El escabroso camino a Damasco

Soldados rusos en el crucero portamisiles "Pedro El Grande", en el puerto sirio de Tartus.
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PEPE ESCOBAR | La pregunta del billón de dólares en el “Invierno árabe” es quién parpadeará primero en el guión occidental del arrastre hacia Teherán vía Damasco.

Soldados rusos en el puerto de Tartus.

Pepe Escobar – Asia Times Online
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Mientras examinan el tablero de ajedrez y el formidable despliegue de fuerzas alineadas contra ellos, el Supremo Líder Ayatolá Ali Jamenei y la dictadura militar de los mulás en Teherán deben enfrentar, simultáneamente, a la superpotencia Washington, a los miembros de la OTAN, adictos a las bombas, a la potencia nuclear Israel, a todas las monarquías absolutistas árabes suníes, e incluso a la secular Turquía, de mayoría suní.

Mientras tanto, por su parte, la República Islámica solo puede contar con Moscú. No es una mano tan mala como podría parecer.

Siria es el indiscutible aliado clave de Irán en el mundo árabe, mientras Rusia, junto a China, son los aliados geopolíticos cruciales. China, por el momento, deja claro que cualquier solución respecto a Siria debe ser negociada.

La única base naval de Rusia en el Mediterráneo está en el puerto sirio de Tartus. No es casualidad que Rusia haya instalado en Tartus su sistema de defensa aérea S-300 –uno de los mejores sistemas de misiles tierra-aire a todas altitudes en el mundo, comparable al Patriot estadounidense. La actualización al sistema S-400, todavía más sofisticado, es inminente.

Desde la perspectiva de Moscú –así como la de Teherán– el cambio de régimen en Damasco es imposible. Significaría la virtual expulsión de las armadas rusa e iraní del Mediterráneo.

No obstante ya existen acciones laterales clave de Occidente. Diplomáticos en Bruselas confirmaron a Asia Times Online que los antiguos “rebeldes” libios –que ahora tratan de presentar un gobierno creíble– ya han dado el visto bueno para que la OTAN construya una amplia base militar en Cirenaica.

Desde la perspectiva de Moscú –así como la de Teherán– el cambio de régimen en Damasco es imposible. Significaría la virtual expulsión de las armadas rusa e iraní del Mediterráneo.

La OTAN no tiene la última palabra en asuntos semejantes. Lo decide el jefe –el Pentágono– interesado en alentar el AFRICOM en coordinación con la OTAN. Se espera que hasta 20.000 soldados se desplieguen sobre el terreno en Libia, por lo menos 12.000 de ellos europeos. Serán responsables de la “seguridad interior” de Libia pero también estarán en estado de alerta para otras posibles campañas militares que apunten a –quién iba a ser– Siria e Irán.

¡Abajo con esos chiíes!

Por más que la última “coalición de los dispuestos” –que, a propósito, repite el modelo libio– está contra el régimen de Bashar al-Assad en Siria, también representa una guerra cristiano/suní contra los chiíes, sean la minoría alauita en Siria o las mayorías chiíes en Irán, Iraq y el Líbano.

Esto es parte esencial de la “oportunidad estratégica” identificada por el poderoso lobby de Israel en Washington: si atacamos el lazo Damasco-Teherán, asestamos un golpe mortal a Hizbulá en el Líbano. Eso, creen los ideólogos, puede venderse ahora a la opinión pública mundial bajo cobertura de la antigua Primavera Árabe (ahora “Invierno Árabe” después de una metamorfosis, antes “Verano Árabe”, en la contrarrevolución árabe).

Tal como lo ve Teherán, lo que pasa ahora respecto a Siria es una cobertura “humanitaria” para una compleja operación antichií y antiiraní.

La hoja de ruta ya es evidente. Un díscolo y poco representativo, Consejo Nacional Sirio –al estilo de Libia– ya se ha establecido. Lo mismo vale para una “insurgencia” suní fuertemente armada que entrecruza las fronteras en el Líbano y Turquía. Las sanciones ya afectan esencialmente a la clase media siria. Se ha desplegado una campaña internacional incansable de vilipendio del régimen de Assad. Y las operaciones psicológicas abundan, con el objetivo de seducir a secciones del ejército sirio para que deserten (no están dando resultados).

