Tambores de guerra, cada vez más fuertes
JUAN GUAHÁN| En momentos que los riesgos de un ataque norteamericano a Siria están próximos a concretarse es bueno reflexionar acerca de los motivos estratégicos del mismo. Todos tenemos el íntimo y profundo derecho a saber qué absurdos e insensatos intereses guían el pensamiento y la acción de quienes pretenden decidir si cada uno de nosotros tiene o no derecho a seguir viviendo.
Ya hemos dicho cómo nos mintieron para invadir y atacar Irak. En aquel momento el objetivo señalado era poner fin a las “armas de destrucción masiva” que –supuestamente- tenía aquel gobierno. El tiempo probó que tales “armas” no existían, pero el daño ya estaba hecho. Los criminales -que ordenaron ese ataque- no pidieron perdón, ni siquiera se sonrojaron. Ahora acusan al gobierno sirio, con el aval de la mayor parte de la prensa del mundo que ellos mismos y sus sostenedores controlan, que el gobierno sirio atacó con mortíferos –y prohibidos- gases a su propio pueblo.
Cuando en el año 2011 agonizaba el régimen de Muammar Khadaffi, en Libia, surgieron las primeras voces alertando que ahora sería el turno de Siria.
Primero empezaron con reivindicaciones de tipo “democrático”, el gobierno sirio fue haciendo concesiones pero ellas nunca eran suficientes. Como eso no alcanzaba se promovió el enfrentamiento religioso. Tuve oportunidad de escuchar a residentes en Damasco (Capital de Siria) comentar que, hasta ese momento, no sabía que uno de sus vecinos era chiita siendo sunnita el otro, cristiano el que vivía unos metros más lejos y que sus respectivos hijos compartían escuela y juegos.
Pero –también comentaba- que unos meses más tarde, después que hubiera ataques recíprocos entre esos grupos religiosos, esos vecinos se fueron recelando mutuamente hasta terminar enfrentados “El choque de Civilizaciones”, centrado en aspectos religiosos, anunciado por Samuel Huntington, pasaba a ser una profecía autocumplida al servicio del interés imperial.
El clima social se fue enrareciendo y aparecieron los choques armados. Emergieron grupos fundamentalistas y la guerra civil se desató. El tiempo también permitió comprobar cómo otros países alimentaron esa lucha fratricida con armas y mercenarios. Los enfrentamientos crecieron en la misma proporción que la confusión interna. Las fuerzas “rebeldes” ganaron espacios internacionales y se llegó a la situación actual donde este conflicto nos pone a las puertas de una gigantesca tragedia humanitaria.
Las razones que nos llevan a esta situación están ocultas en medio de una verborragia propagandística. Hay muchas palabras y pocas verdades. No nos dicen que en el 2003 con la invasión a Irak, esgrimiendo aquella mentira de ir tras “armas de destrucción masiva”, se inició la actual escalada. Tampoco comentan que en el 2011, con el ataque a Libia, se estrenó la técnica de bombardear un territorio evitando que sus soldados combatan en los mismos. Hoy la metodología de atacar con menores costos humanos –para los agresores- se ha perfeccionado con los drones (aviones no tripulados). Al territorio solo van algunos fanatizados por ideales religiosos o mercenarios pagos.
Casi nada se dice que lo más importante para la economía norteamericana es el complejo militar-industrial-informático. Permanece oculto el hecho que para el transporte por ductos de gas y petróleo, desde sus fuentes en el Medio Oriente hacia Europa, Siria ocupa un lugar central. Pocos analizan que el objetivo siguiente es Irán y que luego están Rusia o China. No se informa acerca de la situación en las que quedan las naciones que son ocupadas, no solo en cuanto a pérdidas humanas y materiales, sino también en insondables y atávicas fracturas y divisiones internas que seguramente se prolongarán por largo tiempo.
La mayor potencia del planeta, cuyo presupuesto militar es igual al que tiene el resto del mundo, necesita de estos enfrentamientos para mantener la actual situación y alcanzar los objetivos ocultos que se han señalado. Esa es la clave para sostener su preeminencia mundial.
De todas maneras la opinión pública mundial pudo ver como el Presidente Barack Obama, en la reciente reunión del G-20, tuvo que responder a diferentes asedios de gobernantes de lugares tan distintos como Argentina, Brasil y Rusia. Además de recoger una respuesta negativa, respecto a su propuesta de ataque a Siria.