El Papa llegó a Brasil con aura de superstar

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DARIO PIGNOTTI| Bendito embotellamiento. El papa argentino Jorge Mario Bergoglio inició su primera gira internacional tras ser coronado el 13 de marzo, protagonizando un atascamiento de tránsito en la principal avenida de Río de Janeiro cuando el vehículo que lo transportaba quedó atrapado entre los fieles, que lo vivaban con fervor, y un colectivo.

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Bergoglio alteró motu proprio la agenda elaborada en mayo por el Vaticano y por la Arquidiócesis de Río, para incluir un recorrido por el centro carioca, poco después de arribar a la Base Aérea del Galeao, cerca de las 17 (igual huso horario que la Argentina) de ayer, y así poder tomar contacto directo con la gente antes de asistir a la recepción oficial en el Palacio de Guanabara, donde lo aguardaba la presidenta Dilma Rousseff.

Indiferente al tumulto a su alrededor, el jefe de Estado vaticano no dejó de menear la mano derecha como un popstar, saludando al público con la ventanilla baja, y hasta besó a un bebé alcanzado por una chica delgada, ágil, que burló el cordón de seguridad cuando el vehículo gris quedó literalmente parado a unas tres cuadras del Sambódromo. En ese momento se observaron gestos desesperados en los encorbatados agentes de seguridad, impotentes para frenar a los fieles. Fue una situación inusitada, objetivamente muy arriesgada. El ex arzobispo porteño sorprendió incluso a quienes estaban advertidos de su estilo poco ajustado a protocolos, al verlo exponerse más de lo pensado al riesgo de un eventual ataque.

Luego del incidente ocurrido a bordo de un Fiat gris, el visitante pasó a un papamóvil sin blindaje, otra temeridad que lleva su sello, para seguir saludando a la multitud en el centro carioca, y protegido por un cordón de voluntarios que participarán a partir de hoy en la Jornada Mundial de la Juventud. Tan político como místico, el jefe de Estado vaticano vino a Latinoamérica con una misión: reencender la alicaída mística católica entre los jóvenes del continente que representa la reserva demográfica del catolicismo.

En su primer discurso dijo que vino a Brasil en nombre de Jesús “para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón, y deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo. La paz de Cristo esté con ustedes… la juventud es la ventana por la cual entra el mundo”.

“He aprendido que, para tener acceso al pueblo brasileño, hay que entrar por el portal de su inmenso corazón; permítanme, pues, que llame suavemente a esa puerta… permiso para entrar y pasar esta semana”.

Bergoglio está obligado a frenar la sangría hacia las iglesias evangelistas en el continente y particularmente en Brasil, el país católico más poblado del mundo, donde los neopentecostales son el 19 por ciento según una encuesta de Datafolha, publicada ayer. Y mientras el grueso de los católicos pasa muy poco por la iglesia y no tiene muy en cuenta la palabra de los curas, los evangelistas van a menudo, obedecen a los pastores y pagan “religiosamente” el diezmo.

Con todo, Brasil aún es la mayor potencia católica del mundo, y el Cristo br visita papa1 vertRedentor (al que podría visitar en alguna de sus escapadas del protocolo) sigue abriendo sus brazos desde alto del morro Corcovado, que se ve desde el aeropuerto donde aterrizó ayer Bergoglio. Pero las estadísticas indican que la estatua encoge. En la década de 1930, cuando el Cristo fue erigido, el 98 por ciento de los brasileños era católico; en la década del ’90, el catolicismo retrocedió al 75 por ciento; y en 2007 bajó al 64 por ciento. Desde entonces, el éxodo hacia el rebaño pentecostal no paró, y en junio de este año la cifra bajó al 57 por ciento, también según la consultora Datafolha.

Para este Papa gestual, el recorrido realizado ayer, de las calles del populoso centro carioca al señorial Palacio de Guanabara, sede de la gobernación, pareció seguir el guión de un mensaje: antes de ir al encuentro con las autoridades, prefirió darse un baño de pueblo.

Francisco desembarcó ayer 6 años después que su predecesor Joseph Ratzinger, cuyo discurso germánico contra el aborto dejó perplejo a su anfitrión, el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien apenas pudo disimular la contrariedad ante tanta insolencia diplomática.

Ayer no hubo en el texto –leído en un portugués decoroso por Francisco– ningún tema de los que causan fricciones entre el Vaticano y Brasilia.

“No tengo oro ni plata, pero traigo lo más precioso que me han dado: Jesucristo”, dijo el jesuita que eligió llamarse Francisco poco después de concluido el cónclave papal de marzo, cuando siguió el consejo del cardenal franciscano brasileño Claudio Hummes, un viejo amigo de Lula da Silva y moderado simpatizante de la Teología de la Liberación.

“Nuestra generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio, tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo.”

Dilma escuchó con atención al visitante y lo saludó con besos en la mejilla. Rousseff no es católica de misa dominical, y años atrás declaró algo que sigue pensando: la mujer que aborta no puede ser castigada por la ley. De todos modos, esto no es óbice para que se haya establecido una evidente afinidad entre la primera presidenta brasileña y el primer papa argentino. Su intervención eludió misticismos para concentrarse en lo político y social; mientras, a unos doscientos metros del Palacio de Guanabara, los jóvenes protestaban, como lo hacen casi semanalmente desde junio, inicio de la revuelta que causó una crisis severa en el gobierno. Dilma dijo, mirando al líder católico: “Luchamos contra un enemigo común, la desigualdad social… Es una honra redoblada tener al primer papa latinoamericano”.

“Un hombre que viene del pueblo latinoamericano, de nuestra vecina Argentina, agrega más condiciones para crear una alianza (entre el gobierno brasileño y la Iglesia Católica) de combate a la pobreza y de diseminación de buenas experiencias”, agregó la jefa del tercer gobierno consecutivo del Partido de los Trabajadores.

