Crónica de una guerra anunciada

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Luis Britto García

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Guerra sabida y consabida, la de la Quinta Columna de la Corrupción. No desaparecen así como así 60.000 o 20.000 millones de divisas sin descuido  o complicidad de quienes las otorgan. Estamos a tiempo para  embargar las empresas delincuentes, asumir el control de las importaciones de bienes básicos y sancionar ejemplarmente a los culpables. La Cuarta República trató de borrar el escándalo de Recadi inculpando a un  chinito, y la borrada resultó ella. No hay peor medida que un trapito caliente.

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Guerra sicológica y lavado de cerebro brutal, el de la inseguridad, campaña basada en una “encuesta de percepción” del INE realizada en 2009, que entre otros disparates “percibió” que ese año 21.132 homicidios habrían causado sólo 19.113 víctimas (¿¡!?). Fundándose en ella, la oposición nos asigna una tasa de 75,08 homicidios por 100.000 habitantes. Pero tomando como base el conteo objetivo de cuerpos del delito, en noviembre de 2013 el Ministro de Interior y Justicia reveló que la tasa real es de 39 homicidios por 100.000 habitantes: casi la mitad de la inventada por la oposición. No hemos visto el menor interés de los medios de comunicación bolivarianos por difundir la verdad. La peor falsedad es la que no se desmiente.

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Conflicto más que avisado en  artículos de Yldefonso Finol y de quien suscribe, el de la invasión paramilitar cuyos capitales se legitiman con bingos, casinos, fundos, empresas de transporte, control de la economía informal, y se traducen en crímenes atroces y asesinatos selectivos. Si el Estado no los aniquila, tendremos un ParaEstado aniquilador; si los  políticos los ignoran, nos gobernará la ignorante Parapolítica. La peor guerra es la que se finge que no existe.

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Guerra más que advertida desde tiempos de Allende, la económica, con  importadores que convierten divisas preferenciales en importaciones fantasmas o en dólares de mercado libre, acaparan los bienes comprados con ellos, disparan sobreprecios usurarios y bombardean escaseces estratégicas. Quien quiera sobrevivir que ejerza contraloría social sobre el destino y aplicación de cada divisa entregada, confisque lo acaparado, imponga sanciones. La peor guerra es la que no se pelea.
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Enfrentamiento desastroso el de la Deuda Pública. Contraer Deuda es agigantar un problema creyendo que se lo posterga. Nada más fácil que creer que lo que se debe hoy no se pagará nunca, Tan fácil como ser esclavo del débito por una eternidad.     Antes que crear nueva deuda pública externa, logremos que  nuestro sistema hacendístico genere los ingresos  para enjugar el déficit y cubrir la inversión social, con medidas que no nos cansamos de recomendar:

-Primero,  embargar  bienes y  prohibir trabajar en el sector público o contratar con el Estado a empresas o personas naturales incursas en el fraude cambiario.

-Cobrar sin dilaciones a los deudores morosos del Fisco lo que deben en créditos liquidados y no cancelados.

-Reformar la Ley de Impuesto sobre la Renta elevando su tasa tope de 34% de tributación, y habilitar mecanismos para que, además de pechar esencialmente a los asalariados, se aplique en forma real y efectiva a todas las actividades productoras de ganancia.

-Pechar con altas tasas tributarias productos nocivos para la salud, como el tabaco y el alcohol, o actividades perjudiciales a la sociedad, como el juego en todas sus formas.

-Reestructurar integralmente el sistema de recaudación y control del IVA, que cobran sin falta al consumidor unos comerciantes que sólo entregan al Fisco menos del 20% de lo recaudado.

-Crear impuestos patrimoniales para las altas concentraciones de propiedad.

-Imponer tributos proporcionales a su monto a las transacciones financieras.

-Elevar  tasas de tributación al capital financiero y bancario.

-Retirar la inmunidad tributaria a las fundaciones y otros entes “sin fines de lucro” que en realidad operen como bancos y agencias de inversión de los grandes capitales.

-Instaurar una razonable alza del precio de la gasolina, que disminuya el oneroso subsidio que todos aportamos al transporte automotriz.

-Controlar el contrabando de extracción, que según el Presidente desaparece por nuestras fronteras el 40% de lo que producimos o importamos.

-Erradicar la explotación ilegal de oro y otros minerales preciosos y la devastación ecológica que tales actividades provocan.

-Reimplantar el control previo del gasto público, complementarlo con un control posterior sobre su resultado, y extenderlos eficazmente a la administración  nacional, estadal, municipal, comunal, centralizada, descentralizada, autónoma, de empresas y de fundaciones públicas.

-Ejercer  riguroso control de la legalidad, eficacia y resultado de todas las variedades del gasto social.

-Legislar rigurosas sanciones para malversadores, desfalcadores, corruptos, evasores tributarios y enriquecidos ilícitamente, y aplicarlas en forma ejemplar.

-Informatizar la administración tributaria con registros de los contribuyentes, sus patrimonios y la relación entre éstos y las cantidades que tributan.

-Denunciar la conjura de las calificadoras de riesgo, por cuyos diagnósticos nuestra Deuda Externa paga 16% de interés, mientras que cancelan sólo 3%  países con medio siglo en guerra civil.

-Rescindir los Infames Tratados contra la Doble Tributación, por los cuales las transnacionales no pagan impuestos sobre las ganancias que obtienen en Venezuela.

-Eliminar la inmoral exención de dichos Tratados por la cual los usureros beneficiarios de la Deuda Pública no tributan un céntimo como impuesto por las ganancias que les aportamos.

-Denunciar los Infames Tratados de Promoción y Protección de Inversiones, que permiten inmunizar mediante contrato a los contribuyentes ricos contra las reformas tributarias, y someten sus controversias a tribunales extranjeros.

-Promover en el ALBA, Unasur, la Celac, el Mercosur y demás organizaciones de las que forme Venezuela un frente común frente a los acreedores de la Deuda Externa y los Fondos Buitres.

-Acelerar la institucionalización del Banco del Sur y la instauración del Sistema Unificado de Compensación de Reservas (SUCRE) como instrumentos regionales para enfrentar el capital financiero acreedor.

La Guerra más perdida es la que se cree que se puede ganar no haciendo nada.