La violencia paraco-contrarrevolucionaria presiona el cambio de modelo
ARAM AHARONIAN | En las últimas semanas la violencia contrarrevolucionaria reflotó en Venezuela, poniendo en evidencia el notorio accionar de paramilitares colombianos en los estados fronterizos (Táchira, Mérida, Zulia, Apure) y su sanguinaria aparición en las mismas calles de Caracas, sumándose a la violencia callejera avivada por los sectores de la burguesía, mientras el gobierno adelantaba la Conferencia por la Paz, donde emergió el empresario Lorenzo Mendoza como verdadero líder opositor.
Sin dudas, el caos y el terror de las guarimbas, el desabastecimiento, la inflación y la toma de una parte del territorio por las mafias del contrabando, el paramilitarismo colombiano y por la contrarrevolución –como en el fronterizo estado Táchira- sirvieron de chantaje para un cambio de rumbo, quizá a un modelo mixto a la brasileña, dejando lo del camino al socialismo para las consignas.
El presidente Nicolás Maduro había logrado en 2013 la estabilidad política, al vencer electoralmente a Henrique Capriles y la Mesa de la Unidad Democrática, pero en lo económico no lograba estabilidad, con ministros que negaban el desabastecimiento y ocultan la preocupante disminución de las reservas internacionales, mientras desde el sector financiero se presionaba para recurrir al Fondo Monetario Internacional.
En el “diálogo” con la oposición faltaron los políticos opositores (era obvio: es totalmente absurdo ir para plantear la renuncia de un presidente que acaba de ser electo, y sin saber para qué quieren un acercamiento con el Ejecutivo), pero el sector empresarial -liderado por Lorenzo Mendoza, dueño de Polar, el oligopolio más fuerte del país- leyó su libreto: el modelo político y económico de Hugo Chávez es un fracaso, el socialismo es ineficiente; con el capitalismo hay posibilidades de superación y ascenso social…
En definitiva, señalaron, hay que migrar al modelo de economía mixta, capitalista-democrático a la brasileña, donde cooperen el sector público y el privado y, obviamente los capitalistas dirijan la economía, la producción, el Banco Central, la política internacional, mientras gobierna un presidente obrero.
Mendoza resaltó que la empresa privada es parte de la solución de los problemas del país, pidió una Comisión de la Verdad, enfiló contra el Plan de la Patria y contra las propuestas económicas impulsadas por Chávez. Las crónicas señalan que no hubo defensa del pensamiento bolivariano por parte de los representantes del gobierno. El miércoles 26 de febrero de 2014, Lorenzo Mendoza, en un solo acto, dejó atrás a los “petimetres y lechuguinos” de (Henrique) Capriles y Leopoldo (López), puso en su lugar a la burguesita imberbe –políticamente- de María Corina (Machado), dice Melquíades Iguarán, justo 25 años después del Caracazo…
En menos de 48 horas se instaló una reunión de 150 empresarios para comenzar los trabajos de la comisión de la verdad económica, y la sucesiva integración de mesas de trabajo subió a 600 los asistentes, y ya aprobaron sus primeras conclusiones. Más adelante nos despejará dudas sobre las cifras de la producción nacional, a menudo distintas según la fuente que las suministra, y las causas de la caída de la producción en aquellos sectores donde ha habido ese decrecimiento, señala Eleazar Díaz Rangel, director del diario Últimas Noticias.
Para el analista Toby Valderrama, la reunión en Miraflores fue la imagen visible de lo que a hurtadillas se estaba preparando contra la Revolución en el último año: “Pasará a la historia como símbolo de la entrega por parte de la pequeña burguesía, de sus últimos jadeos revolucionarios”.
Hoy se habla de real politik en Venezuela. Algunos intentan asesinar la utopía y sumarse al desmán capitalista, que hace agua en todo el mundo. Y quizá sea ese el aporte del nuevo pensamiento socialdemócrata de los asesores franceses del gobierno: demostrar que un mundo nuevo no es posible, que las utopías hay que matarlas al nacer y que el socialismo sirve, pero solo en las consignas y la propaganda.
Contrarrevolución
Paramilitarismo y contrarrevolución armada, son dos conceptos que si bien resumen estrategias proimperiales y reaccionarias, se mueven en escenarios particulares. El primero desde el poder constituido, y el segundo en contra del nuevo poder revolucionario.
Al entrar a operar en el espacio venezolano el paramilitarismo colombiano sufre una mutación, para convertirse en de punta de lanza en la constitución de una fuerza mercenaria contrarrevolucionaria. No se trata solo de reorientar mano de obra desocupada, sino que es una pieza importante en el diseño desestabilizador promovido por el Imperio.
Un informe de Resistencia Antiimperialista señala la importancia de estudiar a fondo su esencia narcotraficante y contrabandista, no sólo por los enormes recursos económicos que ello les genera, sino porque se establecen como un contrapoder real, que va carcomiendo las estructuras del Estado, permeando todas las esferas del mismo: infiltra, recluta, corrompe.
