Con un Banco de Desarrollo, los BRICS rompen sus cadenas

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PEPE ESCOBAR| Los informes sobre la muerte prematura de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) han sido enormemente exagerados. Los medios corporativos occidentales están llenos de insensateces semejantes, perpetradas en este caso en particular por el jefe de Morgan Stanley Investment Management.

 

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La realidad dice otra cosa. La reunión de los BRICS en Durban (Sudáfrica) este martes para, entre otros pasos, crear su propia agencia de calificación de riesgo y marginar la dictadura (o por lo menos las “agendas prejuiciadas”, en lenguaje diplomático de Nueva Delhi) del tipo de Moody’s/Standard & Poor’s. Además, impulsarán la idea del Banco de Desarrollo de los BRICS con un capital inicial de 50.000 millones de dólares (solo quedan por finalizar los detalles estructurales) para ayuda a proyectos de infraestructura y de desarrollo sostenible.

Lo que es de crucial importancia es que EE.UU. y la Unión Europea no tendrán intereses en este Banco del Sur, una alternativa concreta, impulsada especialmente por India y Brasil, al Banco Mundial dominado por Occidente y al sistema de Bretton Woods.

Como ha señalado Jaswant Singh, ministro de finanzas indio, un banco de desarrollo así podría, por ejemplo, canalizar el know-how de Pekín para ayudar a financiar las generalizadas necesidades de la infraestructura de India.

Las inmensas diferencias políticas y económicas entre los BRICS son evidentes. Pero a medida que se desarrollan como grupo, el asunto principal no es si deberían proteger la economía global de la ahora continua crisis del capitalismo de casino avanzado.

Lo principal es que, más allá de las medidas para facilitar el comercio mutuo, sus acciones se hacen ciertamente cada vez más políticas ya que los BRICS no solo despliegan su poder económico sino que también dan pasos concretos que llevan a un mundo multipolar. Brasil es particularmente activo al respecto.

Inevitablemente, los acostumbrados fanáticos atlanticistas del consenso de Washington no pueden –de manera miope– ver otra cosa fuera de que los BRICS “demandan más reconocimiento por parte de las potencias occidentales”.

Por supuesto, hay problemas. El crecimiento de Brasil, China e India se ha ralentizado. Mientras que China, por ejemplo, se convertía en el principal socio comercial de Brasil (por delante de EE.UU.) sectores completos de la industria brasileña han sufrido por la competencia de la barata manufactura china.

Pero algunas perspectivas a largo plazo son inevitables. Los BRICS acabarán por llegar a ser más decisivos ante el Fondo Monetario Internacional. Y lo que es fundamental, los BRICS comerciarán en sus propias monedas, incluyendo un yuan globalmente convertible, más lejos del dólar de EE.UU. y del petrodólar.

Esa desaceleración china

Fue Jim O’Neill de Goldman Sachs el que en 2001 acuñó el término BRIC (entonces no participaba Sudáfrica). Resulta ilustrativo ver lo que piensa ahora al respecto.

O’Neill señala que aunque China “solo”creció el 7,7% en 2012, “creó el equivalente a otra economía griega cada once semanas y media”. La desaceleración de China fue “estructural y cíclica”, una “baja planificada” para controlar el recalentamiento y la inflación.

El ímpetu de los BRICS forma parte de una irresistible tendencia global. La mayor parte ha sido descifrada aquí , en un reciente informe del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas. El resultado final: el Sur global está sobrepasando al Norte en la carrera económica a una velocidad vertiginosa.

Según el informe, “por primera vez en 150 años la producción combinada de las tres principales economías del mundo en desarrollo (Brasil, China e India) es aproximadamente igual al PIB combinado de las antiguas potencias industriales del Norte”.

La conclusión obvia es que, “el ascenso del Sur está remodelando radicalmente el mundo del siglo XXI en el que las naciones en desarrollo impulsan el crecimiento económico, arrancan a cientos de millones de personas de la pobreza e impulsan a miles de millones más hacia una nueva clase media global”.

Y justo en medio de este proceso, encontramos una épica eurasiática: el desarrollo de la relación estratégica entre Rusia y China.

Siempre se trata del Ductistán

El presidente ruso Vladimir Putin no se anda con contemplaciones: quiere rusia putin en bricsconducir a los BRICS a “un mecanismo de cooperación estratégica completa que nos permita buscar en conjunto soluciones a problemas clave de la política global”.

Esto implicará una política exterior común de los BRICS y no solo una coordinación selectiva sobre algunos temas. Tomará tiempo. Será difícil. Putin lo sabe perfectamente.

Lo que lo hace aún más fascinante es que Putin presentó sus ideas durante la visita de tres días a Moscú de la semana pasada del nuevo presidente chino Xi Jinping. Hizo todo lo posible por subrayar que las relaciones ruso-chinas son ahora “las mejores en su historia de siglos”.

No es exactamente lo que gustan de oír los atlanticistas hegemónicos, que todavía están ansiosos por ver la relación en términos de la Guerra Fría.

Xi contestó con estilo: “No vinimos de vista para nada”(tal como se detalla parcialmente aquí ). Y hay que esperar hasta que el impulso creativo de China comience a dar sus frutos.

Inevitablemente, Ductistán está en el centro de la primordial relación complementaria de los BRICS.

La necesidad de petróleo y gas ruso en China es un tema de seguridad nacional. Rusia quiere vender más y más, diversificando de Occidente. Además, Rusia apreciaría extraordinariamente inversiones chinas en su Lejano Oriente, la inmensa región Transbaikalia.

Y a propósito, el “peligro amarillo” no se está apoderando de Siberia, como le gustaría a Occidente. Solo 300.000 chinos viven en Rusia.

Una consecuencia directa de la cumbre Putin-Xi es que desde ahora Pekín pagará por adelantado el petróleo ruso a cambio de una participación en una serie de proyectos, por ejemplo, en una explotación conjunta de CNPC y Rosneft de bloques offshore en el Mar de Barents y otros bloques en tierra en Rusia.

Gazprom, por su parte, cerró un esperado acuerdo de gas con CNPC: 38.000 millones de metros cúbicos por año entregados por el gasoducto ESPO de Siberia a partir de 2018. Y para fines de 2013 los chinos cerrarán un contrato con Gazprom, que involucrará el suministro de gas durante los próximos 50 años.

Las ramificaciones geopolíticas son inmensas. La importación de más gas de Rusia ayuda a Pekín a escapar gradualmente a su dilema de Malaca y Ormuz – por no mencionar el industrializar las inmensas provincias interiores, altamente pobladas y muy dependientes de la agricultura, dejadas atrás en el auge económico.

De esa manera el gas ruso se ajusta al plan maestro del Partido Comunista de China: configurar las provincias del interior como una base de suministro para la clase media china de 400 millones, crecientemente rica, urbana, basada en la costa este.

Cuando Putin subrayó que no considera a los BRICS un “competidor geopolítico” con Occidente pronunció el argumento decisivo: el desmentido oficial que confirma que es así. Durban podrá solidificar solo el comienzo de una competencia semejante. Sobra decir que aunque las elites occidentales estén sumidas en el estancamiento y la bancarrota, no permitirán que se pierdan algunos de sus privilegios sin un encarnizado enfrentamiento.

Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Contacto: [email protected]

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