Lula: Paulo Evaristo Arns, un cardenal siempre al lado de los más pobres/ Boff: Maestro, intelectual refinado
El cardenal Paulo Evaristo Arns, un ícono de la lucha contra la dictadura militar brasileña, murió ayer a los 95 años en Sao Paulo. Fraile franciscano de origen alemán, fue arzobispo de Sao Paulo durante 28 años entre 1970 y 1998. Arns había ganado prestigio como defensor de los derechos humanos durante la dictadura (1964-1985) y por su labor por los pobres en las favelas. Sus posiciones progresistas le valieron luego ser aislado y marginado por Juan Pablo II dentro de la iglesia.
Luiz Inácio Lula da Silva|
Brasil acaba de perder a uno de sus máximos símbolos de la lucha por la justicia.
Nuestra América perdió una voz valiente que se enfrentó con dictaduras terribles y un brazo amigo que abrigó a centenares de refugiados que eran perseguidos en países vecinos.
El mundo perdió a una figura gigante en la defensa universal de los derechos humanos.
Junto con Marisa, quiero expresar con fuerte emoción el agradecimiento de familias enteras, líderes sociales, militantes de los movimientos populares, ciudadanos y ciudadanas de todos los colores políticos que tanto aprendieron con él en décadas de convivencia inspiradora.
Su coraje siempre fue el de las personas sabias y serenas, que dialogan sin prejuicios con cualquier adversario y no ven sólo enemigos a su alrededor, el carácter de un apóstol de la pluralidad y la tolerancia. Siempre estuvo de un lado: el lado de los más pobres.
Asumió como obispo en 1970 y se destacó en la defensa de los derechos de los presos comunes en el norte de San Pablo. Pocos meses después, se convirtió en la voz de los presos políticos sobrevivientes de las torturas, que siempre reconocieron en él la energía contagiosa de quien denuncia la violencia y desenmascara las farsas policiales, sin negarse nunca a golpear la puerta de un cuartel o a dialogar con quien se dispusiera a hacerlo.
Franciscano como era, siguió el ejemplo de su maestro para hacer una clara opción preferencial por los oprimidos en su Iglesia de la Liberación. Sembró y cultivó comunidades eclesiales de base, revolucionó la formación de los seminarios llevando a los futuros sacerdotes a vivir en los barrios de la periferia. Impulsó la Pastoral Obrera, promovió el trabajo de la Iglesia con los niños, vocación profética de su hermana Zilda hasta su trágica muerte en Haití.
Acarició el sueño de la agricultura familiar que conoció en su tierra natal catarinense, Forquilhinha, como demostración y prueba cabal de que las personas del campo no están condenadas a sufrir hambre y a vivir en la miseria.
Brasil pierde mucho. Pero no pierde ninguna de sus enseñanzas y sus lecciones. En un momento tan difícil de nuestra vida nacional, es necesario tomar su legado de dignidad y coherencia como inspiración permanente. Es necesario rescatar los ideales de esperanza que Don Paulo siempre llevó como lema de toda su vida.
Que descanse en paz. Que podamos seguirlo en sus mejores combates.
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Anexo 1
Leonardo Boff|
He perdido un maestro, un mecenas, un protector y un amigo entrañable. Cosas importantes van a ser dichas y escritas sobre el cardenal Paulo Evaristo Arns, que murió hoy, 14 de diciembre de 2016. No voy a decir nada. Sólo daré mi testimonio personal.
Lo conocí a finales de los años 50 del siglo pasado, en la ciudad de Agudos, São Paulo, cuando yo era seminarista. Volvía de París con el prestigio de ser doctor por la Sorbona. En el seminario, con cerca de 300 estudiantes, introdujo nuevos métodos de enseñanza. Nos hizo estudiar literatura griega y latina, idiomas que dominaba como dominamos la lengua materna. Nos hizo leer las tragedias de Sófocles y Eurípides en griego. Sabíamos tanto griego que hasta representábamos la Antígona en ese idioma, y todos entendíamos.
Después vine a conocerlo de nuevo en Petrópolis como profesor de Patrística y de la historia cristiana de los primeros dos primeros siglos. Nos obligaba a leer a los clásicos en su idioma original: san Jerónimo, su favorito, en latín, y san Juan Crisóstomo, en griego.
