La decepción
MARYCLEN STELLING | En trabajo anterior abordamos la corrupción y, más que hacer denuncias puntuales, nos centramos en sus manifestaciones y consecuencias. Tales planteamientos recibieron una sorpresiva acogida, confirmando nuestra percepción de la situación. Así nos lo corrobora una angustiada ciudadana chavista: “Y ahora como usted bien dice, estamos en el abismo”.
Los aportes recibidos lindan entre el grave diagnóstico -“signos inequívocos de decadencia… un paciente… al borde de la muerte”- y la profunda decepción del “pueblo de a pie… ante este terrorismo”.
Ante la convicción de una enfermedad incurable (la corrupción), el orden social parece desmoronarse y un estupor paralizante se expresa en los dolorosos cuestionamientos recibidos: “Si se sabía desde hace mucho tiempo la asquerosidad de corrupción en Indepabis, Cadivi… aeropuertos, puertos, Seniat… ¿por qué nunca se dijo nada, por qué siempre se guardó silencio?”; entretanto, “comerciantes y funcionarios inescrupulosos llenándose los bolsillos”.
Imperan desconsuelo, desamparo e impotencia. “Nunca el pueblo tiene en donde exponer sus reclamos”, en Twitter. “Los funcionarios se siguen entre ellos mismos…”. “Entonces le siguen pidiendo al pueblo: alerta, debemos estar alertas, pueblo. Si claro para que el Juan Bimba siga saliendo a defender qué. Creo que de ahora en adelante son los funcionarios, ministros, gobernadores y alcaldes que van a tener que salir a la calle a defender sus puestos. Porque Juan Bimba ya se está cansando de salir a la calle”.
Entre la sorpresa y la pena, aflora la decepción que procura caminos varios. Da pie a una situación de intolerancia ante la corrupción: “Nosotros los chavistas de corazón, estamos tan decepcionados que muchos, muchos decimos hasta aquí. No sé que irá hacer el presidente Maduro para poder sortear ese desastre que se avecina en las elecciones municipales”. Curiosamente, la decepción refuerza la identidad: soy chavista, me defino como tal, pero no me reconozco en ese “otro” corrupto, ni tampoco traiciono.
“Demasiadas las decepciones… seguiremos adelante observando todo el panorama por acontecer. Eso sí para la oposición jamás, jamás traicionaremos a nuestro amado presidente como sentimos que lo están haciendo ellos”. La decepción se transmuta en una suerte de resistencia civil: “Muchos no vamos a salir a votar, para qué. Para que se vengan a llenar los bolsillos y ni siquiera podamos hablar”.
Oído al tambor.