Datos para comprender el lío fronterizo entre Venezuela y Colombia
Modesto Emilio Guerrero – Aporrea
Sin duda que la relación binacional entre ambos países es vista con ópticas muy opuestas en Caracas y Bogotá. La oligarquía aposentada en el exclusivo barrio bogotano de Chapinero lamentablemente ve a Venezuela desde sus ventanales palaciegos.
En sus tiempos, endilgaron al Libertador Simón Bolívar aquella conseja de que Colombia era una universidad y Venezuela un cuartel. Pudiera ser que hoy Venezuela no sea una universidad, pero, verificados los hechos, Bogotá ha convertido a Colombia en un cuartel.
El odio y la envida santanderina se ha mantenido encolumne en tanto el pueblo colombiano, siempre sufriente, no ha tenido oportunidad de expresarse, salvo algunos episodios que marcan la historia de una nación que lo tiene todo para despegar hacía la construcción de una sociedad progresista y formada para tareas superadoras. Pero, Bogotá se atraviesa en el camino, al pueblo colombiano y a Venezuela toda. Definitivamente, Bogotá no es Colombia.
Desde el asesinato de Gaitán la masa de desplazados enfiló rumbo a Venezuela. La corriente migratoria jamás cesó porque la desgracia del pueblo colombiano es ser víctima del peor de los escenarios bélicos, esto es, una guerra empatada. Es peor que la guerra de trincheras de la primera y masiva confrontación europea; un metro hacía adelante eran dos muertes hacía atrás.
De Colombia, como de cualquier país pueden expresarse muchas afirmaciones, buenas y malas, verdades o mentiras; pero hay asuntos que se escapan del plano subjetivo, asuntos que no dan pié a dudar del perfil histórico que ha marcado por dos siglos la convivencia de dos países. Bogotá siempre ha sido obsesivo en su intento marcar la agenda geopolítica a Venezuela, Ecuador, Panamá y Nicaragua.
La oligarquía bogotana convivió por muchos años con Escobar, con los Rodríguez Gacha y con los Lehder, así, sin mucho apremio. El idilio acabó cuando esos tontos traficantes útiles pusieron en peligro las relaciones con Washington; pero la oligarquía bogotana no dio respiro a la Unión patriótica, odio que se saldara con más de cinco mil muertes. Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Jorge Gaitán constituyen memoria viva de una sociedad que se diluye en el miedo y en el desamparo político. La oligarquía no convive con expresiones ni liderazgo de centro o de izquierda. En los pasados cinco años, más de dos mil dirigentes populares y periodistas han pagado con sangre su atrevimiento.
Para entender este peligroso estado de situación es necesario entender las razones por las cuales Venezuela ha quedado encerrada hoy en la secular confrontación colombiana. Santos y Andrés Pastrana son hijos natos y netos de la oligarquía tradicional bogotana. Uribe no proviene de ese estamento pero a sangre, fuego, muerte y narcotráfico se empeña, con arrojo cachaco, a construir una parteaguas en la historia colombiana. Pretende el Doctor Varito incrustarse hasta ser aceptado en Chapinero. Los fuegos de uno y otro bando redescubren el objetivo compartido, Venezuela.
Los unos y los otros
Juan Manuel Santos, si se quiere, no es un personaje relevante en esta historia. Representa, eso si, los intereses de la burguesía económica; el mismo es un reconocido empresario neoliberal hasta la médula y detentor de acciones en varios importantes medios de comunicación. Santos es una especie de parachoques que la vivaz oligarquía atravesó en el camino a Uribe para no tener que sacrificar a un gobernante con apellidos realmente poderosos.
No le ha sido fácil pero Santos ha cumplido su papel. En jerga colombiana podemos decir que le armó la verraquera a Uribe, personaje que si constituye nervio y eje de la historia colombiana en los últimos treinta años.
Andrés Pastrana, cerebro perverso urdidor del Plan Colombia y expulsor de más de un millón de colombianos fuera de sus fronteras, CEO tras bambalinas de Monsanto, (glifosato y semillas modificadas) en Latinoamérica. Fiel a su ADN santanderina, no afloja el cuchillo bajo la manga. Venezuela le molesta demasiado en sus negocios diabólicos matizados por el comercio del glifosato y semillas transgénicas. Su apoyo ferviente a la derecha guayera y descuartizadora venezolana se basa en que, logrando la derecha una hipotética mayoría parlamentaria en diciembre, pudiera retrotraer el debate sobre la ley orgánica de semillas en Venezuela.
Alvaro Uribe, lo más acabado que el neoliberalismo mafioso puede parir; funesto cahafraz de lo más abyecto, ángel de la muerte, piedra fundamental del paramilitarismo, caballero de las fosas comunes, matrícula DEA 82 y autor de los falsos positivos. Sueña con el petróleo y carbón venezolanos. Sus dos hijos se han convertido en magnates de la explotación y transporte.