Cuando le visité hace dos años en el convento de religiosas en las afueras de Sao Paulo lo encontré leyendo sermones en griego de san Juan Crisóstomo.
Fue nuestro maestro de estudiantes a lo largo de los estudios de teología en Petrópolis, de 1961 a 1965. Acompañaba con interés a cada uno en sus búsquedas, con una mirada profunda que parecía llegar hasta el fondo del alma. Era alguien que siempre buscó la perfección. Incluso, entre nosotros los estudiantes, disputábamos para ver quién encontraba algún defecto en su vida y actividad. Cantaba maravillosamente el canto gregoriano al estilo de Solesmes, más delicado que el duro de Beuron, que había predominado hasta que llegó él.
Durante cuatro años lo acompañé en la pastoral de la periferia. Los jueves por la tarde, el sábado por la tarde y los domingos todo el día, lo acompañé en la capilla del barrio de Itamaraty, en Petrópolis. Visitaba todas las casas, especialmente las familias portuguesas que cultivaban flores y horticultura. Donde llegaba, enseguida fundaba una escuela. Estimulaba el trabajo de los poetas y escritores locales. Después de la misa de las 10, los reunía en la sacristía para escuchar los poemas y cuentos que habían elaborado durante la semana. Estimulaba intelectualmente a todos a leer, escribir y narrar para otros las historias que leían.
Fue un intelectual refinado, conocedor profundo de la literatura francesa. Escribió 49 libros. Nos instó a seguir el ejemplo de Paul Claudel, que acostumbraba a escribir todos los días al menos una página. Seguí su consejo, y hoy ya he pasado de cien libros.
Lo que siempre me impresionó en él fue su amor y su afecto franciscano por los pobres. Hecho obispo auxiliar de São Paulo, inmediatamente se ocupó de las periferias de la ciudad, fomentando las comunidades eclesiales de base y comprometiendo personalmente a Paulo Freire. Como era el tiempo de la dictadura brasileña, especialmente férrea en São Paulo, asumió enseguida la causa de los refugiados venidos del horror de las dictaduras de Argentina, Uruguay y Chile. Su misión especial fue visitar las prisiones, ver las heridas de las torturas, denunciarlas con coraje y defender los derechos humanos salvajemente violados. Corrió riesgos de su vida con amenazas y atentados. Pero como franciscano, siempre mantuvo la serenidad como quien está en la palma de la mano de Dios y no en las garras de la represión policial.
Quizás su mayor logro fue el Proyecto Brasil: Nunca más, desarrollado por él, el rabino Henry Sobel y el pastor presbiteriano Jaime Wright, con todo un equipo de investigadores. Fueron sistematizadas informaciones de más de 1.000.000 de páginas contenidas en 707 procesos del Tribunal Superior Militar. El libro, publicado por la Editora Vozes, Brasil Nunca Más, jugó un papel clave en la identificación y comunicación de los torturadores del régimen militar y aceleró la caída de la dictadura.
Yo personalmente, le estoy profundamente agradecido por haberme acompañado en el proceso doctrinal realizado en mi contra por el ex Santo Oficio, en 1982, en Roma, bajo el presidencia del entonces cardenal Joseph Ratzinger. En el diálogo que siguió a mi interrogatorio, entre el cardenal Ratzinger, el cardenal Lorscheider y el cardenal Arns, en el que yo también participé, valientemente dejó claro al cardenal Ratzinger: «Ese documento que usted publicó hace una semana sobre la Teología de la Liberación no corresponde a los hechos, hechos que conocemos bien; esta teología es buena para los fieles y para las comunidades; usted ha asumido la visión de los enemigos de esta teología, que son los militares latinoamericanos y los grupos conservadores del episcopado, insatisfechos con los cambios en pastoral y en los modos de vivir la fe que este tipo de teología implica». Y añadió: «Espero de usted un nuevo documento, positivo ahora, que reconozca esta forma de hacer teología a partir del sufrimiento de los pobres y en función de su liberación». Y así fue, tres años más tarde.
Todo esto ya es pasado. Queda la memoria de un cardenal que siempre estuvo al lado de los pobres y nunca dejó que fuese ignorado el grito del oprimido por sus derechos violados. Él es una referencia perenne al Buen Pastor que da su vida por los pequeños y los más sufridos de este mundo.