Los Fernández que vienen, y lo que significa para América Latina

Marcos Salgado | 

Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), son un peculiar y más o menos reciente agregado al sistema electoral argentino, cuya dimensión e importancia está asociada directamente a los resultados que arroje cada vez. Así como en 2015 las PASO sirvieron para solapar el ascenso en ciernes del macrismo (subió dos millones de votos desde las PASO a la primera vuelta), en este 2019 las primarias son anticipo inapelable del final. 

Los números de este 11 de agosto tienen dimensiones múltiples, pero para esta introducción vamos a marcar cuatro: una, las argentinas y los argentinos decidieron enmendar rápido a un gobierno que enamoró a los estrictamente necesarios para llegar a la Casa Rosada y desarrollar un plan que las mayorías (así sean ajustadas) jamás podrían haber validado en las urnas, de haber sabido la verdad. 

Dos, los medios de comunicación hegemónicos, el blindaje mediático, las redes sociales, los bots de Twitter y toda la parafernalia virtual no tienen garantizada la victoria siempre. Y mucho menos cuando busca revalidarse el gobierno que -tal vez así quede en la historia- le hizo más daño a una sociedad en menos tiempo. 

Tres, las PASO del último domingo marcan la absoluta vigencia de Cristina Fernández de Kirchner en el panorama político argentino (¿y latinoamericano también?). Aunque podría haber encabezado la fórmula presidencial, CFK decidió endosar su liderazgo (no menos de 10 millones de votos, en términos estrictamente electorales) en favor de Alberto Fernández. Los resultados de la estrategia están a la vista. Como los números del domingo: inapelables. 

Cuatro, la derrota del mayor salvajismo en la redistribución regresiva del ingreso del que se tenga memoria reciente (o un poquito más atrás) tiene impacto en el mapa de América del Sur, y más allá también. Ante todo porque cambia un eje que comenzaba a formarse entre Mauricio Macri y Jair Bolsonaro en Brasil. Herederos acontecidos ambos de la derrota de una entente determinante: la de los Kirchner y Lula (y Chávez). 

“Con Brasil nos vamos a llevar espléndido, va a ser siempre nuestro principal socio. Bolsonaro es una coyuntura en la vida de Brasil como Macri es una coyuntura en la vida de Argentina”, dijo Alberto Fernández después de arrasar en las PASO, y agregó: “en términos políticos, yo no tengo nada que ver con Bolsonaro. Celebro enormemente que hable mal de mí­. Es un racista, un misógino, un violento”. Y remató: “lo que le pedirí­a al presidente Bolsonaro es que lo deje a Lula libre y que se someta a elecciones con él en libertad”.

Viniendo de quien ocupará la silla presidencial en la Casa Rosada desde el 10 de diciembre próximo (¿o antes?) estas definiciones son, por si solas, una esperanza en el desierto, un freno, al abrupto quiebre político que significó la salida del kirchnerismo en diciembre de 2015, el golpe de Estado contra Dilma Rousseff en Brasil en agosto de 2016 y el fin del mandato de Rafael Correa en Ecuador en mayo de 2017, enmarcado en la posterior defección artera de Lenin Moreno. Aquella fulminante caída en dominó, precedida de la desazón por la muerte del comandante Chávez en marzo de 2013. 

¿Realmente la llegada de los Fernández al gobierno en Argentina podrá ser el comienzo de un freno a la batiente reinstalación del patio trasero de Estados Unidos en América Latina? ¿Cómo será la relación del más que probable futuro gobierno de Argentina con la revolución bolivariana de Nicolás Maduro? ¿Alberto Fernández dará marcha atrás con el decreto 640/2017 con el que el gobierno de Mauricio Macri canceló la Orden del Libertador San Martín otorgada a Maduro por CFK en 2013? A juzgar por declaraciones que no son nuevas y que ya están en la prensa, no. 

Por lo pronto, solo el quiebre del eje político Argentina-Brasil debe ser motivo de festejo. Cosas que a veces pasan cuando los pueblos, urgidos, votan. Y voto a voto, papelito a papelito, generan nuevos escenarios para que, esta vez sí, los progresismos se despojen de mezquindades y corrupciones, y se dediquen, sí o sí, a gobernar para los comunes. Que así sea.