis, el marido de Marta Sahagún equiparó a Donald Trump –cuando era candidato– con Hugo Chávez. Lo acusó de ser un falso profeta, aseguró que estaba loco y luego le pidió perdón… “Soy –dijo– lo suficientemente humilde como debe ser un líder compasivo. Si te ofendí, lo siento”. Curiosamente, también comparó a Bernie Sanders con Chávez. Y, ahora, en Caracas, llamó a Nicolás Maduro loco, por enésima ocasión.
Pero, en lo que sí fue exitoso el espectáculo caraqueño del señor de las botas fue en trasladar a los opositores sus artes de mapache electoral. Mientras él vociferaba ellos hacían trampa. El fraude que instrumentó en 2012 para hacer ganar a Felipe Calderón en México se trasladó magistralmente a aquellas tierras. Los antichavistas se despacharon con la cuchara grande en su falso plebiscito (la figura no existe legalmente). Fuera de ese país votaron 693 mil personas, pero el registro electoral de los venezolanos en el exterior es de 101 mil. En la consulta sufragaron niños de 10 años y una sola persona lo hice en 17 ocasiones (https://goo.gl/1FKnWt ). Aún así, tuvieron menos votos de los que alcanzaron en 2013.
La última aventura venezolana de Vicente Fox corrobora la descripción que en su momento hizo sobre él el presidente Hugo Chávez: es el cachorro del imperio. Y, también –habría que añadir– de Los Pinos.