Nuevos asaltos en Venezuela: ¿cómo se miden las victorias?

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Marco Teruggi |

Son días de conflicto en Venezuela: entre poderes del Estado, en la OEA, entre dos fuerzas históricas enfrentadas. Los medios de comunicación hablan de auto-Golpe de Estado, una mentira necesaria para su ataque. ¿Qué sucede, y, sobre todo, cómo se miden las victorias en este escenario?

Venezuela no es una gran barricada. Tampoco es una multitud que tomó Caracas. Los medios de comunicación mienten. Desde que el jueves pasado comenzó la denuncia mundial por lo que habría sido una auto-Golpe de Estado, la ciudad se ha parecido a sí misma. Las calles fueron sus calles, poderosas, tan caraqueñas. Al punto de enterarse de la existencia del supuesto Golpe a través de mensajes que llegaban de fuera, mientras todo estaba como de costumbre en el centro, los alrededores de la Asamblea Nacional, el Palacio de Miraflores.

¿Hubo o no Golpe de Estado? En lo jurídico no. El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) tomó una resolución ante una Asamblea Nacional (AN) en desacato por mantener a tres diputados electos de forma fraudulenta, que anunció varias veces que iba a terminar con Nicolás Maduro, intentó un Golpe de Estado en octubre del 2016, y volvió a votar en enero que no reconoce al presidente. La historia cambia según el punto de inicio que se ponga -el diario La Nación repite que la violencia política en Argentina comenzó con Montoneros.

Se podría ir más atrás: quienes dirigen la AN y la oposición son los mismos que encabezaron el Golpe de Estado del 2002 contra Hugo Chávez. Fingen demencia.

No hubo entonces Golpe de Estado el jueves. Tuvo lugar una decisión que quitó la inmunidad a los parlamentarios, y dio al TSJ la posibilidad de asumir competencias de la AN en desacato. La avalancha mediática fue automática en el marco de los ataques internacionales contra Venezuela encabezados por la Organización de Estados Americanos (OEA). El día viernes se dio un giro inesperado cuando la Fiscal General de la República dijo ante las cámaras que la resolución del TSJ había roto el hilo constitucional. Y esa misma noche hubo otro giro cuando Maduro anunció la reunión del Consejo de Seguridad de la Nación para solucionar el problema, y el sábado el TSJ dio marcha atrás con las dos cláusulas de la polémica. Vuelta carnero. ¿Llegamos al mismo lugar?

Se multiplicaron las voces de constitucionalistas para interpretar la validez de la decisión primera del TSJ. La derecha dijo que todo fue montado: la sentencia, la Fiscal, Maduro, la resolución final. Todo con el fin de mostrar que existe la inexistente independencia de poderes en Venezuela -la gran conspiración. Entonces no reconocieron a nadie y se lanzaron a las calles: escaramuzas jueves y viernes -con algunos minutos caceroleros-, concentración el día sábado en el este de la ciudad -dos mil personas- y el martes lanzaron el gran show para las cámaras. Mientras tanto los diputados anunciaron que destituirán a los magistrados del TSJ.

Choque de poderes del Estado, choque de cámaras y choque internacional.
¿Y las calles?

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Caracas se divide en dos municipios. El oeste, gobernado por el chavismo, el este por la oposición. El límite: Plaza Venezuela. El acceso al oeste le fue prohibido a la derecha desde que en febrero del 2014 prendieron fuego varias instituciones. Comenzaba el ciclo de las guarimbas, que dejó un total de 43 muertos -Leopoldo López, autor intelectual fue entonces detenido. Por eso las movilizaciones de la derecha tienen lugar en el este de la ciudad. Y porque ese es el corte de clases: ahí se concentra su base social, de clases medias altas.

La promesa de los dirigentes es llegar al oeste: al Palacio de Miraflores, al Consejo Nacional Electoral, a la Fiscalía General, donde sea, según la coyuntura. Pasar Plaza Venezuela, de eso se trata, eso desean los escuálidos, eso anuncian los líderes sin liderazgo para cada vez defraudar. Porque al no tener autorización para ingresar se encuentran con el despliegue de la policía. ¿Habría que dejarlos pasar? ¿Para encontrarse con la movilización del chavismo?

A eso convocaron el martes. Eran pocos, muy pocos. Digamos 3 mil, con el plan de tumbar un gobierno, una dictadura. Porque así le dicen. Y uno que viene del sur con los muertos enterrados en el estómago, tiene que contenerse al escuchar gritar dictadura a los hijos de la burguesía, los dueños de las cosas desde hace demasiado tiempo, los que ganaron con cada muerte nuestra. La matriz de comunicación internacional es clara: Golpe, régimen, dictadura, censura, presos políticos, violación de los derechos humanos, crisis humanitaria. En las calles la partida es otra: grupos de choque para confrontar, generar el humo, las piedras, las corridas. Hacen falta imágenes para la OEA, el mundo. Si las masas no están, que sean células preparadas. No eran más de 300 en las zonas de choque. Se une esas imágenes con lágrimas de la devenida en esposa de político preso/figura angelical, Lilian Tintori, varios desmayados, un chorro de un camión hidrante, y listo.

-Che TN está diciendo acá que se está pudriendo en la calle.
Escriben desde Argentina. El frente comunicacional activo, la fórmula funciona.

