Argentina y Venezuela en su larga batalla contra el gran capital patotero mundial
Luis Salas Rodríguez
Durante la de Independencia los ejes principales de la rebelión contra la Corona española pasaron por Caracas y Buenos Aires. Nadie duda que Bolívar junto a Sucre, desde Venezuela, y San Martín desde la Argentina fueron las figuras más descollantes de la misma.
Años más tardes los destinos de ambas naciones se volverían a encontrar en plano de resistencia contra las potencias imperiales. En 1902 las costas venezolanas son bloqueadas y bombardeadas por una coalición formada por Inglaterra, Alemania e Italia. Luis María Drago, canciller de Argentina, formula La Doctrina Drago en defensa de la soberanía venezolana.
En 1944, vísperas del fin de la segunda guerra mundial, se convoca la Cumbre de Bretton Woods. Entre otras cosas se “acuerda” el nuevo orden económico mundial con los Estados Unidos como potencia hegemónica y crea el FMI. Solo dos países no están de acuerdo y no se adhieren al FMI: Argentina y Venezuela.
En el caso argentino, tanto el presidente Edelmiro Julián Farrell como su sucesor Juan Domingo Perón, se negaron a suscribir los acuerdos por ir en contra de sus intereses nacionales. Tal oposición se mantuvo hasta 1956, cuando tras el derrocamiento de Perón, el presidente de facto, Pedro Eugenio Aramburu, lo hizo. Venezuela ingresa al FMI tras el derrocamiento de Medina en 1945 por una colación de AD y FEDECAMARAS con la llamada ala pentagonista del ejército.
El gobierno venezolano, por su parte, declaraba apoyar el “espíritu” de los acuerdos pero se reservaba de no suscribir todo aquello que contrariara sus intereses o fuera en contra de sus planes de desarrollo. Y es que el pilar de la política medinista se basaba en un estricto control de cambios y la existencia de tasas diferenciales dadas las asimetrías de la economía nacional, pero también en una política aduanera que sirviera para promover un proceso de industrialización nacional. De tal suerte, al momento de firmar el acta, el delegado venezolano Rodolfo Rojas consignó la siguiente nota:
“La delegación venezolana desea expresar que su firma de la presente Acta no implica recomendación alguna a su Gobierno respecto a la aceptación de los documentos en ella contenidos.”
El entonces Jefe de la Oficina de Control de Cambios e importaciones del Estado, Diego Mejía, justificó la posición venezolana de manera bastante elocuente:
“A Latinoamérica le interesa naturalmente, el afianzamiento de una paz sólida y estable. Pero esta paz no puede significar para ella su carta de esclavitud. Paz sí, pero paz con igualdad de oportunidades para todos los pueblos. Paz que nos permita trabajar para conseguir los altos niveles de vida que otros pueblos ya han alcanzado. Un régimen de libertad absoluta en el comercio internacional sería fatal para los pequeños, para los retrasados, para los económicamente débiles. La aceptación de nuestra parte de un régimen semejante equivaldría a la cancelación de todos nuestros prospectos industriales, al abandono de nuestras aspiraciones de mejor estar económico, a la aceptación irremisible del bajo estándar de vida de nuestro pueblo. (…) Aspiramos a contribuir a que en la postguerra sea más intenso el tráfico internacional de mercaderías, pero no podríamos renunciar al derecho de seleccionar nuestras compras, para que ellas sirvan mejor a los proyectos de nuestro desarrollo industrial. Lo contrario equivaldría a la más irritante de las paradojas: que una guerra por la libertad y por la independencia de los pueblos tuviera como resultado la esclavitud económica de los países débiles, que no a otra cosa equivaldría dejarlos sin armas para defenderse de los fuertes, en el azaroso terreno de la competencia internacional”.
Cuando la guerra de las Malvinas fue Venezuela el único país de la región que apoyó y solidarizó con Argentina.
La primera rebelión popular contra el neoliberalismo en la región fue el caracazo de 1989. La rebelión popular en Argentina en 2001, causó que el imperialismo y el neoliberalismo abandonaran el país. Lo hizo en helicóptero, como los gringos en Vietnam.