El presidente Maduro le ha dado un stop al tráfico del carbón realizado por la organizaciones uribistas a través del Lago de Maracaibo; es esta la última verraquera del taimado cachaco. Y cuando se habla de transporte, desplazamiento en alta mar, manejo de cargas y operaciones portuarias, indeclinablemente nos lleva a imaginar, en que diabluras anda el caballero falso positivo. Es que no deja esas malas costumbres de ofender a la humanidad y a los pueblos y gobiernos que sufren las consecuencias de una Colombia tomada por las mafias, las ilegales y las otras.
1- Bogotá la terrófaga. De eso saben Venezuela y Nicaragua. A costas de ambos países ha intentado resarcir la entrega del territorio panameño el cual concedió sin más ni más.
2- Bogotá la belicosa siempre ha pretendido apagar con cañonazos bélicos los incendios que la oligarquía bogotana enciende.
En 1952 intentó apoderarse de los islotes de los Monjes siendo que nunca antes había objetado la soberanía venezolana. El Gobierno venezolano mostró también su disposición a cortar por lo sano la afrenta y movió sus naves artilladas, no hubo necesidad de un solo disparo, Bogotá reculó, entendió el mensaje.
En 1987, aún cuando se celebraban negociaciones para definir límites en el Golfo de Venezuela, Bogotá, en actitud pendenciera, ancló un navío de guerra en esa porción marítima. Nuevamente Venezuela echó mano de sus FF.AA y por segunda vez Colombia echa atrás y demora sus pretensiones sobre los recursos energéticos en el golfo.
En 2008, arteramente se lanza la aventura de bombardear Ecuador (operación Fénix). Habrase visto semejante locura. Donde bombas hubo, cenizas quedan.
En 2009 Bogotá avanza en el plan de prestarse a servir de plataforma obsecuente a los intereses norteamericanos al obsequiar territorio, instalaciones, aeropuertos y puertos para la instalación de siete bases militares.
En 2012, el desfachatado Uribe lanza su proclama de “…no invadí Venezuela porque me faltó tiempo…” a lo que Chávez respondió que lo que le faltaron fueron cojones. Quizás sea esta la razón por la que bajo estado mental de delirio permanente aspire un tercer mandato, para tener el tiempo suficiente.
En 2014 Bogotá se niega a acatar el fallo de la Corte Internacional de Justicia que le ordena devolver territorios marítimos a Nicaragua, antes por el contrario, movió sus barcazas y cañoneras a la isla de San Andrés.
Todos estos hechos dibujan sin lugar a duda a un estado que entiende que la solución, a los problemas que el mismo estado genera a sus vecinos, pasa si o si, por la diplomacia de los cañonazos y la amenaza verbal.
Bogotá es insensible para cumplir sus compromisos
Alguien afirma que es muy fácil gobernar Colombia cuando no asumen la solución de lo tantos males que afectan al país, y tales males se recuestan a los países vecinos. La guerra sexagenaria no es el único problema. No ha cumplido el compromiso de construir hospitales, centros educativos y otros servicios públicos esenciales suficientes en la zona fronteriza. Venezuela cumplió y ha tenido que hacerse cargo de más de 4 millones de colombianos en esas regiones.
No cumplió con el acuerdo de devolver a Venezuela más de 40 mil vehículos y más de 200 aeronaves robados en Venezuela por distintos grupos irregulares.
Desde el año 1976, más de 60 venezolanos fueron arrastrados en secuestros hacía territorio colombiano. Jamás, el gobierno ha cumplido con su obligación de investigar a fondo. Especialmente porque 14 de esos venezolanos no han aparecido, incluso después que sus familiares pagaron rescates. El desinterés y ese cierto tufillo de superioridad sobre
el estado venezolano ha devenido en un particular y execrable hecho. Nunca los gobernantes tuvieron el más mínimo asomo de sensibilidad humana como para transmitir pesar a familiares de los desaparecidos, torturados y asesinados venezolanos.
Casas de agresión financiera
A- En Cúcuta hay más de 1.000 casas de cambio ilegales (supera a New York, Tokyo y Shanghay) y entre 2.000 y 3.000 agentes informales dedicados a transar en monedas nacionales y dólares, quienes se convierten en cómplices del proceso de devaluación del bolívar mediante la técnica del cambiazo. Esta ciudad, acosada por el hambre, miseria, desempleo y carencia de servicios básicos es conocida como centro internacional de trata de personas, centro contable y de resguardo de capitales del narcotráfico y santuario del paramilitarismo uribista.
B- Los cambistas, legalizados por el estado colombiano compran billetes de 100 Bolívares, y por cada uno pagan 250 Bs en billetes de baja denominación. Es obvio que el diferencial de Bs 50 es cubierto por el narcotráfico y/o el gobierno colombiano.