Poco después de que el Papa y Dilma dejaron el Palacio de Guanabara, la policía cargó violentamente contra los jóvenes que realizaban una protesta contra el gobernador Sergio Cabral, principal blanco de las movilizaciones que sacuden a Río desde junio (ver aparte).

El accionar brutal de la Policía Militarizada de Río y de San Pablo fue motivo de repudio generalizado en las primeras movilizaciones de junio pasado, y esa indignación contribuyó a que las manifestaciones crecieran hasta encender la furia en decenas de ciudades.

Ayer, los indignados cariocas incendiaron un monigote representando al gobernador Cabral, al que acusan de corrupción y de apadrinar a la policía que estableció un estado paralelo en las favelas, donde hay indicios firmes de que actúa coordinadamente con los escuadrones de la muerte.

El Papa no vio ni oyó nada ayer, pero posiblemente podrá escuchar denuncias de violaciones de derechos humanos, si quiere, cuando hable con los vecinos que lo recibirán esta semana en una capilla de la favela Manguinhos, una zona que llegó a ser tan violenta que se ganó el apodo de “Franja de Gaza”.

Anexo:

Monseñor Battista Ricca
Monseñor Battista Ricca

 

El banco vaticano se lava la cara

Elena Llorente, Página 12
El presidente de la entidad y la supercomisión nombrada por el Papa esperan el informe de las cuentas para diciembre. Otro tema es que Francisco nombró prelado interino del IOR a un religioso implicado en un escándalo sexual.

Mientras el papa Francisco estaba en los últimos días de intensos preparativos para su primer viaje internacional, a Brasil, la prensa italiana seguía sacando a relucir cuestiones y escándalos relativos al IOR, porque el banco vaticano promete dar mucho que hablar todavía después de las medidas tomadas por el papa argentino para echar luz sobre sus actividades financieras.

Las últimas de estas noticias salieron publicadas ayer, precisamente cuando Francisco emprendía su vuelo a Brasil desde el aeropuerto romano de Fiumicino y en compañía de 70 periodistas de todo el mundo. Según el diario romano La Repubblica, 20 jóvenes expertos –que algunos han llamado bromeando “agentes 007”– de la consultora financiera estadounidense Promontory están trabajando en el torreón dentro del Vaticano, donde tiene sede del IOR. Veinte jóvenes que a través de sus computadoras tienen acceso a todas las cuentas existentes en el banco vaticano. Se habla de unas 13.500 cuentas a nombre de individuos y de 5300 instituciones –buena parte de ellas religiosas– que tienen una o más cuentas dentro del IOR.

Se espera que para el mes de diciembre este trabajo de análisis cuenta por cuenta esté terminado. Al menos así lo espera el presidente del IOR, el alemán Erns Von Freyberg, y sobre todo la supercomisión nombrada por papa Francisco para controlar este proceso, presidida por el cardenal Raffaele Farina. La privacidad de los ahorristas está garantizada –se asegura– pero la limpieza y la transparencia serán arrasadoras. Lo que las autoridades vaticanas querrían evitar es que la Justicia italiana les ganara de mano al detectar nuevas operaciones financieras dudosas, como ha sucedido hasta ahora en varias ocasiones, y en cambio ser ellos los que procesen a sus propios dependientes si estuvieran implicados.

La idea de que todo esté aclarado en diciembre es además importante, porque ese mes llegan los inspectores de Moneyval, la entidad de control financiero y contra el lavado de dinero del Consejo de Europa, que hacen luego un informe. Y un informe positivo le permitiría a la Santa Sede demostrar sus serias intención de adecuarse a la normativa europea en este campo, cosa que se viene diciendo desde el papado de Benedicto XVI pero sin demasiados resultados.

Mientras tanto, otro escándalo está enturbiando este proceso. Se trata de una historia ligada al “lobby gay” de la que el mismo papa Francisco habría hablado con algunos sacerdotes latinoamericanos. Según la revista semanal L’Espresso, en un artículo firmado por el prestigioso vaticanista Sandro Magister, monseñor Battista Ricca, nombrado prelado interino del IOR el pasado 15 de junio por el papa Francisco –un cargo casi paralelo al del presidente Von Freyber– habría estado implicado en una historia sexual de repercusión internacional en Uruguay, pero el pontífice no habría sido informado de estos antecedentes. Casi como para demostrar –dice la revista– que el lobby gay y su poder en el Vaticano siguen existiendo.

Al parecer, Ricca, que había emprendido la carrera diplomática dentro de la Santa Sede y había estado antes en el Congo, Colombia y Suiza entre otros países, llegó a la nunciatura o embajada vaticana en Montevideo en 1999. Y llegó con un capitán del ejército suizo. Pidió en la nunciatura que se le diera un cargo al suizo, pero el nuncio se rehusó. Al retornar éste a Roma y quedar Ricca como nuncio interino, hizo asumir al capitán suizo asignándole un sueldo y dejándolo que viviera en la nunciatura, dejando estupefactos por su comportamiento –dice Magister– a sacerdotes, laicos y monjas que allí trabajaban.

Pero Magister habla de otros escándalos, siempre ligados a su sexualidad, mucho más pesados. Pese a que el siguiente nuncio, un polaco, dejó cesante al capitán suizo y alejó a Ricca de su nunciatura, éste fue a parar a la nunciatura de Trinidad y Tobago hasta 2004, y en 2005 trabajó en la Secretaría de Estado vaticana, lo que significa la oficina del virtual primer ministro vaticano. El periodista de L’Espresso asegura que dentro del Vaticano muchos conocían este pasado, pero otros han querido expresamente ocultárselo al papa Francisco.