En 2005 durante la batalla de Mar del Plata los presidente Hugo Chávez y Néstor Kirchner encabezaron la rebelión contra el ALCA, durante la Cumbre de las Américas que tenía como objetivo ponerlo a andar. La primera cumbre había sido en Miami, en 1994, cuando por la vía del hecho se consideraba a esa ciudad la capital de América Latina. La convocó Bill Clinton con un objetivo casi único: la instauración del Área de Libre Comercio de las Américas ALCA que “incluía” a Latinoamérica (excepto Cuba) al TLC norteamericano. El correlato político del ALCA era la Carta Interaméricana. La segunda Cumbre fue en Chile, en 1998, por razones obvias. Y la tercera en Québec, Canadá, en abril de 2001. George Bush y Hugo Chávez acababan de llegar al poder en Estados Unidos y Venezuela, respectivamente. La declaración final de esa cita comprometió a los países a negociar el ALCA. Chávez fue el único que se opuso. Fue la primera vez que el consenso con (y de) Washington se rompió.
La historia de la IV Cumbre, la de Mar de Plata, es conocida. Ya entonces Chávez no estaba solo. Lo acompañaban Kirchner, Lula, Tabaré Vásquez y Nicanor Duarte. Como decíamos en una anterior nota, según el cronograma acordado ya para enero de 2005 el ALCA debía estar vigente, pero la negativa de los países del MERCOSUR y particularmente de Venezuela y Argentina, lo había evitado. Originalmente, la Cumbre de Mar de Plata no tenía entre sus objetivos discutir el ALCA, sin embargo, la presión de Estados Unidos y Canadá así como la colaboración de gobiernos como el de México (presidido por Vicente Fox) lo pusieron sobre el tapete en términos de ultimátum. Vicente Fox amenazó con dividir la región entre los 29 países supuestamente dispuestos a suscribir el ALCA y aquellos que no, que eran los socios del MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) más Venezuela. Y en el grado más alto del desespero, junto a representantes de Estados Unidos y Canadá incluso pretendieron aprobar el “acuerdo” por mayoría simple y no por consenso unánime, como dictaba el reglamento. Fue ante esta amenaza que Néstor Kirchner esgrimió su célebre “no nos van a venir a patotear”. Y entre una cosa y la otra, los presidentes de Venezuela, Argentina, Brasil Paraguay y Uruguay evitaron que el “inevitable” ALCA entrará en vigencia.
Quedará para la historia la reacción destemplada de Vicente Fox, empleado de los gringos desde su época como Gerente de la Coca Cola. Fox culpó directamente a los presidentes de Argentina y Venezuela del fracaso del ALCA. Kirchner le respondió diciéndole que “para algunos la buena diplomacia es tener una actitud de pleitesía y agachar la cabeza ante los más fuertes“. A los pocos días Chávez, fiel a su estilo, fue un poco más allá: “Qué triste que un presidente de un pueblo como el mexicano sea un cachorro del imperio norteamericano. Da tristeza que el heroico pueblo mexicano tenga un presidente que se arrodilla al imperio norteamericano y cumpla el papel triste que fue a cumplir en la cumbre, y después salga arremetiendo contra los que defendemos la libertad de nuestro pueblo”.
Como señaló el presidente Chávez en una carta escrita en memoria del presidente Kirchner tras su muerte en octubre de 2010, todo cambiaría desde Mar del Plata y hasta el día de hoy al imperialismo se le ha hecho harto difícil imponer su agenda regional, como era cosa natural que ocurriera cuando todos los gobiernos bailaban al son que les tocaban desde el Norte.
Así las cosas, al cierre de 2015 y a diez años del NO al ALCA, nuevamente Argentina y Venezuela se convierten en focos de resistencia contra el neoliberalismo y el imperialismo, hoy en plan restaurador. La arena ahora es electoral, pero la batalla histórica es la misma contra los mismos poderes transmutados y en defensa de las soberanías nacionales y el derecho a un futuro mejor para todos y todas.