C- El primer billete es llevado a Bogotá, el bolívar se cotiza en Bogotá está en 50 pesos, 50 veces más alto que el cambio en Cúcuta donde, por determinaciones del Gobierno colombiano solo pueden pagarse está en 10 pesos. Es inocultable que es el factor ficticio que incentiva el contrabando.
D- El segundo billete es devuelto a Venezuela y es usado para comprar productos subsidiados, que son vendidos en Colombia a precio liberado. “Ahí no queda si no pura ganancia”, acotó Cabello.
E- El tercer billete lo guardan durante 5 meses provocando que en Venezuela no queden billetes de 100 y el gobierno se vea obligado a imprimir nuevos billetes.
Ataque social y económico
No es cierto que Pastrana, Uribe y Santos estén distanciados. A este trío les une el odio hacía una nacionalidad que para nada les ha agredido. Es demasiado claro que las riquezas venezolanas les traen de cabeza. Este grupete se ha consorciado impidiendo, obstaculizando y destruyendo lo poco que anteriores gobiernos colombianos habían logrado avanzar para constituir una relación sana, duradera y sostenible.
El plan de agresión económica está enmarcado detrás de la resolución número 8 aprobada por el expresidente Andrés Pastrana, en el cual se legalizó que las casas de cambio establecieran el valor a las monedas de intercambio “según sus propios criterios”, lo que favoreció el lucro de Pastrana y sus familiares”.
Por su parte, el también expresidente colombiano Álvaro Uribe, emitió en su gestión más de cinco decretos que legalizaron el contrabando de extracción, entre ellos, la legalización de bandas de mercaderes contrabandistas eufemísticamente calificados por Uribe como “Cooperativas”. Este esquema ha devenido en una fuga de más de 100 mil barriles diarios de combustibles generando colas y malestar en la frontera venezolana.
Para no quedar rezagado, el Congreso colombiano, incluyendo los más de sesenta paranarcodiputados hoy encarcelados, aprueba una ley en la que declara que contrabando es el tráfico desde el extranjero de un bien (una unidad) transable cuyo costo comprobadamente sea superior a los diez mil dólares. Ningún bien de los que se extraen desde Venezuela
alcanza tal monto, en consecuencia, toda unidad de mercancía transable es legal.
Así entonces, públicamente partiendo desde Cúcuta hasta alcanzar Bogotá, en todas las ciudades y pueblos los anaqueles se muestran abundantes y bien surtidos, Eso es verificable en automercados a pocas calles del Palacio de Nariño, en tanto que en los venezolanos sufren el calvario diario de las colas, tanto como verse obligados a desplazarse a Colombia
a comprar los alimentos subsidiados por el gobierno venezolano.
A la par de ello, de repente, Colombia, país altamente deficitario en combustibles comienza a exportarlos dejando desamparada su frontera porque “Venezuela surte”. De hecho, el 80 % del combustible que se transa en 4 departamentos colombianos es de origen ilegal. Ante eso, el Presidente Santos ha mirado hacía los lados.
Autoridades colombianas han afirmado que más de 3 millones de colombianos fronterizos pueden medio alimentarse gracias al contrabando. Santos y Holguín han dado largas a las respuestas obligatorias ante esta realidad. Pero toda historia tiene fin, les llegó la hora d responder, a colombianos y venezolanos.
Bogotá malagradecida
Más de diez mil colombiano han sido deportados desde EEUU, Canadá y Costa Rica en las pasados cinco años. ¿Por qué no ha habido tan urticante reacción por el gobierno colombiano? Las razone son más que evidentes.
Los colombianos residentes en Venezuela superan la cifra de cinco millones. Basta que cumplan con los requisitos legales para regularizar su permanencia en nuestro país. El secular e inacabable conflicto en Colombia ha sido un clavo ardiente para Venezuela. Acá vienen los humildes desplazados a los que se les ha arrebatado sus tierras para que la oligarquía
bogotana pueda desarrollar el nuevo dorado, el cultivo de palma africana para proveer biocombustibles a los EEUU, siempre la misma historia.
Acá reciben lo que la oligarquía bogotana les niega, incluyendo tierras, vivienda, educación y salud gratuitas. El agradecimiento que recibimos de la oligarquía es ese, paramilitarismo, crímenes atroces y debilitamiento de nuestra economía.
Pastrana hizo la tarea de construir un esquema de permanente desalojo y desplazamiento de campesinos, ya no a cuentas gotas como había ocurrido desde el asesinato de Gaitán sino masivamente, arrojándoles en las fronteras venezolana y ecuatoriana. Uribe perfecciona el plan aportando su ejército particular cuyas atrocidades son más que conocidas y verificables. Mientras tanto Pastrana suministra el glifosato y las semillas transgénicas, negocio redondo.