2023 en el Sahel: un cambio geopolítico marcado por el distanciamiento frente a Francia

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Amal Benotman-France24

El año 2023 presenció una continuación en las transformaciones y la evolución geopolítica en la región africana del Sahel, ya iniciada hace algunos años. Tras los golpes de Estado en Mali y Burkina Faso, Mohamed Bazoum, presidente de Níger, elegido en 2021, fue derrocado por un golpe de Estado el 26 de julio. Esta serie de cambios de régimen ha obligado a Francia, ahora rechazada en lo que consideraba su zona de influencia, a cuestionar su presencia militar y diplomática en la región.

Este año, la actualidad en la región africana del Sahel ha estado marcada por escenas similares: en varios países de la zona, miles de civiles han llevado a cabo importantes y recurrentes manifestaciones, denunciando lo que consideran el neocolonialismo de Francia y exigiendo la retirada de las tropas de la nación europea estacionadas en sus territorios.

Los países del Sahel, incluyendo Mali, Burkina Faso y Níger, han señalado que desde sus independencias en la década de 1960 han sido considerados como el «patio trasero» de Francia en África.

Pero hoy en día, la antigua potencia colonial ya no es bienvenida allí. En esta parte del continente africano, ubicada entre el Sahara y el África subsahariana, Francia aparece más desestabilizada que nunca entre el recuerdo de su influencia y poder perdidos y su falta de comprensión hacia sociedades africanas en evolución, ahora influenciadas por nuevas convicciones y actores políticos y religiosos.

El Sahel: la inestabilidad pone a prueba a los Ejércitos

Para entender la situación actual en el Sahel, es necesario retroceder una década, cuando a solicitud de las autoridades de Bamako, Francia lanzó la operación militar Serval.

La situación en Mali se volvía cada vez más aterradora para el gobierno central, que temía una fragmentación del país. Desde hacía meses-tras la caída del régimen de Muammar al Gadafi, en 2011, en Libia, que liberó un flujo de armas y desestabilizó la región- Mali estaba al borde del colapso.

Todo el norte estaba ocupado por grupos yihadistas, así como tuareg, con objetivos y motivaciones divergentes, pero su alianza temporal amenazaba con hacer colapsar el país.

El Sahel: una inestabilidad que pone a prueba a los ejércitos.
El Sahel: una inestabilidad que pone a prueba a los ejércitos. © France 24

Tras la intervención de Francia, una especie de ilusión de retorno a la normalidad se produjo. Las principales ciudades del norte, bajo el control de grupos armados, fueron retomadas en cuestión de semanas y las milicias fueron dispersadas en el desierto maliense después de sufrir pérdidas significativas.

Pero el alivio fue breve. Las Fuerzas Armadas no lograron aniquilar por completo y de forma definitiva a las organizaciones islamistas combatientes, las cuales lograron reconstituirse tras varios meses.

Para evitar su regreso, París decidió  en agosto de 2014 transformar la operación Serval en Barkhane y expandir su intervención militar a todos los países del G5 Sahel, que además de Mali incluían Burkina Faso, Mauritania, Níger y Chad. Sin embargo, según los especialistas, si bien la operación Serval fue un éxito parcial, Barkhane no corrió con la misma suerte, a pesar de lo que asegura el Ejército francés.

París enumera sus éxitos: en nueve años de intervención en el Sahel, sus fuerzas especiales han logrado eliminar a varios líderes y altos mandos yihadistas de grupos como la katiba Tarik Ibn Ziyad, Ansar Eddine, Al-Mourabitoune, el Movimiento por la Unicidad y el Yihad en África Occidental (Mujao), Al Qaeda en el Magreb Islámico y el autodenominado Estado Islámico en el Gran Sahara, entre otros.

Este año, el presidente Emmanuel Macron, incluso, llegó a afirmar que «si Francia no hubiera intervenido, si nuestros militares no hubieran caído en el campo de honor en África, si Serval y luego Barkhane no se hubieran decidido, hoy no estaríamos hablando ni de Mali, ni de Burkina Faso, ni de Níger. Estos Estados ya no existirían hoy en su integridad territorial».

