La ley del encabronamiento revolucionario
Mario Sanoja Obediente- Iraida Vargas-Arenas
Hacia mediados de la década de los años ochenta del pasado siglo (¡que antiguo!), un grupo de antropólogos, sociólogos, economistas y filósofos de izquierda o “progres” de Mexico, Chile, Peru, Ecuador (¡Agustín Cueva!), República Dominicana y Venezuela, constituimos un grupo de pensadores latinoamericanos llamado El Grupo Oaxtepec, nombre epónimo de la localidad mexicana donde tuvo lugar la primera reunión.
En sucesivas reuniones sostenidas en diversos países latinoamericanos, nos dedicamos a teorizar sobre el futuro de la Revolución Latinoamericana. Tales discusiones han dado origen, posteriormente a una serie de interesantes publicaciones científicas sobre el tema, cuyo número y variedad escapan a los alcances de esta breve nota.
Lo que queremos reseñar, con vistas a los trágicos sucesos que sacuden y atormentan al querido pueblo mexicano, es una ley histórica que, medio en joda y medio en serio, asomó Felipe Bate, famoso arqueólogo-filosofo-epistemólogo chileno-mexicano. Se trata de la Ley del Encabronamiento Revolucionario (en México encabronarse es rebelarse con violencia), según la cual cuando los pueblos han sido aporreados, jodidos, burlados y escarnecidos hasta el exceso por los grupos políticos de la derecha, se producen estallidos sociales telúricos que arrasan literalmente con el orden político que propició aquellos desmanes.
Ese podría ser el caso de México, como es también fue el régimen de la Venezuela de la IV República, el régimen de la Cuba batistera, el régimen de la Nicaragua somocista, el régimen de la Bolivia anterior a Evo, el régimen del Ecuador anterior a Correa y como podría ser también, quizás, más temprano que tarde, el del actual régimen oligárquico neoliberal colombiano..
La derecha mexicana parece haber olvidado que el pueblo mexicano hizo una revolución social a comienzos del siglo XX, en las propias barbas del imperialismo gringo. A pesar de todos sus defectos y olvidos, el régimen post-revolucionario construyó una sociedad donde se produjeron cambios sociales profundos en la educación, la salud, la ciencia, los derechos sociales, y particularmente en una cierta visión soberana del destino histórico de la Nación Mexicana que nos llenaba de orgullo a todos los latinoamericanos.
Nosotros pudimos apreciar de primera mano el extraordinario desarrollo científico y académico de las universidades mexicanas, hecho que no habría sido posible sin la existencia de políticas educativas acertadas que condujesen la formación de las mexicanas y mexicanos desde la escuela primaria hasta la universidad.
La formación normalista de los maestros y maestras rurales mexicanos es una conquista social que tiene sus raíces en los inicios de la Revolución. Los maestros y maestras han tenido desde entonces como tarea histórica formar a la juventud campesina (que era la mayoría en aquel entonces) en los valores y objetivos sociales e históricos que constituyeron el núcleo duro de la Revolución Mexicana, algunos de los cuales aún persisten.
Los estudiantes que acuden a las escuelas normales son, en su mayoría de origen humilde, representan la expresión de los que el antropólogo mexicano Guillermo Bonfil denominó El México Profundo, las tradiciones culturales, sociales e históricas que constituyen el basamento de la sociedad mexicana.
Las Escuelas Normales y los maestros y maestras que en ella se forman han sido, en consecuencia, el fermento de la ideología nacionalista y revolucionaria que caracterizó al pueblo mexicano hasta el momento desgraciado de 1988 cuando, mediante un fraude electoral, Raul Salinas de Gortari, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) derrotó al candidato de la izquierda Cuahutemoc Cárdenas, hijo de quien fuese el máximo exponente de la Revolución Mexicana.
En aquella oportunidad, estando en México, discutimos con los amigos del grupo Oaxtepec las consecuencias futuras de que el pueblo y la izquierda nacionalista mexicana aceptasen, sin “encabronarse” el acto antidemocrático de desconocer la voluntad mayoritaria del pueblo mexicano.
