Para una teoría de la Revolución Bolivariana y de la contrarrevolución (a quien pueda interesar)

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MARIO SANOJA-IRAIDA VARGAS| El Programa de La Patria que nos legase el Comandante Chávez, expone  con claridad la meta y los objetivos que debe lograr la Revolución Bolivariana. Todo lo atinente a la transformación del modelo económico productivo en un Modelo Productivo Socialista Venezolano, está  planteado en el detalle, pero existe un componente que, a nuestro  juicio, no está suficientemente desarrollado, ni en el Programa de la Patria ni en Proyecto Nacional Simón Bolívar, cual es el papel que jugaría  la Cultura en dicho proceso de transformación.

ven yareEn el Primer Plan Socialista se expone claramente la intención de refundar la Nación Venezolana, para lo cual se dice sería necesario crear una Nueva Etica Socialista. En el objetivo nacional 3.4 del Plan de La Patria, aparte 3.4.1.11, se plantea incorporar el reconocimiento de la Cultura de los Pueblos en los procesos de planificación y ordenamiento del territorio.

Aunque existe un reconocimiento implícito de la importancia de la cultura en el proceso de transformación de la sociedad venezolana, su importancia está diluida en el texto sin que se hable de una praxis cultural concreta.
Una Revolución, como ya lo hemos repetido tantas veces, es un proyecto cultural. Para poder transformar el modelo económico productivo es necesario conocer la historia de los sujetos sociales que tienen capacidad para dirigir y movilizar esa transformación… o para detenerla.

Conocer la historia social venezolana, particularmente la historia social de los últimos treinta años, es esencial para elaborar una teoría social que nos permita planificar con éxito el futuro del proceso bolivariano. Un hecho de singular importancia que debe ser analizado a este respecto, es que a partir del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez se abrió la puerta a una inmigración indiscriminada de personas provenientes de diversos lugares, pero particularmente de la costa atlántica  y la costa pacífica colombiana. Esa inmigración fue motivada por las condiciones de  miseria, pobreza y violencia que imperaban y todavía imperan en esas regiones, a la vez que por el  egoísta interés de los empresarios venezolanos de contar con una masa laboral numerosa,  barata e indocumentada que les permitiese bajar sus costos de producción.

Las regiones del Atlántico y el Pacífico colombiano tienen una población étnica y culturalmente muy diferente a la del resto de Colombia. En ellas predomina el componente negro-colombiano, el zambo (mestizo de indio y negro)  y el mestizo generalizado (negro-colombiano, zambo y blanco). Esas regiones han sido, y son,  el blanco fundamental, primero de las FARC y luego de las autodefensas paramilitares de la extrema derecha. Estas últimas indujeron en esas poblaciones un componente de violencia sanguinaria que se refleja en las relaciones interpersonales: para ellas, el asesinato de un ser humano ha llegado a ser  un componente de su vida cotidiana. Las numerosas fosas comunes que han sido localizadas en dichas regiones, son indicadoras del  poco valor que tiene la vida humana para los paramilitares y para la población que los apoya.

Para quienes tenemos una memoria antropológica larga de este proceso, la inclusión de millones de colombianos en la población venezolana desde mediados del pasado siglo, determinó un cambio cultural profundo en los valores culturales y sociales tradicionales de nuestra población, comenzando con la  inducción de una trágica violencia delictiva donde el robo es un valor social legítimo, hasta la  centrada en el asesinato y la eliminación física de las otras personas simplemente para robarles un par de zapatos. Ello se refleja en los altos índices delictivos existentes hoy día en la sociedad venezolana, aberración que solo podrá ser combatida si se considera la violencia como una forma de cultura antisocial.

La generosa iniciativa humanitaria del Comandante Chávez de nacionalizar los y las indocumentadas colombiano(a)s que vivían en Venezuela y darles la posibilidad de votar, altero también sustancialmente el patrón electoral y la estructura política de la sociedad venezolana.

Los y las colombianas nacionalizado(a)s  y sus descendientes tienen la posibilidad de beneficiarse de las políticas sociales promovidas por la Revolución Bolivariana particularmente en el campo de la salud, la vivienda, la educación y el trabajo, lo cual ha cambiado las condiciones de miseria, pobreza, atraso e injusticia social que dejaron en su país de origen, pero  en muchos de ellos esto no ha incidido sustancialmente en la promoción  de su lealtad hacia Venezuela y mucho menos hacia a la Revolución Bolivariana que los ha beneficiado.

La culpa –en todo caso- no es de los y las inmigrantes coven cultura y socialismolombianas, sino del mismo estado venezolano cuyos responsables, particularmente en las áreas de educación y cultura, no entendieron o han ignorado la necesidad de implementar políticas culturales y educativas destinadas a promover en la población venezolana la lealtad hacia los valores históricos y culturales que son el sustento y la razón de existir de la patria venezolana, de nuestro Estado Nacional, de la cultura comunal, tal como reconoció el Comandante Chávez en su testamento político Golpe de Timón. Este es un reto crucial para el Presidente Nicolás Maduro, quien tiene ahora la oportunidad histórica de enfrentarlo con honestidad revolucionaria y evitar así que se descarrile el proceso bolivariano.

Vivir en Venezuela ha significado  para esa inmensa población de inmigrantes colombianos, cambiar de estatus socioeconómico: pasar a formar parte en su mayoría de una clase media baja venezolana, algo impensable en su país de origen. Muchos hijos de colombianos, primera generación de venezolanos, sienten a Venezuela como su patria y a la Revolución como su proceso de cambio histórico; otros, asimilados también a esa misma clase media,  han adoptado todos los valores negativos del capitalismo y de la cultura petrolera venezolana, así como el antichavismo más irracional que envenena la conciencia de aquellos grupos clasemedieros.

Muchos de esos colombianos gracias a su buena situación socioeconómica reciben muy buenos ingresos, lo cual les permiten enviar mensualmente remesas en bolívares o dólares a sus familias en Colombia, para que éstas financien las necesidades que la miseria y la pobreza que genera el modelo neoliberal  colombiano no les permite cubrir, pero no tienen empacho en decir que Venezuela no sirve para nada, que nada funciona.

Una vez que lograron en Venezuela la mejoría socioeconómica que le había denegado sempiternamente   el régimen opresivo  de la oligarquía colombiana, una parte de la población de origen colombiano se he derechizado al punto de, convertirse  en un apoyo electoral  en Colombia para políticos genocidas impresentables como Uribe Vélez o para sectores políticos venezolanos traidores a la Patria como la MUD y su candidato fantoche Capriles Radonsky, ambos representantes locales del poder imperial contrarrevolucionario.

Esta mutación política determinado por la inmigración masiva de colombianos en años anteriores, es responsable también, en buena parte,  de la alta votación obtenida por la contrarevolución en las pasadas elecciones presidenciales venezolanas y no es improbable que un sector de la  misma pudiese llegar a constituir un posible Caballo de Troya en el caso de un conflicto militar abierto entre el régimen de la oligarquía colombiana y la Revolución Bolivariana.

Sin pecar de xenofobia, ésta es una realidad cultural evidente  que nosotros no hemos inventado. No importa cuánto mejoremos y transformemos el modelo económico productivo venezolano: si no tomamos en serio la importancia política del factor histórico y cultural y adoptamos las necesarias políticas de Estado, volveremos de nuevo a arar en el mar…