Las elecciones argentinas y América Latina
Pedro Brieger – Director de Nodal
Las recientes elecciones en la Argentina se inscriben en el debate que existe en la región sobre la posibilidad de una “restauración conservadora” de la que advierte el presidente de Ecuador Rafael Correa cuando plantea que el objetivo de los sectores que detentaron el poder por décadas es frenar los procesos de integración progresistas.
Esta ola “progresista”, “popular” o “populista” se desarrolló en América Latina después de que en febrero de 1999 Hugo Chávez accediera al poder en Venezuela. Ya entrado el siglo XXI se sumaron movimientos como el kirchnerismo en la Argentina, el Frente Amplio en Uruguay, el Partido de los Trabajadores liderado por Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia y el propio Correa en Ecuador.
Estos movimientos tuvieron diferentes momentos de auge y entusiasmo entre los sectores más afectados por las políticas neoliberales en su conjunto y lograron movilizar a millones de personas en apoyo a profundas transformaciones sociales. Esto fue lo que motivó los embates de la mayoría de los medios de comunicación y los sectores internos más poderosos que buscaban desestabilizarlos. Por múltiples motivos estos gobiernos/movimientos se fueron debilitando, lo que fue aprovechado por los sectores conservadores para retomar espacios con ayuda de los grandes medios y sus denuncias -principalmente de corrupción- que fueron minando la credibilidad de varios referentes importantes de estos procesos. Es así que los sectores opositores lograron triunfos electorales en algunas de las ciudades más importantes, incluyendo varias capitales.
En octubre de 2012 numerosos e influyentes medios de comunicación plantearon que Chávez perdería las elecciones frente a Henrique Capriles y que esto significaría el comienzo del fin de la corriente progresista latinoamericana. El resultado es conocido y Chávez triunfó por más de 10 puntos. Dos años después, antes de las elecciones en el Uruguay Álvaro Vargas Llosa incluso se atrevió a vaticinar la derrota del Frente Amplio (lo que tampoco sucedió) y que “las consecuencias de la salida del poder de la izquierda frentista serían continentales”.
Esto quiere decir que hace tiempo que los sectores conservadores vaticinan una derrota electoral a nivel presidencial de los sectores progresistas, lo que –según ellos- provocará la caída de uno tras otro como fichas de dominó. Para graficarlo muestran que en 2013 Nicolás Maduro triunfó por un estrecho margen, lo mismo que una debilitada Dilma Rousseff en 2014 en Brasil.
El desgaste de varios años en el poder, los numerosos escándalos de corrupción que han aquejado también a los gobiernos progresistas, la aplicación de políticas alejadas de las promesas de campaña -y a veces en franco contraste con la historia propia- los candidatos y ministros que no entusiasman, y el abandono de las calles representan un conjunto de factores que ha debilitado a los gobiernos progresistas. Pero todavía ninguno dejó el poder por el voto popular.
La Argentina no es país menor en América Latina y el Caribe y el kirchnerismo ha tenido un fuerte impacto en la región, por eso lo que se juega el 22 de noviembre es mucho más que contienda interna. ¿Será el gobierno argentino el primero en dejar el poder por el voto popular? ¿Qué implicancias tendría para la región? Por ahora es difícil predecirlo.