El PRI ya venía, desde hacía varios años, experimentando una progresiva derechización ideológica que se expresaba en una sumisión cada vez más acentuada a los intereses del imperialismo estadounidense. A partir de Salinas de Gortari, economista formado en Harvard, comenzó la progresiva instauración del régimen capitalista neoliberal, continuado luego tanto por los presidentes del PAN como por el actual Peña Nieto, del PRI.
Ello nos demuestra que para la derecha las etiquetas partidistas no tienen ninguna relevancia, lo que cuenta es la fidelidad a la ideología neoliberal que se expresa, en suma, en la entrega de los recursos naturales y los medios de producción que son del pueblo mexicano a los intereses financieros y políticos del Imperio, representados hoy tanto por los Estados Unidos como por la Comunidad Europea.
La implantación exitosa del neoliberalismo se fundamenta principalmente en la destrucción de la ideología nacionalista y patriota del pueblo mexicano. El desarrollo de nuevos emprendimientos mineros y particularmente la explotación del petróleo en las capas de esquisto (fracking), la extensión de los cultivos transgénicos y, finalmente, la conversión de México en una gigantesca y productiva maquila del capital imperial, se fundamenta en la desposesión de las tierras propiedad de las comunidades campesinas, proceso que ya sido convertido por el actual Congreso de México dominado por el PRI y el PAN, en una ley de la Republica.
Para desposeer con todo gusto a la población campesina mexicana de las tierras que hoy son su heredad, había que empezar por eliminar la ideología nacionalista del México Profundo, por eliminar a los jóvenes mexicanos y mexicanos pobres que están dispuestos a sacrificar por su país el único bien que les queda: sus propias vidas.
Durante los sexenios neoliberales, decenas de miles de mexicanos han desaparecido o han sido asesinados por las fuerzas del orden representadas en este caso tanto por el ejército, las policías como por el narcotráfico. Como acotaba en estos días en el diario La Jornada, el periodista Raúl Zibechi, el narcotráfico ya es parte de la clase dominante mexicana al igual que ya forma parte de la oligarquía colombiana.
La desaparición de estos últimos 43 normalistas mexicanos en Ayotzinapa no es sino una nueva expresión criminal de la política represiva del poder neoliberal PRI-PAN contra el pueblo mexicano y los intelectuales genocidas de tal atrocidad. Celebramos la condena mundial contra este nuevo ultraje a la soberanía de un pueblo mexicano..
Pero es bueno recordar también la pasividad cómplice que ha tenido la llamada “comunidad internacional” frente a los anteriores actos genocidas cometidos en México, frente al terrible genocidio sufrido por el pueblo colombiano y la complicidad activa de la misma frente a las recientes acciones terroristas genocidas de la derecha fascista venezolana que se han saldado, solo en 2013 y en 2014, incluyendo el asesinato de 54 personas pertenecientes en su gran mayoría al chavismo, incluyendo niños, mujeres y hombres, oficiales y soldados de la Fuerza Armada Bolivariana y policías nacionales.
Sorprende y encabrona a los venezolanos patriotas que mientras organismos como la Naciones Unidas, representante de los intereses del capitalismo mundial se conduelen, con razón, por la suerte de los 43 estudiantes normalistas mexicanos, por otra parte solicitan la liberación del capo terrorista venezolano Leopoldo López, genocida intelectual responsable por aquellas muertes y por el golpe de Estado organizado en 2002 contra el Presidente Constitucional de Venezuela, Hugo Chávez Frías de la misma manera como es el principal cabecilla de la subversión fascista que tiene como objeto derrocar a nuestro Presidente Constitucional, Nicolás Maduro.
Todas estas acciones políticas de la derecha neoliberal en América Latina seguramente activarán en los pueblos una reacción colectiva, un encabronamiento general (Felipe Bate dixit) que borrara definitivamente el poder perverso del imperio, decidido también a borrar de la faz de la tierra a todos aquellos que se oponen a sus malvados designios. La hora cero de la confrontación, de la lucha de clases, ya ha llegado.