No obstante, estas afirmaciones se contradicen con las observaciones de los expertos que subrayan otra realidad sobre el terreno: en términos de soberanía, Malí, Burkina Faso y, en menor medida, Níger, han visto cómo extensas áreas de sus territorios nacionales escapan a su control, y la actividad de grupos armados no estatales continúa expandiéndose, representando una amenaza para varios países del sur, como Costa de Marfil, Togo y Benín.

En noviembre de 2020, Morten Boas y Francesco Strazzari, docentes en relaciones internacionales, detallaban en las páginas de la revista de ciencias políticas The International Spectator que «las fuerzas internacionales y sus aliados nacionales (…) No pueden lograr una victoria militar decisiva sobre los insurgentes».

Los especialistas añaden que «los líderes yihadistas principales pueden ser eliminados, pero la trayectoria de las insurrecciones en el Sahel muestra que cuando cae un líder surgen otros».

Golpes de Estado sucesivos y rechazo a Francia

Frente al fracaso de la operación Barkhane después de años de intervención militar y al avance de los grupos yihadistas, las opiniones públicas en el Sahel finalmente se han vuelto contra la antigua potencia colonial, ahora culpada por la violencia que afecta principalmente a los civiles.

Para muchos habitantes del Sahel, resulta incomprensible que un Ejército con recursos avanzados no haya logrado, en tantos años, derrotar a combatientes con métodos arcaicos, que se mueven en motocicleta y están armados con fusiles automáticos.

Los analistas explican que Francia se ha involucrado en un doble juego: el país habría respaldado, e incluso armado, a los grupos yihadistas para capitalizar el caos que provocan y así asegurarse los recursos naturales de las naciones desestabilizadas. En síntesis, algunos plantean que la Francia neocolonial habría avivado los conflictos en el Sahel con el fin de saquear las riquezas de estas naciones de manera más efectiva.

Sucesión de golpes de estado y rechazo a Francia.
Sucesión de golpes de estado y rechazo a Francia. © France 24

Como resultado de este panorama, desde el año 2020, una sucesión de golpes de Estado liderados por militares que consideraban a sus gobiernos ineficaces y subordinados a Francia han golpeado a las naciones del Sahel, incluyendo a Mali, Burkina Faso y Níger.

Las juntas militares que ahora dirigen estos países han logrado ganarse la simpatía de la población, utilizando argumentos políticos convincentes, como la lucha por la soberanía nacional y contra el «neocolonialismo francés», o recordando las consecuencias del colonialismo pasado.

Durante el golpe de Estado en Níger, el pasado julio, la junta que tomó el poder siguió el ejemplo de los golpistas en Mali y Burkina Faso al iniciar un proceso de distanciamiento con Francia.

Así, después de retirar sus tropas de Mali y Burkina Faso, París también retira sus tropas de Níger. En este contexto, otras potencias, incluida Rusia, continúan expandiendo su influencia y ahora son percibidas como socios políticos, económicos y de seguridad preferibles al antiguo colonizador.

Sin embargo, el sentimiento prorruso no es algo nuevo en el Sahel. Durante la era de la descolonización, la entonces Unión Soviética estableció estrechos lazos con varios territorios africanos y los respaldó en su lucha por la independencia. En plena Guerra Fría, Moscú capacitó a numerosos líderes y élites africanas.

De esta manera, Rusia se muestra con un argumento sólido en África: nunca fue una potencia colonial y, por el contrario, apoyó los movimientos independentistas en estos países.

Presencia militar rusa en África.
Presencia militar rusa en África. © France 24

Este año, durante la cumbre Rusia-África, celebrada en San Petersburgo, Moscú reafirmó su deseo de mantener relaciones igualitarias con África y el presidente Vladimir Putin elogió un nuevo «orden mundial multipolar» sin «neocolonialismo».

Por su parte, China, una potencia económica presente en el Sahel, ha ganado la simpatía africana adoptando una estrategia que ha resonado fuertemente: promesas de ayuda al desarrollo y no interferir en los asuntos internos.

De esta manera, la presencia de Francia en el Sahel se ha debilitado, dejando espacio para el ascenso de otras potencias. Lo que comenzó con Mali y Burkina Faso, continuó con Níger y plantea interrogantes sobre lo que podría pasar en países como Senegal, Costa de Marfil y otras naciones de la región.