Poco a poco va asumiendo el control total de la delincuencia social. El lavado de dinero, el tráfico y venta de armas, el robo de vehículos, el contrabando de combustible y alimentos (obviamente en connivencia con venezolanos), la falsificación de documentos, el sicariato, el tráfico de personas, las redes de prostitución, en fin, todos problemas que traspasan la seguridad ciudadana y se elevan al rango de seguridad nacional.
Bandas de paracos colombianos bajaron desde sus guaridas en los cerros de Petare (quizá la villa de emergencia más grande del mundo, en la zona periférica oriental de Caracas, gobernada por la oposición), sembrando el terror, muchas veces identificándose como chavistas, sumando varios muertos a su palmarés, algunas de ellas muy sangrientas (degollamiento), que recuerdan el terror paramilitar colombiano.
Y al igual que en Colombia, sus socios en la violencia son las clases burguesas, que “ostentan” las guarimbas (colocan barricadas en sus urbanizaciones, incendiando cauchos y sembrando clavos “miguelitos”, de forma de obstaculizar el libre tránsito, con la finalidad de imposibilitar las actividades y dejar a un gobierno –que se abstiene de reprimir- sin poder). Cinco muertos se registraron allí, sólo en el este caraqueño.
Para el dirigente opositor Leopoldo Puchi, la violencia callejera no es una manifestación pacífica y es responsabilidad de factores de la oposición, y no una vía para dirimir políticamente las diferencias en el país. Acotó que en los hechos con estas características se deben distinguir dos componentes: la raíz y la acción organizada; ambos son incluyentes y deben ser discutidos a mediano plazo.
Los recientes acontecimientos denuncian un clima de odio y de miedo que se apodera de los espacios privados al igual que de los públicos. Regiones del país y en el caso de Caracas, zonas de clase media, se han convertido en territorios violentos en franca cohabitación de la ira incontenible con el odio desatado.
La socióloga Maryclén Stelling señala que la ira agresiva se origina en el odio hacia algo o alguien y se asocia a estallidos de violencia incontrolada, como los vividos últimamente. El odio funciona como deseo de destrucción del objeto odiado y parece ahogar toda posibilidad de objetividad sobre el mismo, y refleja nuestra debilidad y de allí que el odio exige el previo autodesprecio.
La manipulación impune
El diario británico The Guardian había denunciado en un editorial “la campaña de desestabilización” lanzada por Estados Unidos contra Venezuela. El economista estadounidense Mark Weisbrot publicó en esa nota datos sobre la financiación del Departamento de Estado a “actividades subversivas” de diverso tipo desarrolladas por grupos integrantes de la MUD. Según The Guardian, la Casa Blanca destinó en lo que va del año 5 millones de dólares de su presupuesto de gastos reservados a financiar a la oposición venezolana.
“Son casi seguro la punta del iceberg, sobre todo si se los suma a los cientos de millones de dólares de apoyo abierto en los últimos 15 años (…) Cuando John Kerry, dice que Estados Unidos está ‘particularmente alarmado por los reportes de que el gobierno de Venezuela arrestó a quienes protestan contra el gobierno’, está tomando una posición política. Porque hay muchos en la oposición que cometieron delitos de todo tipo: atacaron a la policía con bombas molotov, quemaron automóviles y prendieron fuego a edificios del gobierno, además de cometer otros actos de violencia y vandalismo”.
La “intervención estadounidense contra Venezuela”, señalaba el diario, comprende también operaciones de “guerra informativa”. Paralelamente, se exhibían a lo largo y ancho del mundo ejemplos de manipulaciones groseras: imágenes de represiones sangrientas que supuestamente habían tenido lugar en Venezuela (pero que en realidad habían ocurrido en Chile, Siria, Honduras y otros países) fueron repetidas miles de veces a través de Twitter. Una marcha multitudinaria por la independencia de Cataluña fue presentada por un twitero opositor como correspondiente a una manifestación antichavista en Táchira; la imagen de un niño ensangrentado y gritando víctima de la guerra en Siria apareció como la de “un niño agredido por las huestes bolivarianas”; la de una estudiante maltratada por la policía chilena se convirtió en una “muestra de la barbarie chavista contra los jóvenes”.
Clarín de Argentina presentó como “paramilitares chavistas” a policías atacados el 13 de febrero. Y bajo la leyenda de “Esto fue hecho por los humanistas pacíficos del criminal fascista PSUV, ¿merecen perdón?”, otro twitero reprodujo en realidad fotos correspondientes a 2001 de un vasco sospechado de pertenecer a ETA que había publicado un medio español. Y muchos ejemplos más, sin vergüenza, con impunidad.
Pasó febrero. En Carnaval se cayeron varias mascaritas. ¿Qué pasará en marzo?