Ambrose Bierce contra la Navidad

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RHODA KOEING | A Ebenezer Scrooge [el engreído protagonista del Cuento de Navidad de Dickens] le costó sólo una noche cambiar su cantinela de “¡Bah! ¡Patrañas!” a “Dios nos bendiga a todos!” Ambrose Bierce estaba hecho de una pasta más dura. Vilipendió la festividad (y casi todo lo demás) hasta el último día en que se tuvo noticia de él, al sur de la frontera, el 26 de diciembre de 1913.

Rhoda Koenig* – Sin Permiso
http://www.sinpermiso.info/
Traducción de Lucas Antón

Tal vez el mayor ingenio de la literatura norteamericana y con certeza su mayor cínico, Bierce definió la Navidad en el Diccionario del diablo, su glosario satírico publicado en 1911, como “una jornada diferenciada y que se consagra a la glotonería, la embriaguez, la sensiblería, los regalos, la estupidez pública y la conducta desordenada en casa”. Los regalos se hacían a regañadientes, afirmaba, y se  ofrecían “esperando algo mejor”. Eran “el pago de hoy por los servicios de mañana”.

Aunque Bierce consideraba la autocomplacencia como mal de la época (“Los hombres convierten en dioses a sus vientres, y luego esos dioses ordenan celebraciones”), esperaba pocas gratificaciones de los cocineros americanos, que volvían “intragable lo que ya era indigerible”. El tradicional pudin navideño, decía, era tan incomible como el típico tronco que se quema en Navidad.

Antes de Navidad, refunfuñaba Bierce, uno se veía acuciado por los que dan la lata (“los irreprimibles requerimientos de las criaturas”), y agobiado durante varios días por monótonos deseos. Había abandonado la esperanza “de encontrarme algún día con algún brillante genio o un idiota inspirado que tenga la intrepidez de variar el adjetivo y desear una ‘Próspera Navidad’ o un ‘Nuevo Feliz Año’; [1] o bien, provisto de una originalidad aún más seductora, mantenga la boca cerrada”.

Aquellos de nosotros para los que “Jingle Bells” es la señal para esconderse bajo el edredón durante una semana, o hacer acopio, como un amigo mío, de DVDs de películas de asesinos en serie, saludaremos a un alma gemela. Pero sólo los más decididos cascarrabias subscribirán la totalidad de la sombría visión de Bierce acerca de la humanidad y sus obras. Un idiota, escribió, era “un miembro de una extensa y poderosa tribu cuya influencia en los asuntos humanos ha sido siempre dominante y controladora”. La religión era “hija de la Esperanza y el Miedo, la que explica a la Ignorancia la naturaleza de lo Incognoscible”, la autoestima, “una valoración errónea”, el “amor” “una locura temporal que se cura con el matrimonio”, y un abogado “alguien con la habilidad de sortear la ley” (bueno, podríamos llegar a estar de acuerdo en eso).

Es importante, no obstante, apreciar la diferencia entre Bierce y Scrooge, entre un cínico y un tipo asqueroso. Scrooge, cuando se le pide una caridad, declara que los pobres deberían ir a la cárcel o a la beneficencia. “No puedo permitirme hace feliz a los ociosos” (creo que siempre supimos que Scrooge era republicano). Cuando se le dice que morirían muchos, responde que “mejor sería, y hacer así disminuir la población”.

Bierce, por contraste, era travieso más que cruel (propuso una vez que el epitafio de un político de San Francisco rezara: “Aquí yace [y miente] [2] Frank Pixley, como de costumbre), y golpeó con toda contundencia allí donde era mayor la hipocresía, en la crueldad y complacencia de la opulencia y el poder. “El trabajo” lo definió como “uno de los procesos por los que A adquiere propiedad para B,” y el “aire” como “substancia nutritiva que proporciona la dadivosa Providencia para cebar a los pobres”. Su denominación del sistema de gobierno norteamericano era “plutocracia: forma republicana de gobierno que deriva sus poderes de la presunción de los gobernados. por pensar que gobiernan ellos”.

Bierce hizo asimismo algo más que ponerse cómodo y dedicarse a la sátira. Se revolvió contra la explotación y discriminación sufrida por los chinos, que tanta riqueza habían supuesto para California. Denunció la corrupción de los ferrocarriles en el estado, y en un momento dado  se indignó tanto con una propuesta de perdonar a la empresa 75 millones de dólares en impuestos que viajó a Washington para hacer campaña en su contra. Le ofrecieron un pingüe soborno y lo rechazó; el ferrocarril perdió y tuvo que pagar.

En octubre de 1913, a la edad de 71 años, Bierce partió hacia México para ser allí testigo de la revolución. “Adiós,” le escribió a su sobrina, “si oyes que me han puesto contra un paredón y me han cosido a tiros, piensa, por favor, que me parece una forma bastante buena de dejar esta vida, preferible a la vejez, a la enfermedad o a caerse por las escaleras del sótano. Ser gringo en México, ¡oh, eso es eutanasia!”. Nunca más se supo de él.

La salvaje indignación de Bierce tenía su origen en ideales decepcionados. Si mostraba sus garras tan a menudo era por su rabia a causa de la estupidez y la injusticia de una tierra que se enorgullecía de ser rica y libre. Y se incluía él mismo entre los holgazanes, egoístas y endebles. Esa definición de autoestima suena como si su autor fuera consciente del pecado.

Si el cínico, por tanto, desdeña aquello que nos es más preciado, acaso, en lugar de condenar sus malos modales, deberíamos hacer examen de conciencia. Quizás deberíamos tratar de enmendar nuestras faltas, y pedir a los demás, sobre todo a los que están por encima de nosotros, que pusieran remedio a las suyas. Podríamos empezar, con mucha modestia, por modificar nuestras felicitaciones de las fiestas para hacer que sus destinatarios las oigan realmente y sepan que lo decimos de veras. ¡Nuevo Feliz Año a todos! ¡Y Próspera Navidad!

* Rhoda Koenig es autora de The New Devil’s Dictionary: A New Version of the Cynical Classic, [Nuevo diccionario del diablo: una nueva versión de un clásico cínico], publicado este año para conmemorar el centenario de la publicación del glosario de Bierce.

Notas del traductor

[1] En el original, “Happy Christmas” y “Merry New Year”, en lugar del tradicional “Merry Christmas” y “Happy New Year”.
[2] En inglés “to lie” significa a la vez “yacer” y “mentir”.