Los varios méxicos ante las elecciones

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Víctor M. Quintana S. – Alainet

No uno sino varios méxicos se revelaron en las elecciones del domingo 7 de julio pasado. Elecciones federales de medio término para renovar la Cámara de Diputados. Comicios para elegir gobernadores, ayuntamientos, o renovar congresos en 17 de las 32 entidades federativas del país. Se eligieron además jefes de cada una de las 16 delegaciones en que está dividida la Ciudad de México. Todo este proceso electoral les costó a los contribuyentes mexicanos mil 400 millones de dólares, 21 mil millones de pesos, más que nunca en la historia.

Los resultados numéricos pueden ser muy engañosos: el partido del presidente Peña Nieto, el PRI, junto con sus aliados, los verdes del PVEM y el corporativo sindicato de maestros, con las siglas del Partido Nueva Alianza, mantienen la mayoría en la Cámara de Diputados. En segundo lugar, viene el derechista Partido Acción Nacional. El otrora insignia de la izquierda, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), corroído por divisiones internas, alianzas con Peña y múltiples casos de corrupción, ve derrumbarse su votación casi en la mitad. Mientras que la nueva formación de izquierda, MORENA, el partido encabezado por Andrés Manuel López Obrador, en su primera incursión electoral, obtiene casi el 9% de los votos, le gana al PRD la mayoría de los diputados en la Ciudad de México y se lleva 5 de las 16 delegaciones de esta demarcación. De los diez partidos registrados corren el riesgo de perder dicho registro por no alcanzar el 3% de la votación, el Partido del Trabajo y el Partido Humanista.

En cuanto a los estados de la República, hay cambio de partido en la gubernatura en varios de ellos: Sonora, Nuevo León, Querétaro, Guerrero, Michoacán. En total, hasta el momento, el PRI se lleva cinco gubernaturas por dos del PAN y una del PRD. En Nuevo León, el estado más industrializado y uno de los más ricos del país, un candidato independiente, Jaime Rodríguez, “El Bronco” se alza con la victoria con un caudal de votos que supera a los del PRI y del PAN reunidos.

El fenómeno de las candidaturas independientes, junto con el ascenso del MORENA, es la noticia de estos comicios. Por primera vez fue posible que se presentaran formalmente candidatos independientes, reconocidos por los organismos electorales. Aunque sólo tres obtuvieron el triunfo: “El Bronco” y dos candidatos a diputados federales, la vía se abre para que el electorado, harto de la partidocracia, y de una clase política arrogante, busque nuevas opciones que no vengan a engordar a la ya muy obesa y arrogante clase política.

Es precisamente por esto que llama la atención el ascenso del MORENA. A pesar de haber realizado campañas muy austeras, con un mínimo de gasto por voto logrado, se colocó como la principal fuerza política en la Capital de la República y consolidó una fuerte presencia en más de la mitad de los estados. Buena plataforma de lanzamiento para la tercera candidatura presidencial de López Obrador, en 2018.

Los perdedores netos de la jornada del 7 de junio son el PAN y el PRD. Aun a pesar de haber ganado dos gubernaturas el primero y una el segundo, su caudal de votos disminuyó significativamente. Más en el caso del PRD donde obtuvo la peor votación desde 1991 y siente los pasos de MORENA en la azotea. La obsesión perredista por ser una “izquierda civilizada”, la captura del partido por los grupos de interés, su cercanía a Peña Nieto y varios escándalos de corrupción lo han sumido en la agonía.

Sin embargo, las esperanzas que puedan suscitar los independientes y MORENA son todavía muy relativas porque Peña Nieto, el PRI y sus aliados seguirán controlando la Cámara Baja y proseguirán las “reformas estructurales” que han entregado los hidrocarburos, el territorio y las telecomunicaciones a las empresas trasnacionales y a los oligopolios nacionales. Seguirán respaldando una política económica que, a pesar de las promesas de Peña Nieto, no ha logrado reactivar ni el empleo ni el ingreso. Proseguirán también la guerra contra el crimen organizado iniciada desde la presidencia de Felipe Calderón que le ha costado mucha sangre y mucha muerte al país.

El continuismo del PRI-Gobierno-Aliados se basa en la impunidad. Impunidad en el manejo de los recursos públicos para financiar las campañas electorales. Impunidad del Partido Verde a pesar de haber violado la ley electoral un día sí y otro también, con la complacencia de las autoridades electorales y el respaldo del duopolio televisivo. El hecho de que las autoridades, el Instituto Nacional de Elecciones y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación no hayan podido ni querido poner fin a estas prácticas fraudulentas que despojan de equidad y certidumbre a los comicios es señal inequívoca que el sistema electoral de México, tal vez el más costoso del mundo, se está colapsando.

Porque, por más que se diga que el gobierno de Peña Nieto pudo no sólo llevar a término las elecciones, sino continuar dominando la Cámara de Diputados, el modelo de elecciones y de representatividad política está en su fase terminal. Esto, por dos vertientes: de un lado, por la fuerza que están tomando las candidaturas independientes que ya obtuvieron la gubernatura de Nuevo León y, de alguna manera, la alcaldía de Guadalajara, la segunda ciudad del país.

De otro lado, por las explosiones violentas que rodearon este proceso electoral. En los estados de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Michoacán hay una insurgencia social que cuestionó las elecciones e incluso buscó boicotearlas. Los múltiples agravios, como la desaparición de los 43 de Ayotzinapa, la represión a los maestros, la colusión de gobiernos y partidos con el crimen organizado, la persistencia de la extrema pobreza estas que son las entidades de más alta marginalidad del país, activaron un cúmulo de manifestaciones violentas, que llegaron incluso al incendio de varias sedes partidarias y la destrucción de papelería electoral. Sólo la militarización de esos estados, el virtual estado de sitio en los mismos hizo posible la celebración de los comicios. Pero la violencia no sólo afectó a estas entidades: a lo largo de todas las campañas fueron asesinadas en todo el país 21 personas ligadas a los procesos electorales: pre candidatos, candidatos, coordinadores de campaña, activistas. Además, hay estados donde el control territorial del crimen organizado tornó imposible que ciertos partidos realizaran campañas en algunos municipios o que siquiera fueran visitados por los candidatos. Es el caso de Chihuahua y Tamaulipas.

Por esto el proceso electoral que se acaba de vivir en este país lo que más revela es los varios méxicos que en él se expresan: el México de las inercias, de la transición democrática atorada, de la apatía ciudadana. El México que rompe con ellas y se expresa a través de candidaturas independientes u opciones como MORENA o partidos “tomados” por la participación ciudadana. Y el México donde la violencia institucional y la violencia criminal, casi siempre coludidas, no le dejan al pueblo otro camino más que la violencia de respuesta.

La gran interrogante es, ¿cuál de estos méxicos va a predominar en las elecciones presidenciales de 2018?

– Víctor M. Quintana S. es asesor del Frente Democrático Campesino de Chihuahua e investigador/profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.