Un informe [1] del investigador basado en Qatar del Instituto International de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés), incluso se acerca a admitir que el autodenominado “Ejército Siria Libre” es básicamente un montón de islamistas de la línea dura, más algunos auténticos desertores del ejército, pero sobre todo radicalizados miembros de la Hermandad Musulmana comprados, pagados y armados por EE.UU., Israel, las monarquías del Golfo y Turquía. No hay nada “pro democracia” en ese grupo -como lo presentan incesantemente los medios corporativos occidentales y de propiedad saudí-.

La hoja de ruta ya es evidente. Un díscolo y poco representativo, Consejo Nacional Sirio –al estilo de Libia– ya se ha establecido. Lo mismo vale para una “insurgencia” suní fuertemente armada que entrecruza las fronteras en el Líbano y Turquía.

En cuanto al Consejo Nacional, basado en Washington y Londres y salpicado por los usuales sospechosos exiliados, su programa llama a gobernar Siria junto a los mismos militares que han estado –como en la junta militar egipcia– disparando contra los manifestantes civiles. Lleva a pensar que la única solución sensata sería que el pueblo de Siria derrocara el Estado policial del régimen de Assad, mientras se opone vehementemente al sospechoso Consejo Nacional Sirio.

El modelo (de dictador) de este año

Y luego existe Occidente, usualmente mal orientado y mal informado, que cree que la Liga Árabe –que ahora no es más que un títere de la política exterior de EE.UU.– se pone de parte de las aspiraciones del pueblo sirio. El indignado bloguero árabe As’ad Abu Khalil tiene razón cuando dice que después de la caída del presidente Hosni Mubarak en Egipto, “la Liga es ahora una extensión del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG).

El CCG es en realidad el Club de Contrarrevolución del Golfo. Su deporte preferido es privilegiar a los dictadores “modelo”, comenzando por ellos mismos, pero incluyendo también a Ali Abdullah Saleh en Yemen y a los reyecitos de Jordania y Marruecos, quienes serán anexados por el CCG porque desean estar en el Golfo Pérsico (la geografía dicta que no es posible). Por otra parte, el CCG aborrece a los dictadores “malos” –el asesinado Muamar Gadafi y Assad, quienes, no por casualidad, son de repúblicas seculares-.

La Casa de Saud, Jordania y el ascendente Qatar se sienten más que cómodos cumpliendo los deseos de EE.UU. e Israel. La Casa de Saud –el mandamás del CCG– invadió Bahréin con 1.500 soldados para aplastar las protestas pro democracia muy parecidas a las de Egipto y Siria. La Casa de Saud ayudó a la gobernante dinastía al-Khalifa en Bahréin, con un 70% de chiíes, a realizar torturas generalizadas; los bahreiníes confirman que a todos los torturados les obligaron a confesar vínculos directos con el “maligno” Teherán.

En Egipto, la Casa de Saud apoyó a Mubarak incluso después de depuesto. Ahora apoya –con más de 4.000 millones de dólares hasta de momento– a una junta militar que básicamente quiere conservar el poder, sin controles, con una fachada “democrática”.

Por lo tanto, lo que hay que esperar exactamente de la “coalición de los dispuestos” son: algunas operaciones clandestinas para culpar al régimen de Assad; apoyo inmediato del CCG/Liga Árabe; y probablemente una acción unilateral, porque hacerlo a través de la ONU es imposible.

La Casa de Saud no podría coexistir con un Egipto exitoso y democrático. Todo el que crea la afirmación de la Casa de Saud de que defiende los derechos humanos y la democracia en Medio Oriente debería ingresar a un manicomio.

La Liga Árabe –otra extensión de la Casa de Saud– otorgó una tarjeta verde para que la OTAN bombardeara a un Estado miembro. Suspendió a Siria el 12 de noviembre –como hizo con Libia el 22 de febrero– porque, a diferencia de Libia las intenciones estadounidenses y europeas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fueron debidamente vetadas por Rusia y China.

