6D: escenario complicado

308

 

Néstor Francia 

Un lector y amigo generalmente bien informado nos envía noticia de encuestas con resultados muy interesantes, sobre todo porque incluyen estudios regionales y “circuitales”, que él califica como “ambiguos”. Según estas encuestas, la oposición estaría ganando en la votación total con 15% de ventaja, pero saliendo desfavorecida en el número de diputados, 80 contra 87. Nos dice nuestro amigo que si las elecciones fuesen “hoy” (el viernes), los resultados serían estos: diputados por lista, 26 a 25 a favor de la Oposición. Diputados por circuitos, 62 a 54 a favor del chavismo. Total: 87 diputados del GPP y 80 diputados de oposición. Esto lo sabría Luis Vicente León y se lo habría dicho a los de la MUD. Quién sabe, no es una situación improbable, como apunta el amigo. En Grecia, Syriza con el 35% de los votos obtuvo el 49% de los diputados. G. W. Bush perdió las elecciones presidenciales por más de 2 millones de votos, y sin embargo fue electo Presidente de USA porque obtuvo la mayoría de los Colegios Electorales. Tony Blair y su Partido obtuvieron el 55% de los votos y tenían el 74% de los escaños en la Cámara de los Comunes del Reino Unido. Aquí mismo, en 2010, el conjunto de las fuerzas opositoras (no solo la MUD) sacó una muy pequeña ventaja en la votación general frente a las fuerzas de la Revolución, y sin embargo obtuvieron más de 30 diputados menos.

Sin conocer nosotros alguna encuesta que diga eso, y no siendo de quienes damos demasiado crédito a tales estudios de opinión, el escenario descrito está dentro de los límites de lo posible con probabilidad para nada baja. Para que tal resultado se diera bastaría con un par de condiciones que no sería difícil que ocurrieran: que la oposición ganara en la mayoría de los centros más poblados (Caracas, Maracaibo, Valencia, Maracay y Barquisimeto) pero perdiera en la mayoría de los circuitos no capitalinos. Claro, el número de diputados siempre va a depender de complejas combinaciones que no es fácil prever.

Ahora bien, un resultado tal no sería como para dormir tranquilos. El único resultado que podría darnos alguna tranquilidad, aunque sea temporal, sería una victoria amplia, cómoda, contundente de las fuerzas revolucionarias en las elecciones parlamentarias. Con entera sinceridad y franqueza, ese escenario se nos antoja mucho menos probable que el presentado por el mencionado amigo. Gane quien gane, y sea como sea que lo haga, opinamos que las elecciones de diciembre se perfilan con números más bien estrechos, apretados. Todo lleva a pensar eso, cuando se combinan los distintos factores presentes. Y eso es, desde ya, un serio problema y no solo porque la oposición se prepara para denunciar fraude. Así no lo hiciera o así una denuncia tal no tuviese eco, la escena se pondría muy complicada.

Lo primero es que la oposición, si obtuviese más votos y menos diputados al nivel nacional, se presentaría como mayoría ante el país. Envalentonada, se prepararía para un año 2016 de ofensiva abierta, con todos los medios y recursos, con su base social moralizada y dispuesta a terminar de cobrar. Los peligros serían varios, desde violencia abierta, incluyendo demanda de renuncia de Maduro, hasta plan para la convocatoria de un revocatorio cuyo pronóstico sería reservado. En todo caso, no pareciera que fuéramos a tener descanso, ni siquiera con todo y que se atraviesa la Navidad. A menos que arrasemos, pero eso, al menos hasta ahora, no se ve como posible.

¿Y en el ámbito internacional? El escenario que plantea nuestro amigo, con base a encuestas que dice conocer, inyectaría también renovadas energías a la derecha continental y quienes la apoyan. Para esos factores, el Gobierno de Maduro quedaría deslegitimado, debilitado y listo para la parrilla. Redoblarían la acción conspiradora, se incrementarían las ayudas de todo tipo para la derecha criolla y las exigencias a nuestro Gobierno, en cuanto a los “presos políticos” y a los llamados a elecciones anticipadas u otros de la misma ralea.

Por otro lado, aumentarían sin duda las provocaciones que ya están presentes en la palestra. Aquí es interesante lo que sigue ocurriendo con el caso de Guyana, mientras parecen amainar las tensiones con Colombia, sobre todo después de la reciente reunión entre los ministros de defensa de los dos países.

El gobierno de Guyana, con total descaro, ha invocado la ayuda de Estados Unidos, dejando en claro de qué lado cojea. El presidente David Granger aprovechó la presentación de credenciales del nuevo representante diplomático de Estados Unidos ante su país, para rechazar “la amenaza de la fuerza” entre Estados en la región (aludiendo a Venezuela sin nombrarla): “Guyana espera el apoyo de los Estados Unidos en su legítimo afán por protegerse contra el terrorismo, la delincuencia y las amenazas a su integridad territorial”. Y también: “Deseamos reafirmar el compromiso de Guyana para trabajar con Estados Unidos para fortalecer la cooperación en el marco de la iniciativa de seguridad de la cuenca del Caribe con el objetivo de garantizar la paz, la estabilidad y la seguridad”. No imagine el lector ninguna improvisación ni ligereza en esas palabras del presidente guyanés. Por ahí, por una provocación desde Guyana, se podría colar la posibilidad de una intervención foránea en nuestro país en algún momento de debilidad institucional en Venezuela.

Ahora bien ¿Y si la oposición obtuviera mayoría de votos y más diputados, aunque fuera uno solo? Pues multiplique el lector los peligros por tres, y tal vez se quede corto.