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La derecha no logar reacumular fuerza movilizada. Defraudó en dos oportunidades el año pasado. Había logrado reunir a unas 40 mil personas bajo la promesa de llegar al Palacio de Miraflores. Al final de cada concentración mandó de regreso a la gente a la casa, a tocar cacerolas en el mejor de los casos. Perdieron legitimidad, su base social quiere revancha, castigo. La dirigencia también. No es tan sencillo tumbar un gobierno sin Fuerza Armada, clases populares, y una burguesía que multiplica acuerdos con ese mismo gobierno.

Por eso son dependientes del frente internacional. Los días previos, simultáneos y posteriores al anuncio del Golpe, una veintena de dirigentes salieron del país: Capriles Radonsky, Lilian Tintori, Freddy Guevara, Julio Borges, entre otros. ¿Casualidad?

Perdieron la calle. El chavismo en cambio la mantiene. Con menos espontaneidad y más trabajadores del Estado, es cierto. Cada una de las bases sociales disminuyó. Una pasó de mediana a pequeña, la otra de inmensa a grande. Esta última se hace más fuerte cuando el imperialismo anuncia el ataque, como ha pasado desde hace varias semanas: las filas se cierran, el enemigo histórico asoma. Basta ver las imágenes, las tomas de la derecha son todas de planos cerrados, las del chavismo de la extensión de las columnas.

Algo llamó la atención en estos días: no hubo clima de Golpe, de convulsión política como si sucedió en oportunidades recientes -en octubre pasado, por ejemplo. La normalidad venezolana siguió por las calles de Caracas y del país. Como si el conflicto, tan real como lo es el choque de poderes del Estado y las amenazas de la OEA, no tuviera que ver con la gente de a pie. Pareciera un hastío por la lógica de conflicto/acuerdo entre superestructuras, la pequeña política. Una señal que indica que es necesario comprender qué sucede en los tiempos del pueblo, los que no se reflejan en las agendas comunicacionales/políticas. ¿Por qué ante algo tan importante muchos -¿la mayoría?- parecieron mirar desde lejos? ¿Qué indica ese dato?

No lograr convocatorias masivas es un problema circunstancial para la derecha. No es una preocupación estratégica, la despolitización de la sociedad es parte de su plan. En cambio, para el chavismo el costo es grande: una de las fortalezas del proceso de transformación fue devolverle la política a la gente, hacerla parte de la trama, romper con la política como algo a dirimirse en espacios de puertas cerradas. Existen convocatorias a movilizaciones, a escuchar a dirigentes, respaldar decisiones del presidente: cada vez menos sujetos protagónicos y más canales de recepción de la línea oficial. Algo se aleja: ¿la dirigencia de las bases o las bases de la dirigencia? El resultado es que la política parece volver a los cauces normales de la democracia restringida, esa misma que se propuso romper la revolución. Esa dinámica es la de la desafiliación, el distanciamiento de la política dentro de una dinámica nacional marcada por episodios periódicos como este que atravesamos.

¿A dónde van quiénes se alejan? A resolver su día a día, marcado por las dificultades de una economía saboteada como parte del plan de desestabilización., donde el peso principal cae sobre los sectores populares, que son la base social principal del chavismo.

¿Dónde irán electoralmente?

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La pregunta política es: ¿por qué en pleno ataque internacional, el TSJ tomó esa resolución respecto de la AN? Era predecible que desembocaría en un escenario de más presión internacional, incertidumbre nacional, y desgate de la gente. La razón es la imposibilidad de avanzar en una iniciativa de creación/modificación de empresas mixtas petroleras: para eso, según la Ley de Hidrocarburos, es necesaria la aprobación de la AN. ¿Qué modificación o creación estaba frenada? Debía ser estratégica para tomar esa decisión en estos momentos. En todo caso no fue parte del debate público.

Por eso la pregunta por el saldo final. ¿Sirvió para la repolitización, la apertura de canales, y la revitalización de las tramas democráticas? Si en cambio se tradujo en mayor distancia de la gente y la política, entonces el saldo es negativo, aportó más elementos a una tendencia que crece peligrosamente. El problema es medir el resultado en términos de ajedrez, como disputa de dos fuerzas políticas manejadas únicamente desde sus dirigencias. Desde esa lógica -que permea la dirección del chavismo- se ha dado una batalla victoriosa.

Los elementos están en desarrollo. La derecha insistirá en su utilización del poder legislativo como espacio desde el cual dirigir la confrontación política. Quieren, además de destituir al TSJ, votar la “ruptura del orden constitucional y la permanencia de Golpe de Estado”. Su plan tiene el epicentro en lo internacional, una muestra de su debilidad interna, sus no liderazgos, disputas internas, la imposibilidad de dar el salto que no dieron desde 1999 para confrontar de igual a igual. Por eso tanta OEA, ataque económico, infiltración de paramilitares. No parece que lograrán reunir más gente a su alrededor. ¿Importa realmente? Lo central parece ser si conseguirán atraer los votos de quienes se alejan hastiados.

La revolución por su lado está ante la necesidad de renacer desde donde nació: la gente, el pueblo, que no es el mismo de 1999 en lo material y político. Y uno de los peores peligros de la dirección es creerse autosuficiente. En cuanto a lo económico la apuesta ya fue planteada por el gobierno: será centralmente con el empresariado. Se les ha dado liberación de precios, dólares para importar, espacios de televisión. El resultado en el cotidiano todavía no llega. ¿Tiempo? No queda mucho. En frente se prepara una revancha sobre las masas.

Foto: Marcos Salgado