Elecciones en El Salvador: lo que se pone en juego.
AGUSTÍN LEWIT| El año electoral se presenta cargado para América Latina y el Caribe, con numerosas elecciones presidenciales, legislativas y municipales en distinto países de la región. Uno de los encargados de abrir dicho escenario –el otro es Costa Rica- será El Salvador, donde el próximo domingo 2 de febrero, 4,9 millones de ciudadanos acudirán a las urnas para elegir presidente y vicepresidente durante el período 2014-2019.Cinco son los partidos que compiten en las elecciones, aunque todas las encuestas marcan una concentración de las preferencias en dos de ellos.
Encabezando todas las previsiones, se ubica Salvador Sánchez Cerén, candidato del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), partido de izquierda que surgió como insurgencia armada en los setenta y que gobierna El Salvador desde el 2009. Sánchez Cerén, cuya candidatura se ha visto favorecida en el último tiempo por la división de la derecha y -más aun- por los casos de corrupción que vinculan al principal partido opositor, es el actual vicepresidente de Mauricio Funes.
Si bien su programa se inscribe como continuidad de la actual gestión, también es cierto que ha sabido oír el reclamo de muchos militantes disconformes con los titubeos de Funes -quien no proviene precisamente del FMLN- y ha propuesto, en consecuencia, un marcado giro hacia la izquierda. Desde las propuestas de “un giro hacia el sur”, adelantando un acercamiento al ALBA y a la CELAC, hasta la promesa de una mayor distribución de la riqueza, Cerén ha despertado el entusiasmo de diversos sectores sociales propios y ajenos.
Algunos puntos por debajo del favorito se ubica Norman Quijano, candidato de la conservadora Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), quien dijo hace poco que si gana, convertirá la Casa Presidencial “en un albergue para aquellos que no tienen hogar”.
ARENA gobernó al país por veinte años consecutivos y actualmente se encuentra fuertemente cuestionada por diversos hechos de corrupción, entre los que se destaca la acusación al expresidente Flores de malversar un préstamo de Taiwán de 10 millones de dólares, tras el terremoto de 2001.
Para levantar la imagen negativa, ARENA contrató a Juan José Rendón, el famoso y oscuro publicista venezolano responsable de la campaña de Henrique Capriles, aunque la jugada no parece haber dado los resultados esperados. Las propuestas de Quijano han girado casi exclusivamente en la inseguridad y en un ataque cargado de violencia contra el FMLN en general. La pobreza de su programa no ha hecho sino profundizar la crisis en la cual la derecha tradicional salvadoreña se encuentra sumergida desde hace un tiempo.
En tercer lugar asoma un expresidente, Elías Saca, al frente del movimiento UNIDAD, coalición de partidos conservadores resultado del desmembramiento de ARENA. Con muy poco tiempo de vida y curiosamente presentados ellos mismos como una fuerza “sin colores políticos”, UNIDAD es una derecha edulcorada con cierta proyección en el mediano plazo.
Muy lejos de los primeros lugares, con intenciones de votos que no superan el dígito, completan la lista de candidatos el Teniente-Coronel René Rodríguez Hurtado, del Partido Salvadoreño Progresista, el cual nuclea a militares retirados, y Óscar Lemus, de Fraternidad Patriótica Salvadoreña.
Si bien parece no haber dudas del triunfo del FMLN el próximo domingo, no es seguro que alcance el 50% de los votos necesarios para evitar la segunda vuelta, contemplada para el 9 de marzo próximo. Frente a ese escenario, resultarán decisivos los votos de la tercera fuerza, UNIDAD, lo cuales, si bien provienen en su mayoría de sectores conservadores, no es seguro que migren en su totalidad hacia ARENA.
Una particularidad de estos comicios tiene que ver con la habilitación por primera vez del voto en el exterior, aunque concedido exclusivamente para los residentes en EEUU y Canadá.
Así las cosas, como en muchos otros escenarios de la región, El Salvador arriba a las elecciones tensionado por dos proyectos de país francamente contradictorios. Uno, que comenzó hace cinco años y promete profundizar el rumbo progresista, y el otro, encabezado por una derecha que aún golpeada busca recuperar el poder perdido.
En esa tensión, lo que se pone en juego además de las condiciones de vida de las mayorías de los salvadoreños, es la forma en que la pequeña nación centroamericana se ubica en la geopolítica continental; es decir, si se pone en sintonía con los renovados aires emancipatorios que soplan en la región, o si, por el contrario, vuelve a aceptar la siempre acechante injerencia de EEUU, que busca recuperar el control en una Centroamérica que se anima cada vez más a gobernarse por sí misma.