Bienvenidos a una “nueva” Liga Árabe en la cual si alguien no se postra ante el altar del CCG, está condenado al cambio de régimen.

La adoración del CCG no puede compararse con la adoración del Pentágono y la OTAN. Jordania y Marruecos son miembros del Diálogo Mediterráneo de la OTAN, y Qatar y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) son miembros de la Iniciativa de Cooperación de Estambul de la OTAN. Además, Jordania y los EAU son las únicas naciones árabes de la Contribución de Tropas para la OTAN en Afganistán.

Ivo Daalder, embajador del gobierno de Obama en la OTAN, ya ordenó a Libia que ingrese al Diálogo Mediterráneo, junto a Marruecos, Jordania, Egipto, Túnez, Argelia, Mauritania e Israel. Y antes este mes dijo al Consejo Atlántico lo que se requiere para un ataque a Siria: una “necesidad urgente” (como dar la impresión de que Assad va a arrasar Homs); “apoyo regional” (que llegará como un relámpago del CCG y de la Liga Árabe), y un mandato de la ONU (no lo habrá, como ya han dejado claro Rusia y China).

Por lo tanto, lo que hay que esperar exactamente de la “coalición de los dispuestos” son: algunas operaciones clandestinas para culpar al régimen de Assad; apoyo inmediato del CCG/Liga Árabe; y probablemente una acción unilateral, porque hacerlo a través de la ONU es imposible.

El sueño del Gran Medio Oriente

No es sorprendente que algunas mentes claras en Damasco, viendo lo que viene, hayan decidido entrar en acción. Damasco envió correos secretos para averiguar lo que piensa Washington. El precio para que los dejen tranquilo: cortar todos los vínculos con Teherán, para siempre. El régimen de Assad se quedó preguntando qué recibiría a cambio.

Cuando los neoconservadores de EE.UU. regían el universo –hace solo algunos años– la consigna era “los hombres de verdad van a Teherán”. Es hora de actualizarla. Llamadla: “los hombres de verdad van a Teherán vía Damasco solo si tienen cojones para desafiar a Moscú”.

Los alauitas, aproximadamente un 12% de la población y miembros de la elite gobernante, no abandonarán al régimen de Assad. Cristianos y drusos esperan solo lo peor de un posible nuevo orden de la línea dura dominado por la Hermandad Musulmana. Lo mismo vale para un vecino crucial, el gobierno de Nuri al-Maliki en Bagdad.

Rusia sabe que si el actual modelo libio se reproduce en Siria –y con el Líbano que ya está bajo un bloqueo de facto de la OTAN– el Mediterráneo se convertirá ciertamente en ese sueño: un lago de la OTAN, el código para el control total de EE.UU.

Moscú también ve que en el Gran Medio Oriente concebido por EE.UU. –y hay que hablar de “grande” ya que se extiende de Mauritania a Kazajstán– los únicos países que no están vinculados a la OTAN mediante una miríada de “cooperaciones” son, aparte de Siria: el Líbano, Eritrea, Sudán e Irán.

En cuanto al Pentágono, el nombre del juego es “reposicionamiento”. Como el hecho de que si se parte de Iraq se va a algún otro sitio en el “arco de inestabilidad”, de preferencia al Golfo. Ya hay 40.000 soldados de EE.UU. en el Golfo, 23.000 de ellos en Kuwait. Un ejército secreto del Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia está siendo entrenado por la ex Blackwater, “reposicionada” como Xe, en los EAU. Está naciendo una nueva OTAN del Golfo. ¿Alguien quiere una OTANCCG?

Cuando los neoconservadores de EE.UU. regían el universo –hace solo algunos años– la consigna era “los hombres de verdad van a Teherán”. Es hora de actualizarla. Llamadla: “los hombres de verdad van a Teherán vía Damasco solo si tienen cojones para desafiar a Moscú”.

Nota:

1. Vea Revolutionary road: Among the Syrian opposition.

*Pepe Escobar es autor de “ Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War ” (Nimble Books, 2007) y “ Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge ”. Su último libro es “ Obama does Globalistan ” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: [email protected] .

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MK24Ak01.html